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lunes, 27 de diciembre de 2010

La verdadera cara del Islam

No se puede decir que Salman Rushdie, en su libro Versos Satánicos, no estuviese bien encaminado. Aunque yo no creo en el origen esotérico del Corán.
El islam es por definición una religión intolerante y violenta. Por mucho que lo quieran maquillar, su esencia es malvada y destructiva, especialmente para para todos los que no comulguen con sus creencias. Distingue claramente y desde el principio entre los creyentes, los buenos, de los no creyentes, los malos. Los primeros ascienden a los cielos, mientras que los segundos, en fin ya se sabe lo que se puede hacer con ellos. Define a Alá como único dios verdadero y a su profeta, Mahoma, como único y último divulgador de su verdad. Esto ya de por si, nos da una idea de su tolerancia con otras creencias.

La vida y obras de Mahoma, el inspirador de este libro, nos puede dar una pista del porqué de la naturaleza violenta del islam.

Mahoma, Abd Allāh al-Hashimi al-Qurashi para los amigos, fue un hombre de su época, un comerciante que no sabía leer ni escribir y que, después de dar un braguetazo con una mujer rica, dedicó su vida a plantearse aquellas preguntas ancestrales que se plantean los hombres ociosos, ¿Quienes somos y donde vamos, etc? Hasta aquí, nada diferente a otros hombres denominados santos. En algún momento de su vida, posiblemente por causa de algunas fiebres, comenzó a largar palabras, que para algunos fueron de inspiración divina. Estas palabras fueron anotadas en un libro bien conocido por todos. Luego, añadiendo partes de la biblia e interpretaciones de la misma, el Corán se convertiría para Mahoma y sus seguidores en el argumento para proclamar una religión, la única y verdadera. El Corán está escrito no para ser leído, sino para ser recitado hasta la saciedad una y otra vez. Se puede calificar como un libro hecho para lavar el cerebro a la gente que no tiene un mínimo de criterio. No fue difícil, por tanto, extender la palabra de Dios entre aquél pueblo inculto y supersticioso, era una época muy dada a a estas cosas. Pero al contrario de otras religiones, a los no creyentes se les sometía por la espada, que no vaciló en caer sobre mujeres y niños cuando se trataba de convencer. Así pues, las primeras víctimas del Islam fueron los vecinos del profeta.

Si el asesinato fue compañero de viaje de toda la vida del profeta, tampoco el robo, el engaño y la traición fueron unos desconocidos para él. Antes de que conquistase la Meca, gran parte de su fortuna y su poder había sido fruto del asalto a las caravanas y a los poblados donde, presuntamente iba a divulgar la palabra de Dios. Se dice, que su mujer, con su dinero e influencia, fue la que sacó de un apuro, cuando fue capturado una vez por robo.

Antes de que existiese la Meca tal y como la conocemos ahora, ya era un santuario muy venerado, donde se rendía culto a muchos dioses. El profeta se obsesionó con el lugar. Necesitaba un lugar santo donde los fieles de la nueva religión acudieran, un centro de poder mayor que su ciudad natal, Medina. Cuando tuvo los suficientes seguidores, la conquistó por las armas. Lo primero que hizo fue destruir el santuario y rehacerlo, dedicándolo a Alá, el único Dios verdadero, según él, claro. La Meca entonces, era un lugar de paso para las innumerables caravanas que recorrían el desierto y por ello un rico y prospero lugar de comercio. Los comerciantes no aceptaron de muy buena gana aquella situación. Ellos se habían ganado bien la vida vendiendo objetos religiosos de las decenas de religiones que habían habido allí antes de la llegada del profeta. Mahoma sabía que no podría mantener su conquista sin los comerciantes. Pero el dinero y el poder que atesoraba ya Mahoma por aquella época era considerable. Esto hizo posible la construcción del nuevo templo, y no le costó convencer a los comerciantes con este argumento. Los seguidores de la nueva religión, deberían acudir, por lo menos una vez en su vida, a la Meca. De esta manera los comerciantes podían seguir ganado dinero. Gracias a su influencia y a sus batallas, algunas perdidas y otras ganadas, la nueva religión se extendió como un mal edénico por la zona. Los que no se convertían eran aniquilados.

Esta historia, muy similar a otras muchas que se dieron en la época, son comprensibles en la época en la que se produjeron. Lo que no es comprensible, es que en pleno siglo XXI, las enseñanzas de este personaje sean seguidas por tanta gente, y los escritos interpretados y utilizados como argumento para hacer lo mismo que hizo este bandido.

La interpretación radical de estas escrituras hace posible que hoy en día se lapide a mujeres en diversos países. Incluso, en algunos de ostentosa riqueza y supuesta modernidad, como Arabia Saudí, los viernes son habituales las mutilaciones o los latigazos en plazas públicas, por no hablar de otras prácticas más crueles, si cabe. Todo esto en nombre de las interpretaciones de las divinas escrituras, basadas en una mentalidad medieval y trasnochada, impropia de personas racionales.

