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viernes, 27 de julio de 2018

Ciencia sin conciencia


ciencia y capitalismoLos avances en todas las campos de la ciencia han cambiado nuestras vidas por completo, haciéndolas más cómodas y fáciles. La medicina, como ciencia,  ha reducido las tasas de mortalidad y mejorado la calidad de nuestras vidas. Así mismo, las investigaciones en el campo de la física, nos ha ayudado a comprender  algunos de los secretos más profundos del universo. También, gracias a estos avances,  hoy disponemos de materiales de alta tecnología con propiedades increíbles que han hecho posible la construcción de dispositivos que antes solo se veían en películas de ciencia ficción.  Viendo todo esto, podríamos pensar  que vivimos la  época dorada de la ciencia, un idilio entre las necesidades del hombre y su ciencia. Pero si miramos atrás en la historia y en profundidad el mundo científico actual, nos daremos cuenta que no es lo que parece. Para empezar, la época  dorada de la ciencia, en opinión de muchos, forma parte del pasado, como el espíritu de aquellos pioneros  que la  protagonizaron. Hoy la ciencia se ha vuelto conservadora e inmovilista, algo que va en contra de la esencia misma de la ciencia. 

Como en muchos  aspectos de la sociedad moderna,  la ciencia y sus científicos, han sustituido el afán de superación personal y la pasión por descubrir, por la obtención de beneficio económico rápido. Con ello  han caído en corrupción, convirtiendo la ciencia  en puro lucro al servicio del dinero. Esta motivación pone en cuestión el objetivo final de la ciencia en general, ya que se desconectada de las necesidades humanas. En definitiva, cuando la  ciencia  se mueve por lucro  queda  contaminada hasta tal punto que deja de ser ciencia, convirtiéndose en una forma más de ganar dinero. En tal caso, tenemos un problema que afecta a su ética a la hora de buscar resultados.   
Cuando las líneas de investigación las deciden las empresas, es decir, el poder económico, la investigación nunca busca el bien común o el conocimiento, que debería ser el objetivo primordial de cualquier proyecto científico, sino el lucro de esas empresas.  Esto, raras veces resulta beneficiosos para la sociedad en general, y si lo hace  será una consecuencia derivada y no un objetivo. Tampoco será un beneficio social a largo plazo, pues  solo se considera el lucro a corto plazo como prioridad, sin tener en cuenta las consecuencias en el tiempo, que pueden ser tremendamente negativas.
Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en la invención de los embases de plástico. Su desarrollo trajo abaratamiento  de costes y grandes beneficios económicos a las empresas. Así mismo aportó comodidad a los ciudadanos.  Pero a largo plazo, la sustitución del cristal por el plástico ha  supuesto un gravísimo problema medioambiental y de salud pública  a nivel planetario. En este caso, como en muchos otros,  se da la circunstancia que lo que un problema que fue creado por la empresa privada, acabó resultando un problema  que deberá ser subsanado con dinero público y con un coste incalculable. Teniendo en cuenta que no estamos hablando de personas estúpidas, alguien se daría cuenta del problema, pero primó más el beneficio que el daño, demostrándose así que se impuso la ética del dinero.

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Si hablamos de la medicina y de medicamentos, también  nos encontramos de entrada  con un dilema  moral. Porque la medicina y el lucro, en teoría,  deberían ser incompatibles. Pensemos por un momento que  si el fin último de los medicamentos fuese  curara las enfermedades crónicas o atajar la raíz de las enfermedades, la industria farmacéutica, cuyo principal objetivo, no nos engañemos, es ganar dinero, se quedaría sin clientes muy pronto.  Es por eso que no tienen en cuenta los remedios naturales o terapias alternativas o medicamentos que curan de verdad. Por ello  desprecian o criminalizan a quienes usan medios que no controlan llamándoles  pseudocientíficos.  Aparte de haberse vuelto tremendamente inflexible y elitista, como las demás ciencias,  la medicina de hoy precisa de clientes que consuman remedios caros. Y hay que tener en cuenta que la mayoría de las investigaciones científicas están sufragadas por la industria farmacéutica, que como he dicho antes, tiene como fin último ganar dinero y no curar. 
Los científicos pioneros y que han sido reconocidos por la historia como genios, en su inmensa mayoría no persiguieron el lucro o el reconocimiento social  como fin último de su trabajo, más bien fue una consecuencia. Es más, algunos acabaron en la más absoluta pobreza o repudiados por la sociedad, mientras otros más desafortunados y combativos,    incluso presos o condenados a muerte. Pese a ello, fueron muy pocos los que  renunciaron a la verdad.   Al contrario que estas personas, salvo eminentes excepciones,  los científicos actuales han vendido  su alma y carecen de ese espíritu altruista  de superación. Ya no abundan entre ellos personas con  la motivación y la valentía necesaria para enfrentarse al mundo por defender la verdad.  Son muy pocos ya los que arriesgan su carrera por enfrentarse a lo establecido, los que no dan nada por sentado o  no se conformaban  hasta encontrar la verdad cueste lo que cueste.