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sábado, 28 de marzo de 2015

Trasporte aéreo 2ª parte. Cuestionando su existencia.


Razón de ser del transporte aéreo:


Hoy nos resulta muy normal mirar al cielo y observar más de tres aeronaves surcando los cielos. Las prisas que imponen los tiempos han hecho que este medio de trasporte prolifere de forma desbocada. Se estima que en cualquier momento hay volando, de media, unos 13.000 aparatos, una cifra que no para de crecer por el aumento de demanda y el fomento de una industria a todas luces insostenible y sin futuro. A estos hay que sumar los aparatos dedicados al transporte de mercancías y otros militares. Juntos podrían sumar de 14.000 o 15000.
El Boing 737-400, uno de los aviones más populares, carga en sus depósitos 20.104L de combustible y tiene una autonomía aproximada de 3810Km, volando a una velocidad de crucero de 840km/h y transportando hasta 168 pasajeros. Si tomásemos este aparato como como modelo para hacer un estadística del consumo de combustible que se consume cada hora por todas las aeronaves del mundo, las cifras nos abrumarían. Por poner burda aproximación y no entrar mucho en cifras: cada hora se queman en la atmósfera una media de 8.000 toneladas de combustible, lo que representa en un año más de 30 millones; una cifra absolutamente insoportable para una atmósfera ya dañada por otras industrias y actividades humanas. Por mucho que mejore la eficiencia de los motores a reacción, está claro que esto no puede durar mucho. El oxígeno que queman estos motores es el mismo que respiramos, y todo por llegar más rápido y más lejos, en unos tiempos donde esto se puede hacer de otras formas.
Existen proyectos que superan en velocidad y economía al transporte aéreo. Uno de esos proyectos es el tren que se mueve dentro de un túnel de vacío. Levitado por electroimanes. Este tren de trasporte de pasajeros o mercancías no tendría ante si lo que hace que un cuerpo necesite grandes cantidades de energía para moverse; el aire, por lo que podría alcanzar velocidades superiores a 10.000k/h gastando un 1% de lo que consume una aeronave o un barco. Además, la energía podría provenir directamente de fuentes sostenibles, pues no consumiría combustible, sino electricidad. Cierto que la inversión necesaria para construir las infraestructuras necesarias para hacerlo posible supondrían una enorme inversión ¿Pero acaso no supone más coste para nuestra supervivencia quemar cada año 30 millones de litros de combustible en la alta atmósfera? Si dicha infraestructura se pusiese en marcha, dejaría la industria de la aviación obsoleta y a los intereses petroleros que la fomentan arruinados. Así pues, no es que no haya alternativas, es qué hay intereses que impiden ponerla en práctica. Estos túneles se podrían construir encima de las líneas de tren ya existentes, o atravesando los océanos. Gracias a los avances en la aeronáutica y la tecnología espacial, hoy en día es posible construir estas infraestructuras dotándola de medidas de seguridad similares a las que tiene las aeronaves más modernas. Lamentablemente, es falta del incentivo económico lo que lo evita, algo que la industria aeronáutica y petrolera todavía tienen, aunque tenga los días contados.
Tendríamos que plantearnos seriamente cuando es necesario o no hacer un vuelo en una línea aérea; porque puede que sea más un capricho que no una necesidad. Internet y las telecomunicaciones en general, hacen posible reuniones virtuales e incluso le permiten a un cirujano hacer una operación desde el sillón de su casa. Los viajes, que enriquecen nuestra cultura y conocimiento sobre el mundo, siempre se disfrutan más cuando vamos lentamente, pudiendo parar en aquellos sitios que nos resulten interesantes y tomándonos el tiempo que sea necesario para ello. El camino en sí es el verdadero aprendizaje y mayor es la experiencia cuanto más lento. Siempre podemos parar y apartarnos del camino para aprender más de los sitios donde pasamos. Entonces ¿Porqué elegir un medio de transporte en el que no podemos más que esperar la llegada? Es la cultura de lo inmediato, del placer instantáneo que nos han inculcado, lo que nos lleva a elegir viajar rápido. La falta de tiempo por tener que estar esclavizados con el reloj y los pocos días disponibles para hacer auténticos viajes.

Siendo sincero, tengo que decir que me resulta casi doloroso escribir este porst, porque desde pequeño anhelé ser piloto y dominar los cielos con uno de estas maravillas de la tecnología aeronáutica, y aunque en parte cumplí ese sueño volando con ULM y en parapente, por mis circunstancias personales nunca pude conseguirlo. Solo pude conformarme con los simuladores de vuelo, como X-plane, un simulador capaz de recrear y poner a mi alcance la experiencia de pilotar una aeronave como un 747 sin salir de mi habitación. Se que solo es un sucedáneo, pero se parece mucho a la realidad. Después del tiempo recorrido y de los muchos viajes que he realizado, puedo afirmar que de todas las experiencias, las mejores fueron a la velocidad que mis piernas me daban, haciendo el camino de Santiago o en mis excursiones por los bosques del Pirineo, cuando era más joven. Cada paso fue una experiencia. No puedo decir lo mismo de las largas esperas en los aeropuertos, ni de esos vuelos de poca duración, una emoción propia del comienzo que se queda en nada.

La industria del transporte aéreo, al menos hasta que existan otras tecnologías más limpias, son, concluyendo, algo que debería de limitarse a lo estrictamente necesario. No es sostenible y perjudica al medio ambiente. Los más beneficiados de su abuso son las multinacionales del petróleo, que lo están promocionando, solo buscan el beneficio de los inversores a costa de nuestro perjuicio. A la hora de viajar, tendríamos que pensarlo dos veces, no solo si nos reporta algún beneficio, sino lo que estamos haciendo a generaciones venideras.

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