Con el dinero estafado por
los parquímetros y los impuestos más elevados de la comarca, Vilanova i
Geltrú bien podría haber sido el mirador del Mediterráneo, adornada con
estatuas de bronce y paseos marítimos forrados de mármol veneciano.
Pero gracias a la brillante gestión económica de sus corruptas
administraciones, Vilanova i la Geltrú no es más que una insulsa ciudad
dormitorio, fea y sin vida; una ciudad donde caminar o ir en bicicleta requiere de una atención especial, si no quieres acabar cayendo en algún
socavón.
Sin arquitectura ni planificación, es de esos pueblos que nada tienen que ofrecer al visitante, más que playas sucias y mal cuidadas y donde ni siquiera puedes dejar el coche sin dejarte la cartera; un insulto a la vista. Su alcaldesa actual, la ultra-nacionalista Neus Lloveras, no duda en gastar el dinero público robado en los parquímetros en viajecitos a Bruselas y propaganda nazi, insultando y ofendiendo a todos los que no comulgan con su credo, algo que nunca debería hacer alguien con vocación de servicio a todos sus ciudadanos. La alcaldesa pitufa, conocida así por haber pintado todas las calles de azul, debería sentir vergüenza de tener su pueblo como lo tiene y mientras gastarse los dineros en estupideces. Esta pequeña ciudad bien podría haber sido el orgullo de sus ciudadanos de no ser por la pésima gestión de ella y de sus predecesores. Es un ejemplo más de esta clase política, que lejos de preocuparse por el bienestar de sus ciudadanos,se dedica a maltratarlos y a limpiar sus bolsillos para llenar los suyos y los de sus amigos, dejando una herencia de ruina y descuido; eso sí, de forma muy patriótica. Gracias a ella y otros como ella, un hermoso pueblecito de pescadores se convirtió en otra insana aberración arquitectónica que daña la vista y los sentidos.
Pero la culpa de esto no la tienen solo los alcaldes ni las administraciones ineficaces, la tenemos los ciudadanos por no hacer nada ante los atropellos del poder, al dejarnos engatusar por ideas y proclamas que nada tienen que ver con la gestión de la ciudad y si con las elucubraciones mentales de algunos mal nacidos sedientos de poder y gloria, dispuestos a pagar cualquier precio por ella. Es nuestra tarea derrocar sus regímenes autoritarios e inquisitoriales, que devastan nuestros bolsillos y afean nuestras ciudades con decisiones partidarias y sin sentido. Les damos poder durante cuatro años para aumentar las tasas impositivas y complicarnos la vida más de lo que ya nos la complican los gobiernos centrales, autonómicos, comarcales y demás vividores a costa de los ajeno, y yo me pregunto ¿Por qué? Pudiendo ser nosotros mismos quienes gestionemos los recursos y pongamos nuestras normas. ¿Acaso somos niños de parvulario para no poder hacerlo? ¿Acaso los necesitamos?
Sin arquitectura ni planificación, es de esos pueblos que nada tienen que ofrecer al visitante, más que playas sucias y mal cuidadas y donde ni siquiera puedes dejar el coche sin dejarte la cartera; un insulto a la vista. Su alcaldesa actual, la ultra-nacionalista Neus Lloveras, no duda en gastar el dinero público robado en los parquímetros en viajecitos a Bruselas y propaganda nazi, insultando y ofendiendo a todos los que no comulgan con su credo, algo que nunca debería hacer alguien con vocación de servicio a todos sus ciudadanos. La alcaldesa pitufa, conocida así por haber pintado todas las calles de azul, debería sentir vergüenza de tener su pueblo como lo tiene y mientras gastarse los dineros en estupideces. Esta pequeña ciudad bien podría haber sido el orgullo de sus ciudadanos de no ser por la pésima gestión de ella y de sus predecesores. Es un ejemplo más de esta clase política, que lejos de preocuparse por el bienestar de sus ciudadanos,se dedica a maltratarlos y a limpiar sus bolsillos para llenar los suyos y los de sus amigos, dejando una herencia de ruina y descuido; eso sí, de forma muy patriótica. Gracias a ella y otros como ella, un hermoso pueblecito de pescadores se convirtió en otra insana aberración arquitectónica que daña la vista y los sentidos.
Pero la culpa de esto no la tienen solo los alcaldes ni las administraciones ineficaces, la tenemos los ciudadanos por no hacer nada ante los atropellos del poder, al dejarnos engatusar por ideas y proclamas que nada tienen que ver con la gestión de la ciudad y si con las elucubraciones mentales de algunos mal nacidos sedientos de poder y gloria, dispuestos a pagar cualquier precio por ella. Es nuestra tarea derrocar sus regímenes autoritarios e inquisitoriales, que devastan nuestros bolsillos y afean nuestras ciudades con decisiones partidarias y sin sentido. Les damos poder durante cuatro años para aumentar las tasas impositivas y complicarnos la vida más de lo que ya nos la complican los gobiernos centrales, autonómicos, comarcales y demás vividores a costa de los ajeno, y yo me pregunto ¿Por qué? Pudiendo ser nosotros mismos quienes gestionemos los recursos y pongamos nuestras normas. ¿Acaso somos niños de parvulario para no poder hacerlo? ¿Acaso los necesitamos?