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martes, 23 de agosto de 2011

Psicofármacos o venenos para la mente

Los avances en la  medicina en en el último siglo  han ido de la mano de la aparición de nuevos fármacos.  ¿Pero cuantos de estos medicamentos han sido producidos para curar  y cuantos para el lucro de las empresas farmacéuticas?

Es obvio  que hay medicamentos que curan y son útiles, pero también que hay intereses económicos detrás. En el campo de la psiquiatría, que es de lo que trato en este artículo, más  concretamente en los llamados psicofármacos, la curación no está tan clara.

A mi entender, se están prescribiendo sin aplicar el rigor y los estudios necesarios para verificar su efectividad y efectos a largo plazo. Lo peor de esto, es que medicamentos como el Risperdal, Concerta y otros, se están recetando a niños sin una certeza  de sus efectos en el tiempo, o lo que pueden provocar en un cerebro que está en su etapa de formación. Esto, a parte de ser una irresponsabilidad por parte de los psiquiatras, creo que es una consecuencia de la manipulación de las empresas farmacéuticas para vender unos medicamentos de dudosa efectividad, que no curan, sino que palían síntomas concretos a un coste para la salud mental de nuestros hijos, cuyo alcance desconocemos realmente.
No tengo conocimientos de medicina, pero mi intuición me dice que si veo en la consulta de un psiquiatra un anuncio de Risperdal encima de su mesa, y después, sin tener claro un diagnóstico, le recetan a mi hija este medicamento, debo pensar que hay gato encerrado. No estoy hablando de un hecho ficticio, sino una experiencia personal.
Cuando acepté el tratamiento del psiquiatra me pareció que era mejor confiar en el médico, que se supone que si sabe más que yo de estas cosas, pero después de un tiempo y gracias a la ayuda de mi pareja, me di cuenta de mi ingenuidad. Mi hija estaba cada día más apagada y no mejoraba. Fue por ello que nos decidimos por pedir una segunda opinión a otro médico, que inmediatamente le quitó el tratamiento,  le diagnosticó a mi hija síndrome de asperger. Sabemos que entre bomberos no se pisan la manguera, pero El Dr. Artigas me dio a entender la mala praxis de su colega al tirar por tierra todo su diagnóstico y tratamiento, haciendo alusiones a la peligrosidad del Risperdal. Tan solo leyendo la ficha técnica del supuesto medicamento, uno puede llegar a pensar que se trata más de un veneno que de un medicamento. Sus efectos secundarios son mucho peores que los supuestos beneficios que pueda aportar. Más bien se trata de un medicamento hecho para atontar, vete a saber si de forma permanente a quien lo toma, sobre todo si es un niño.

Hay razones para la desconfianza del sistema sanitario y de algunos médicos. Es muy sospechoso que la aparición de nuevas enfermedades mentales  como la hiperactividad, se asocien inmediatamente a psicofárcamos que la curan y que el lanzamiento de esos fármacos, que son muchas veces  formulaciones antiguas con otro nombre y patente diferente, se receten para estas supuestas  enfermedades.

Siempre que se trata de una enfermedad nueva,  hay grandes campañas mediáticas de difusión de la misma. Aparecen mencionadas  en noticiarios y programas de salud, siempre mencionando el medicamento que, supuestamente la cura. Díganme que soy un paranoico, pero es sospechoso que detrás de todo esto hay un beneficio económico que priva sobre la salud.
El uso de estos medicamentos se hace de forma indiscriminada, como he dicho antes,  por muchos médicos sin tener la cautela que requiere, más sabiendo que estamos hablando de moléculas capaces de alterar estructuras celulares del cerebro, y que eso es muy serio por las repercusiones que puede tener en el futuro de nuestros hijos.

Algunas de estas llamadas enfermedades mentales pueden ser conductas anómalas como resultado de vivir en una sociedad que trastorna y enferma nuestra mente. Este daño puede ser  tratado con ayuda  psicológica, educación, cambio de hábitos alimentarios o cambio del habitad perjudicial.  Es algo que muchos desconocen por falta de información. Yo tuve la suerte de que pude informarme antes de que mi hija acabase como un  vegetal.

Lo que más rabia me dio en mi caso, es saber que el  aspeger de mi hija pudo haber sido provocado por un medicamento que se administra indiscriminadamente; Las vacunas triple víricas. Según  según algunos estudios polémicos, como el del Dr. Andrew Wakefield podría ser el mercurio utilizado como excipiente en muchas vacunas infantiles la causa de estas y otras enfermedades mentales infantiles. Conductas obsesivas, déficit de atención, apatía, falta de interés, un excesivo conformismo, y sumisión son algunos de los síntomas detectados en muchos niños que toman estos medicamentos, y esto lo sé por experiencia propia. Es preocupante y hace pensar en cosas terribles, como que nuestros hijos están siendo preparados para integrarse en una sociedad sumisa y carente de iniciativa; quizás me esté excediendo, pero ¿Es realmente la salud o los beneficios lo que importa en el sistema?
Un motivo más para la desconfianza es que que la industria farmacéutica actúa como si tuviese más interés en la proliferación de enfermedades que en su erradicación. A los hechos me remito: De todos es sabido que pues después de las drogas ilegales, es uno de los negocios más lucrativos que existen. No sería pues extraño que tirar por tierra los informes del Dr. Andrew Wakefield fuese un objetivo de muchas webs relacionadas íntimamente con el mundo farmacéutico, que buscaron hasta la más minúscula imprecisión para conseguir el desprestigio profesional de este doctor.Por otra parte, es posible que como dicen que el Dr. Andrew Wakefield tuviese un conflicto de intereses y su investigación no fuese todo lo rigurosa que debiese ser, pero me ofrece la misma credibilidad que las empresas farmacéuticas, que como he dicho antes y me reafirmo, su interés es el lucro y no la cura.

 Los organismos mundiales que velan por nuestra salud, también velan por las arcas de las empresas farmacéuticas, Dígame sino como se explica que la OMS nos hiciese comprar millones de vacunas para prevenir un constipado llamado gripe A, que al final tubo menor incidencia que un catarro normal; unas vacunas que la industria farmacéutica desarrolló en un tiempo récord y sin las pruebas clínicas necesarias. ¿Quien se quedó las ganancias de aquella gran mentira?
Está claro que vivimos tiempos de incertidumbre y desconfianza, donde ya no podemos confiar en ninguna organización, pues todas ellas se mueven por lo que ya sabemos. No podemos hacer otra cosa que ser desconfiados ante médicos corporativistas y compañías farmacéuticas voraces.
Cada día es más difícil, pero todavía se pueden encontrar médicos que respetan su juramento y tiene un trato personal con su paciente, en definitiva, personas que les gusta su trabajo y ayudar a los demás con él. Búsquenlos, pregúntenles e infórmense antes de tomar decisiones que pueden ser trágicas, que pueden condicionar a su hijo de por vida. Pero sobre todo piensen en porqué suceden estas cosas, cual es la razón de todo esto, quienes son los responsables. Pregúntense si merece la pena sostener este sistema con nuestro esfuerzo y si, hay otro mundo posible si uno trabaja para cambiar este.     

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