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martes, 21 de enero de 2014

Desobediencia es responsabilidad

Ante los abusos y la injusticia del poder establecido, hay que luchar con cautela, pues combatir la violencia, en cualquiera de sus formas, con más violencia, puede legitimar al poder para ahondar todavía más en si sistema totalitario. En esencia el poder ejerce siempre la violencia y una de sus formas son leyes injustas que emana de una supuesta democracia, pues están destinadas a doblegar la voluntad de los que no quieren seguir sus directrices. Cuanto corrompida esté la democracia, mayor será el número de leyes destinadas a tal efecto. Ante esto no se puede ser pasivo, ya que la consecuencia directa es que las cosas no cambiarán, pudiendo ir solo  a peor. Hace muchos tiempo que un  sistema de represión gerarquico gobierna en todo el mundo, y ya sería tiempo de empezar a cambiar esto. 


La desobediencia es el métodos más inteligente no violento y humano de lucha, frente a la opresión, la injusticia o cualquier otra forma de violencia ejercida desde el poder. Su correcta aplicación deslegitima y desarma a cualquier sistema, por muy poderoso que este sea. Pero antes de ponerla en práctica hay que ser plenamente consciente de cual puede ser el costo personal y tener claros los objetivos que perseguimos; pues no se trata de imponer nuestro criterio, sino aportar algo que represente una mejora sobre el bien común y por ende, el nuestro propio. Por tanto, es preciso estar seguro de que nuestra causa es justa y no intentar sacar un clavo con otro. Aplicada con una motivación correta y determinación, esta es la única forma con la que conseguiremos apoyo y soporte de otros en la misma situación que la nuestra. Si por el contrario, perseguimos ideales equivocados o que provoquen enfrentamiento y división, lo único que haremos es alimentar al poder establecido y darles escusas para seguir oprimiento. En definitiva, estaremos creando nuevos conflictos.

Debemos tener muy presente que la desobediencia está en directa oposición con las leyes establecidas, por lo que el poder, para preservar su estatus, hará todo lo que esté en su mano para evitar perder el control. Las acciones previsibles son la creación de nuevas leyes para castigar a los desobedientes o el envío de las fuerzas de seguridad. Ambas acciones entrañan violencia, ya que como he dicho antes, intentan doblegar la voluntad del disidente.

Otra cosa a tener en cuenta es que la desobediencia implica, indirectamente, la renuncia a las ventajas del sistema legal establecido. Pues aunque en muchas de las constituciones está establecido el derecho a ejercer la desobediencia a leyes injustas, en la práctica es una ilusión que el poder  se ocupara de daclarar. 

Hoy, buscar causas justas no es una tarea complicada, empezando por la democracia que actualmente conocemos, que tal y como está establecida, es  corrupta. La interpretación que hacen los gobiernos occidentales de la democracia carece de la legitimidad que requiere un sistema de organización humana para alzarse como garante de libertad o justicia. Todas las leyes que emanan de un sistema injusto, son en esencia injustas; y esta democracia lo es. Para que una ley, fuese realmente justa, debería ser consensuada y aceptada de forma unánime por todos o la inmensa mayoría de personas, y no por representantes elegidos por una mayoría en unas elecciones viciadas por campañas electorales. Campañas sufragadas con las aportaciones de organizaciones que buscan su propio interés. Esta es la democracia que ahora padecemos. Un sistema en el que los sometidos a él, solo pueden intervenir cada cuatro años, y además condicionados o manipulados con ingeniería social. Por si fuera poco, la intervención directa en las decisiones gubernamentales, ni siquiera se contemplan o se hace forma testimonial.Una demoscracia de verdad no tendría millones de leyes para intervenir en todos los aspectos de la vida. Bastarían con unas cuantas leyes fundamentales para garantizar la convivencia.

Ante un sistema que no dispone de elementos participativos o acción directa sobre decisiones gubernamentales, no queda otro remedio que la aplicación de la desobediencia.”

A lo largo de la historia, han sido muchas las personas que se han usado en esta forma de lucha como único medio, bien sea de forma colectiva o individual. Sin duda, sus dos representantes más destacados defensores, fueron Mahama Gandhi y Martin Luther King; seguramente el segundo inspirado en el primero. Los cambios que produjo su acción, no violenta, sobre la sociedad, nos tendrían que hacer pensar en lo que un solo hombre puede conseguir aprendiendo a decir “NO”. Pues la desobediencia no es más que saber decir no, no a la injusticia, no a la violencia ejercida por el poder, no a las desigualdades sociales etc... Sin embargo, como he dicho antes, el coste personal puede ser muy alto; ambos perdieron la vida por sus ideales. Es pura especulación, pero seguro que sabían que sucedería así desde el principio.

