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martes, 20 de agosto de 2013

Egipto, el triste resultado de una revolución inducida

"Cuando se mezcla la política, la religión y la  intervención externa, el resultado más probable es la guerra civil."

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egipto003.520.360 La llamada primavera árabe no es un movimiento popular, sino  una de esas maniobras del todo poderoso servicio de inteligencia de Estados Unidos. Al igual  en Libia, los disturbios en Turquía, Siria y toda la franja del Magrep, o otros muchos hechos que se han producido en toda la zona en los últimos tiempos, forman parte de un plan de desestabilización  para aumentar el control y minimizar la amenaza contra el estado autoproclamando de Israel.

 Aunque parezca difícil, plantar la semilla de la desestabiización no es caro ni complicado para los que lo han hecho durante muchos años  y que saben, por la experiencia acumulada, como manipular los acontecimientos para hacer estallar la violencia. Es mucho más sencillo, si cabe, hacerlo en un países donde la religión forma parte de la vida de sus habitantes, sobre todo si esta religión  es en su  esencia violenta, como sucede en el islam. Porque no nos engañemos, el islam es lo que es. Lo que les ocurre a los creyentes con frecuencia, sobre todo cuando la religión que procesan es tan absorbente que les  impide el raciocinio crítico, es que les hace a les radicales, les quita la visión de ver más allá de su percepción religiosa de la vida, y por tanto se vuelven vulnerables a los que urden planes contra ellos, a los que pretenden que se maten unos a otros para sacar tajada. Bañado por el Nilo, única pero muy rica fuente de vida para el  pías, Egipto no es pobre. El legado de una de las civilizaciones más importantes y prosperas de la historia humana sigue de momento en pie y les reporta millones de ingresos por turismo. Lamentablemente han olvidado quienes son y quienes fueron sus ancestros, dejándose llevar de la mano de aquellos que quieren su sangre. Quizás la parte más incómoda de este conflicto inducido, son lo hermanos musulmanes, aunque con buenas intenciones, no han sabido llevar al pueblo a una auténtica democracia, pues como su nombre indica están más preocupados de islamizar la política que del bien de su pueblo. En estas condiciones la posibilidad de una guerra civil puede ser inevitable, sobre todo cuando los países circundantes son los que definen las dos  facciones. Arabía Saudí,  y otros países con monarquía totalitaria,  apoyan ahora con ayudas al régimen militar golpista que ha tomado las riendas del país, mientras el pueblo, descontento tras el intento fallido de democratizar el país lucha y comienza a morir en las calles. Difícil futuro para un pueblo con tantas posibilidades, con tan enorme riqueza cultural.

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