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jueves, 27 de marzo de 2008

Ha llegado el momento de conseguir que Tíbet sea libre


La hipocresía, distintivo que exhiben como bandera los países del primer mundo ha permitido que durante cincuenta años, un país soberano, pacífico y libre haya sido sometido a una represión terrible. Los intereses económicos y la lejanía han hecho que los protectores de los derechos humanos, tan afanados ellos cuando hay petróleo por medio, miraran para otro lado cuando el régimen comunista de Mao y su revolución cultural puso sus ojos y sus armas en el Tíbet. Hoy en día y pese ha hacer cincuenta años de aquella ocupación sangrienta por parte del gobierno chino, esos mismos protectores de la paz mundial siguen haciéndose los ciegos y sordos, siguen sin ver los miles de seres humanos asesinados hasta el momento, siguen sin escuchan los gritos de desesperación de los presos de conciencia que están en las cárceles chinas o en los centros de reeducación. Tampoco escuchan a un Dalai Lama, que con resignación y una inquebrantable compasión por los invasores, ha contemplado desde un forzado exilio como su pueblo ha sido sometido, como las tradiciones ancestrales han sido aplastadas, los templos y su cultura destruidos, y todo, claro está, en nombre de la modernidad y de una nueva religión; el comunismo.

Durante todo este tiempo apenas algunas tímidas declaraciones de condena hechas con voz muy baja, para que el gran mercado no se resienta; protestas que al gobierno chino, conocedor de su potencial comercial y bélico, le han entrado por un oído y le han salido por el otro.

Y ahora llegan los juegos olímpicos, el gran espectáculo de masas que mueve miles de millones en publicidad. Toca mandar a los deportistas de elite a que compitan en la gran mascarada que ha preparado el gobierno chino para lavar su imagen. Seguro que los reyes de la hipocresía perderán el culo por ganarse el gran mercado. Pero que harán los deportistas, los que tienen el gran poder de que esta mascarada sea un ciasco, que demuestre al regimen chino que se equivoca.
Ellos tiene la oportunidad de hacer algo más que divertir y hacer pasar el rato a los aburridos espectadores, tiene la oportunidad de no participar en este espectáculo circense de entretenimiento colectivo, que lo único para lo que sirve es para aumentar más el atontamiento colectivo de la sociedad. Ahora pueden mojarse en una causa noble, mucho más noble que saber cual de ellos es el mejor. Saberlo solo cambia su bolsillo, no ir puede podría cambiar un poco el mundo para bien.

A los que prefieran la gloria y el dinero, que será lo mismo que colaborar con un gobierno que asesina y aplasta a un pueblo, solo tengo que decirles que yo, como otros muchos, no vamos ha perder un minuto de nuestra vida viendo sus hazañas deportivas; Que sus nombres no serán recordados por mi memoria como grandes atletas, sino como colaboradores del régimen comunista chino.

Quizás penséis que la buena gente de china no merece esto, pero este espectáculo no beneficia más que a los dictadores que ostentan el poder y no a los sufridos ciudadanos chinos, igualmente sometidos a la represión y la falta de libertad.