Ante los abusos y la injusticia del poder establecido, hay que luchar con cautela, pues combatir la violencia, en cualquiera de sus
formas, con más violencia, puede legitimar al poder para ahondar
todavía más en si sistema totalitario. En esencia el poder ejerce siempre la violencia y una de sus formas son leyes injustas que emana de una supuesta democracia, pues están
destinadas a doblegar la voluntad de los que no quieren seguir sus
directrices. Cuanto corrompida esté la democracia, mayor será el número de leyes destinadas a tal efecto. Ante esto no se puede ser pasivo, ya que la consecuencia directa es que las cosas no cambiarán, pudiendo ir solo a peor. Hace muchos tiempo que un sistema de represión gerarquico gobierna en todo el mundo, y ya sería tiempo de empezar a cambiar esto.
La desobediencia es el métodos más inteligente no violento y humano de lucha, frente a la
opresión, la injusticia o cualquier otra forma de violencia ejercida
desde el poder. Su correcta aplicación deslegitima y desarma a
cualquier sistema, por muy poderoso que este sea. Pero antes de
ponerla en práctica hay que ser plenamente consciente de cual puede
ser el costo personal y tener claros los objetivos que perseguimos;
pues no se trata de imponer nuestro criterio, sino aportar algo que
represente una mejora sobre el bien común y por ende, el nuestro
propio. Por tanto, es preciso estar seguro de que nuestra causa es
justa y no intentar sacar un clavo con otro. Aplicada con una motivación correta y determinación, esta es la única forma con la que conseguiremos
apoyo y soporte de otros en la misma situación que la nuestra. Si por el contrario, perseguimos ideales equivocados o que provoquen enfrentamiento y división, lo único que haremos es alimentar al poder establecido y darles escusas para seguir oprimiento. En definitiva, estaremos creando nuevos conflictos.
Debemos tener muy presente que la
desobediencia está en directa oposición con las leyes
establecidas, por lo que el poder, para preservar su estatus, hará
todo lo que esté en su mano para evitar perder el control. Las
acciones previsibles son la creación de nuevas leyes para castigar a
los desobedientes o el envío de las fuerzas de seguridad. Ambas
acciones entrañan violencia, ya que como he dicho antes, intentan
doblegar la voluntad del disidente.
Otra cosa a tener en cuenta es que la
desobediencia implica, indirectamente, la renuncia a las ventajas
del sistema legal establecido. Pues aunque en muchas de las
constituciones está establecido el derecho a ejercer la
desobediencia a leyes injustas, en la práctica es una ilusión que
el poder se ocupara de daclarar.
Hoy, buscar causas justas no es una
tarea complicada, empezando por la democracia que actualmente
conocemos, que tal y como está establecida, es corrupta. La interpretación que hacen los gobiernos
occidentales de la democracia carece de la legitimidad que requiere
un sistema de organización humana para alzarse como garante de
libertad o justicia. Todas las leyes que emanan de un sistema
injusto, son en esencia injustas; y esta democracia lo es. Para
que una ley, fuese realmente justa, debería ser consensuada y
aceptada de forma unánime por todos o la inmensa mayoría de
personas, y no por representantes elegidos por una mayoría en unas
elecciones viciadas por campañas electorales. Campañas sufragadas
con las aportaciones de organizaciones que buscan su propio interés.
Esta es la democracia que ahora padecemos. Un sistema en
el que los sometidos a él, solo pueden intervenir cada cuatro años,
y además condicionados o manipulados con ingeniería social. Por si
fuera poco, la intervención directa en las decisiones
gubernamentales, ni siquiera se contemplan o se hace forma
testimonial.Una demoscracia de verdad no tendría millones de leyes para intervenir en todos los aspectos de la vida. Bastarían con unas cuantas leyes fundamentales para garantizar la convivencia.
“Ante un sistema que no dispone de
elementos participativos o acción directa sobre decisiones
gubernamentales, no queda otro remedio que la aplicación de la
desobediencia.”
A lo largo de la historia, han sido
muchas las personas que se han usado en esta forma de lucha como
único medio, bien sea de forma colectiva o individual. Sin duda, sus
dos representantes más destacados defensores, fueron Mahama
Gandhi y Martin Luther King; seguramente el segundo inspirado en el
primero. Los cambios que produjo su acción, no violenta, sobre la
sociedad, nos tendrían que hacer pensar en lo que un solo hombre
puede conseguir aprendiendo a decir “NO”. Pues la desobediencia
no es más que saber decir no, no a la injusticia, no a la violencia
ejercida por el poder, no a las desigualdades sociales etc... Sin
embargo, como he dicho antes, el coste personal puede ser muy alto;
ambos perdieron la vida por sus ideales. Es pura especulación, pero
seguro que sabían que sucedería así desde el principio.
