Translate

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Nacionalismo catalán o fascismo encubierto


Han sido necesarios treinta años de ingeniería social para alcanzar la  masa crítica que el independentismo necesitaba para atreverse a poner en práctica su proyecto secesionista. Por fin, después de  años de inyectar veneno en los colegios, de alimentar con subvenciones medios de comunicación y culpando a todo de las  carencias de la autonomía al "estado opresor espñol", los políticos independentistas se atrevieron a dar el paso final hacia el precipicio.

Con ello, estos iluminados han quebrado el estado de derecho para intentar imponer su ley por la fuerza. Creen estar preparados y legitimados para que poner en riesgo la economía, la paz social, el estado de derecho, su seguridad, Europa y el marco de convivencia, que aunque mejorable es lo mejor que hemos tenido en España.  Pero todo esto, tan importante para la vida cotidiana de los ciudadanos y que ha costado tanto esfuerzo conseguir, les importó un carajo.

Es cierto que el sistema es francamente mejorable, que hay y  habrá corrupción, que los servicios son deficientes y que hay políticos infames que solo piensan en su propio beneficio.  Pero que  la confrontación y la imposición de una idea absurda de independencia puede solucionar todos estos problemas, es una promesa sin fundamento ni razón, una gran barbaridad fruto de mentes trastornadas que persiguen sueños ya evaluados por la historia, donde miles de muertos atestiguan su fracaso.

Fue  mucho el sacrificio y la sangre derramada para conseguir el estado de derecho, ponerlo en riesgo por  una idea falaz. Sin embargo, es comprensible que los políticos promotores de este disparate quieran arriesgar todo y que no les importe perder. Ellos tienen la vida resulta, y piensan que si  las cosas le salen muy mal, pueden cruzar los Pirineos y huir con sus dineros, como lo hicieron en el pasado, mientras los que se quedaron para defenderse de la tiranía del estado fascista fueron encarcelados o fusilados.

La memoria de pez de los ciudadanos y la manipulación en el sistema educativo ha hecho que de nuevo el pueblo  haya caído en el engaño, dejándose llevar por locos que no respetan ni su propia historia. No se dan cuenta que   se repite. De la misma manera que el partido nazi llegó al poder y proclamó el estado fascista en Alemania, los independentistas llegan para imponer su ley creyéndose poseedores de la verdad absoluta y de soluciones mágicas que arreglarán la vida de la gente; todo ello justificando un apoyo de la gente que han manipulado para que les apoye y utilizando chivos expiatorios para tapar sus vergüenzas.

Fue en el año 1.933, cuando Hitler pasó por encima de la Constitución de la República de Weimar y aprobada la “Ley para solucionar los peligros que acechan al Pueblo y al Estado”, abreviada como la “ley habilitante”. Para aprobar aquella ley, en realidad, era necesario disponer de una mayoría cualificada de dos tercios. El partido nazi (NSDAP) disponía de 288 diputados de un total de 647, es decir del 44% de la cámara. Menos de la mitad. Pero había otro partido por ahí, el Partido Nacional del Pueblo Alemán (DNVP), con el que llegaban a sumar el 53%. Necesitaban dos tercios, pero ¿para qué? Si las calles eran suyas, las iluminaban con sus antorchas, y se sabían los verdaderos representantes del pueblo alemán. ¿A qué había que hacer caso? ¿A la ley, o a la voluntad del pueblo expresada en el parlamento alemán? Decidieron que a lo segundo…y el resto ya es historia.

 Puede que esta sea una muestra más de que la democracia solo es válida cuando el pueblo que la práctica está preparado para ello. Creer que el apoyo enfervorizado demuestra que las ideas nacionalistas son buenas es tan erróneo como pensar que en una guerra se solventan los problemas. Lo único que demuestra es que existe un pueblo engañado por políticos populistas e irresponsables; un pueblo en manos de energúmenos que no pretenden más que su propio beneficio; ególatras dispuestos a llevar a todo un pueblo al desastre por satisfacer su insaciable ego.

Un pueblo nunca debería ser manipulado de esta manera por las falacias promulgadas por irresponsables, pero sigue ocurriendo y esto denota nuestro poco avance como sociedad y como individuos. La similitud con estos momentos de la historia son irrefutables.  Hitler ascendió al poder culpando de todos los males de Alemania a agentes externos y a las razas “inferiores”.  Los nacionalistas independentistas lo hacen con los que ellos llaman españoles,  y el pueblo se lo ha creído. En realidad están llamando “enemigo y fascistas” a familiares, vecinos y hasta hermanos porque no piensan igual. Pero todo esto no importa, como tampoco los años de convivencia, ni las raíces comunes, ni el parentesco, ni el vínculo territorial tan evidente. Para el nacionalismo independentista los españoles son como los judíos; una raza inferior y un país extranjero. El nacionalismo y este afán en romper el estado de derecho, evidencia solo  una huida hacia adelante para evadir su propia mediocridad como políticos, al no ser capaces de mejorar las condiciones de  vida de la gente que les ha puesto en el poder.

Esto es totalitarismo y fascismo en su más pura expresión.

Sobre la ráiz del problema

http://www.vozpopuli.com/desde_la_heterodoxia/Espana-necesidad-refundacion_7_1062863704.html