Así como funciona esto: Nos ponen
delante una realidad, que a priori parece imposible para que creamos
que es ficción. De esta forma aceptamos y no mostramos agresividad
ni rechazo, de forma que nos convertimos en dóciles corderos yendo al
matadero. Los hechos deben hablan por si solos, y no ser ocultados,
porque si así fuese, seguramente, nos rebelaríamos, es mejor que
se vea todo con claridad, porque una cosa es ver la realidad y otra
bien distinta tomar conciencia de la misma y sus implicaciones.
De nada sirve que hayamos visto que
las elecciones son un camelo, que siempre ganan los mismos, porque así
está programado. De nada sirve que veamos con nuestros ojos que la
economía no pertenece a los gobiernos, sino a los usureros, a esos
que llaman los mercados, y que serán, al final, quienes acabarán por
tomar el control de nuestras vidas. Nos parece tan lejano e imposible
que no lo asumimos, y si no lo asumimos ¿Para que
combatir algo que no parece real?
Hemos visto muchas películas basadas
en argumentos, que aunque posibles, eran de muy difícil realización
práctica. En aquel momento nos parecieron imposibles, y por eso se
llamaron películas de ciencia ficción. Posteriormente, muchas de
estas películas, han acabado convirtiéndose en realidad, incluso yendo mucho más lejos de lo que en la película se describía. No
sin razón, algunos piensan que esto no es casual, que la industria
del cine es un eslabón más de la cadena cuya principal tarea es
preparar al público elaborando realidades que serán aplicadas más
tarde; entra dentro de lo posible, aunque no necesariamente, puede
ser simple casualidad, o no.
La psicología, sociología y
psiquiatría han avanzado mucho. Son ciencias que se utilizan
constantemente en los medios de comunicación, en la publicidad y en
los lugares de trabajo. De forma discreta controlan nuestras vidas,
nuestro consumo diario y hasta nuestras actitudes frente a los
problemas cotidianos. Gobiernos de todo el mundo las aplican para
controlar las reacciones de la población, el comportamiento social o
los hábitos de consumo. Son herramientas, que hábilmente utilizadas
por el poder, pueden conducir a todo un país a una guerra, solo es
cuestión manipular los sentimientos adecuados, el sentimiento de
pertenencia al grupo, etnia o religión; no es difícil. Se utiliza
por la policía para combatir a los insurrectos, para infundir el
miedo. Pero la aplicación de estos conocimientos no bastan para
controlar a una sociedad, hace falta mucho más para subyugarla.
Desde que somos muy pequeños perdemos
nuestra percepción de lo que realmente somos para convertirnos en lo
que los demás quieren que seamos. Nuestra consciencia es contaminada
por conceptos, ideas y percepciones de otros. Nos enseñan el como,
pero no a preguntarnos el porqué. Nuestra curiosidad innata se va
desvaneciendo abrumada por conocimientos prefabricados, conocimientos
implantados en nuestra mente y que nos impide ver nuestra auténtica
naturaleza. Estos conocimientos no son inciertos, son elaborados para
no ser cuestionados. Ya desde el colegio, y luego desde los medios
de comunicación, nos conducen a ser socialmente compatibles, a no
rebelarnos ante una realidad, que en otras circunstancias nos
parecería aberrante.
En estas condiciones es muy difícil
rebelarse, estamos condicionados a seguir al líder, las ideas
dominantes y la opinión general. Por otra parte se nos ha inculcado
un miedo irracional que condiciona nuestras acciones, es el miedo a
ser diferentes y tener la valentía de ser nosotros mismos al margen
de pensamiento dominante o de la opinión de otros. Gracias a ello el
poder seguirá siendo lo que és y la inmensa mayoría de las
personas seguiremos siendo sumisos corderos a su disposición. Solo
grandes seres humanos han sido capaces de enfrentarse a todo esto y
vencer. Superar las ideas de los demás, ser genuinos, valientes y
libres. Muchos de ellos pagaron con su vida o fueron marginados, pero
todos ellos murieron libres y felices, pues no hay mejor dicha que la
aceptación de la propia naturaleza de uno mismo.
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