Hemos visto que la desobediencia
implica responsabilidad y objetivos claros. Se trata de tomar las
riendas de nuestro destino como seres libres y entender que lo que
tiene que perseguir cualquier sociedad es el bien común y la
libertad individual de cada una de las personas que la componen. La
sociedad actual no cumple ninguno de estos dos objetivos, por el
contrario, se encamina a un sistema cada vez más totalitario,
controlado y deshumanizado; donde la mayor parte de los individuos no
son más que un sirvientes que nutren de riqueza y poder a una casta
selecta y privilegiada. Una casta que vive ajena a los problemas al
resto de la población y que solo piensa en mantener su situación de
privilegio.
Así pues, cualquier campaña de
desobediencia debería ir encaminada, en primer lugar, a derribar
este sistema, antes que actuar sobre cualquier otra cosa. El sistema
es el origen del mal. Pero como he dicho antes no se puede iniciar
una desobediencia sin antes tener una alternativa. Esta alternativa
es esencial, no solo para conseguir los apoyos sociales necesarios,
sino para una conclusión exitosa de los objetivos primordiales.
Dicha alternativa no debería ser muy difícil de consensuar, puesto
que no creo que haya un sistema más injusto y perverso que el
establecido en la actualidad. Es la única manera de que se de una
auténtica revolución que no acabe en saco roto, como tantas otras
que se han dado, y que solo han conducido a afianzar más el poder en
unos pocos.
Una vez consensuado una alternativa,
hay varias formas de desobediencia organizada que podrían doblegar
este sistema opresor rápidamente; cualquiera de estas podría
servir: Atacar su fuente de ingresos (impuestos), desobediencia a
sus leyes, desatención a sus medios de comunicación, no utilizar
sus sistemas de control primario, el dinero o tarjetas de crédito.
Estos últimos elementos son las principales armas de sometimiento
que utiliza el poder; una forma sutil de encadenarnos al sistema.
Dejo este vídeo por si quedasen dudas de lo que hablo.
Cualquier forma de desobediencia que
perjudique los intereses económicos será directamente proporcional
a número de personas que se sumen a dicha campaña. Por tanto, solo
pueden ser campañas colectivas con suficiente masa crítica para
causar efecto. Al verse amenazado, el sistema opresor utilizará la
herramienta que mejor conoce, el miedo. Pero si la masa crítica es
suficiente, la esperanza podrá con el miedo.
Si analizamos acontecimientos
recientes, por ejemplo la campaña de desobediencia “yo no pago”,
que se dirigió fundamentalmente a los peajes de las autopistas, la
reacción del gobierno fue convertir en delito saltarse un peaje, es
decir, la amenaza, por tanto el miedo. Así mismo, las recientes
protestas ciudadanas contra las políticas del gobierno, han tenido
eco en este, en forma de leyes anti-protesta que han mermado
sustancialmente el derecho a la misma y la imposición de fuertes
multas, casi escandalosas, en caso de incumplimiento de dichas
leyes. Es decir, más represión y miedo. Queda claro, que si una
campaña de desobediencia no llega hasta sus últimas consecuencias,
la victoria del poder está más que asegurada, y la perdida de
derechos de los ciudadanos también.
Si realmente analizamos lo que este
sistema nos da y lo que podríamos tener con otras alternativas, nos
daremos cuenta que no tenemos casi nada, en comparación a lo que
podríamos disfrutar. Vivimos en un mundo de abundancia, siempre y
cuando los recursos estén bien gestionados, no en base al lucro ni a
la cuenta de resultados de las multinacionales, que en último
término, mandan sobre los políticos. Solo con una gestión de los
recursos gestionados con sentido común, se puede asegurar la
supervivencia de nuestra especie. El camino que llevamos recorrido
con este sistema, solo nos da la clara idea de que nos conduce al
desastre. Es un sistema basado en en principio equivocado de que los
recursos crecen exponencialmente,y es más que demostrado, hasta que
no se disponga de la tecnología necesaria, que solo tenemos un
planeta, y que los recursos son limitados.
Debemos desprendernos de los miedos
que nos atan a un sistema podrido, y tomar las riendas de nuestros
destinos con responsabilidad. No podemos dejar que otros hagan lo
que es nuestra obligación.