No obstante, es innegable, que algunos de los seguidores del profeta, que como otros en otras religiones, se alejaron de las partes más violentas de este libro y tomaron como un camino espiritual, alejado de la violencia y de sus llamadas a la guerra santa, igual que ha ocurrido con otras religiones de esencia violenta. Hablamos de los Sufis y de otras ramas del islam. También, no se puede negar, que en la edad media, el islam prodigó, como lo hicieron otras religiones, el arte, la arquitectura, la literatura y las matemáticas, algo que sucedió en buena parte porque algunos califas se dedicaron a atesorar y traducir libros de autores griegos como Platón o Aristóteles, libros que acababan en sus manos por las conquistas de otros territorios.

Muamar Gadafi, actual presidente de Libia afirmó “Conquistaremos Europa con los vientres de nuestras madres”. Esto, que parece una soberana estupidez, se está haciendo realidad ahora. Cada musulmán tiene de media tres hijos, mientras que un europeo 1,5, si llega. Esto significa que en dos generaciones, los votantes musulmanes serán mayoría, de ahí a un estado islámico, hay un paso. Y e esto se une a la expansión del islamismo en África, china y otros países. Cierto que este un mensaje alarmista y puede entenderse como racista, pero no se trata de eso. Si no de la defensa de nuestros valores occidentales, de la democracia y sobre todo, de nuestra libertad.

Podría dudar de sus intenciones si su integración en la sociedad occidental fuese, al menos, aparente; pero no es así. No solamente no se integran, sino que además evitan que los miembros de su comunidad se mezclen con los demás. Aunque se aprovechan sabiamente de todas las ventajas de la sociedad occidental, su educación y sus ventajas, los niños, y sobre todo las niñas musulmanas, son obligados a ir a sus países de origen para recibir la doctrina islámica, sin ninguna posibilidad de elección. Como en todo hay excepciones, pero no nos engañemos, es una practica generalizada en los musulmanes residentes en occidente, aunque con el tiempo, ya no será necesario que hagan esto, pues la proliferación de mezquitas en todos los lugares de Europa lo hará innecesario. Una prueba de su falta de integración es que es muy raro ver un matrimonio mixto entre musulmanes y occidentales, y cuando se da el caso, lo más probable es que el cónyuge occidental se convierta al Islam, y los hijos reciban educación islámica. Por otra parte, allí donde se da un conato de integración o desvío de las enseñanzas del profeta, siempre aparece un Imán para poner las cosas en su sitio. El Imán en el Islam no es un párroco, no da consejos espirituales. Su poder viese directamente del altísimo y sus indicaciones son ley, es parte de un sistema teocrático seguido por todo buen musulmán.

Pero lo más preocupante del islam, es que hoy en día, una buena parte de ellos son fanáticos religiosos que llevarían, si pudieran, hasta sus últimas consecuencias las enseñanzas e interpretaciones de este libro, y ciertamente su número es alarmantemente grande y está creciendo.

El islam se está aprovechando de la perdida de los valores que hasta ahora han regido a los ciudadanos europeos, y muy especialmente de los políticos, que con la disculpa de ser políticamente correctos, transigen con esta religión totalitaria poniendo en cuestión el futuro de la cultura occidental. Hay políticos, que incluso pretenden hacer alianzas de civilizaciones con estas personas, cuya máxima aspiración sería que nos convirtiésemos, y sino, destruirnos.

Nuestra tibieza a la hora de poner coto a esta islamización encubierta será, sin lugar a duda nuestra perdición. Dejamos construir templos en nuestro territorio, que practiquen sin restricciones su religión y nos avergonzamos de los que proclaman mensajes como el que yo estoy dando. Mientras, en otros países ya islámicos, los templos de otras religiones son quemados, prohibidos los cultos y restringido por completo la construcción de templos de cultos de otras religiones, por no hablar de los asesinatos y la destrucción del patrimonio mundial en nombre de Alá.
Tendríamos que plantearnos si somos ejemplo de tolerancia o sencillamente idiotas.

Recientemente un profesor de instituto, fue interrogado por la denuncia puesta por una madre de uno de sus alumnos. El argumento de dicha denuncia se fundaba en el que profesor había insultado las creencias de su hijo al afirmar que el clima de cierta región de España favorecía la curación de los jamones. Por supuesto esta la denuncia quedó en nada, no gracias a Alá, por supuesto. Pero hoy en día ya hay colegios que han tenido que quitar de su menú todos los derivados del cerdo para no ofender a alumnos musulmanes, privando de estos manjares al resto de los alumnos. Son pequeños ejemplos de donde nos está conduciendo estas actitudes de claudicación de nuestros valores.
En una ocasión una madre musulmana fue increpada por llevar a su hija con velo al colegio. La madre contestó, no os preocupéis. Con el tiempo también vuestras hijas irán con velo. Esta es la verdadera cara del Islam y de su tolerancia, y la realidad que nos espera si no lo paramos ahora.

No seré yo quien le quite a ellos la libertad de culto, ni de hacer mezquitas, pero de la misma manera que una mujer europea se tiene que poner velo en un país islámico, aquí no se debe permitir llevarlo. De la misma manera que se admite la obligación de las leyes en los estados teocráticos en estos países islamizados, no podemos permitir que ellos no se sometan al estado de derecho y libertad de nuestra sociedad occidental. De lo contrarios estamos poniendo en peligro todos los valores que han costado tanta sangre establecer.