Hemos visto que la desobediencia implica responsabilidad y objetivos claros. Se trata de tomar las riendas de nuestro destino como seres libres y entender que lo que tiene que perseguir cualquier sociedad es el bien común y la libertad individual de cada una de las personas que la componen. La sociedad actual no cumple ninguno de estos dos objetivos, por el contrario, se encamina a un sistema cada vez más totalitario, controlado y deshumanizado; donde la mayor parte de los individuos no son más que un sirvientes que nutren de riqueza y poder a una casta selecta y privilegiada. Una casta que vive ajena a los problemas al resto de la población y que solo piensa en mantener su situación de privilegio.

Así pues, cualquier campaña de desobediencia debería ir encaminada, en primer lugar, a derribar este sistema, antes que actuar sobre cualquier otra cosa. El sistema es el origen del mal. Pero como he dicho antes no se puede iniciar una desobediencia sin antes tener una alternativa. Esta alternativa es esencial, no solo para conseguir los apoyos sociales necesarios, sino para una conclusión exitosa de los objetivos primordiales. Dicha alternativa no debería ser muy difícil de consensuar, puesto que no creo que haya un sistema más injusto y perverso que el establecido en la actualidad. Es la única manera de que se de una auténtica revolución que no acabe en saco roto, como tantas otras que se han dado, y que solo han conducido a afianzar más el poder en unos pocos.

Una vez consensuado una alternativa, hay varias formas de desobediencia organizada que podrían doblegar este sistema opresor rápidamente; cualquiera de estas podría servir: Atacar su fuente de ingresos (impuestos), desobediencia a sus leyes, desatención a sus medios de comunicación, no utilizar sus sistemas de control primario, el dinero o tarjetas de crédito. Estos últimos elementos son las principales armas de sometimiento que utiliza el poder; una forma sutil de encadenarnos al sistema. Dejo este vídeo por si quedasen dudas de lo que hablo.
Cualquier forma de desobediencia que perjudique los intereses económicos será directamente proporcional a número de personas que se sumen a dicha campaña. Por tanto, solo pueden ser campañas colectivas con suficiente masa crítica para causar efecto. Al verse amenazado, el sistema opresor utilizará la herramienta que mejor conoce, el miedo. Pero si la masa crítica es suficiente, la esperanza podrá con el miedo.

Si analizamos acontecimientos recientes, por ejemplo la campaña de desobediencia “yo no pago”, que se dirigió fundamentalmente a los peajes de las autopistas, la reacción del gobierno fue convertir en delito saltarse un peaje, es decir, la amenaza, por tanto el miedo. Así mismo, las recientes protestas ciudadanas contra las políticas del gobierno, han tenido eco en este, en forma de leyes anti-protesta que han mermado sustancialmente el derecho a la misma y la imposición de fuertes multas, casi escandalosas, en caso de incumplimiento de dichas leyes. Es decir, más represión y miedo. Queda claro, que si una campaña de desobediencia no llega hasta sus últimas consecuencias, la victoria del poder está más que asegurada, y la perdida de derechos de los ciudadanos también.

Si realmente analizamos lo que este sistema nos da y lo que podríamos tener con otras alternativas, nos daremos cuenta que no tenemos casi nada, en comparación a lo que podríamos disfrutar. Vivimos en un mundo de abundancia, siempre y cuando los recursos estén bien gestionados, no en base al lucro ni a la cuenta de resultados de las multinacionales, que en último término, mandan sobre los políticos. Solo con una gestión de los recursos gestionados con sentido común, se puede asegurar la supervivencia de nuestra especie. El camino que llevamos recorrido con este sistema, solo nos da la clara idea de que nos conduce al desastre. Es un sistema basado en en principio equivocado de que los recursos crecen exponencialmente,y es más que demostrado, hasta que no se disponga de la tecnología necesaria, que solo tenemos un planeta, y que los recursos son limitados.



 Debemos desprendernos de los miedos que nos atan a un sistema podrido, y tomar las riendas de nuestros destinos con responsabilidad. No podemos dejar que otros hagan lo que es nuestra obligación.