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jueves, 25 de octubre de 2018

Demagogia


La demagogia, como muchos saben, es una práctica utilizada por malos políticos, sobre todo por aquellos dispuestos a pagar cualquier precio por o alcanzar el poder y mantenerse en el, sin importarles las consecuencias que pueda tener para el pueblo o para ellos mismos.
Mentir compulsivamente, tratar al pueblo como si fueran niños, hacen ver que todo va bien cuando se avecinan desastres, realizar acciones que a corto plazo pueden funcionar, pero que a la larga provocan grandes perjuicios, estas son algunas de las prácticas de los políticos que han fulminado países enteros y llevado a sus habitantes a la ruina. Y no es de extrañar, ya que la demagogia es un síntoma más de una una enfermedad mental, que además se manifiesta con otros síntomas, como los delirios de grandeza, la megalomanía, la mitomanía, el narcisismo y el egocentrismo. Si juntamos todo esto y añadimos un poco de inteligencia para la manipulación, tenemos un psicópata que esconde un único objetivo, él mismo.
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La demagogia es una forma perversa de gobernar, que aporta solo resultados nefastos, tanto para los políticos que la practican, como para el pueblo que las sufre. A pesar de ello, todavía hay una masa ingente que mantiene a estos políticos en el poder con su voto inconsciente. Con la demagogia, al final todos acaban perjudicados, aunque siempre, en mayor medida el pueblo en general, que puede verse arrastrado por la ideología del demagogo y cayendo en sus mismas contradicciones y miserias morales.
A pesar de conocer sus resultados, hoy en día, los parlamentos de todo el mundo están plagados de demagogos irresponsables, que asumen puestos de relevancia política con el objetivo de hacer realidad sus ambiciones personales, en vez de servir al pueblo y gestionar sus recursos. Se trata pues de un mal endémico de una sociedad a la que le queda mucho por aprender, sobre todo en lo que se refiere al bien común y a la democracia, incapaz de excluir a estos enfermos, tan perjudiciales, de las instituciones y puestos de relevancia política, empresarial o financiero.
Entre principios del siglo XX y hasta hace poco, era más común la práctica de la demagogia por parte de algunos políticos, de la llamada derecha. Ahora, esta práctica se ha extendido y se hace más evidente entre los políticos, de la llamada izquierda. Es lo que se ha dado en llamar populismo, un cóctel realmente tóxico y reaccionario, no tanto por la ideología en sí, que al fin y al cabo, no es más que una etiqueta voluble, sino por el corte totalitario, que apenas se preocupan de ocultar detrás de sus discursos, plagados, como no, de demagogia.

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