Con los quehaceres
de su cargo, siempre ocupado y preocupado por su empresa, los
balances y todas esas cosas que yo no entiendo, seguro que se ha olvidado usted de
mí.
Quizás me recuerde
de aquella vez, cuando paseaba por la empresa acompañado de su séquito de lamedores y mamporreros, orgulloso de su planta y sus máninas. Yo estaba en la cadena de
producción, haciendo ese trabajo monótono en una de esas. Esperaba
que se acercase a mí para dirigirme unas palabras de aliento, pero se limitó a explicar a sus lamedores
las virtudes de la máquina. Yo mientras rezaba también para que no me saliese
algo mal en su presencia. Usted ni siquiera me dedicó un minuto de
atención, paso de largo porque ya sabía lo que iba a pasar, ya tenía nuevos planes para mí.
Pocos días después me enteré que
una nueva máquina, más moderna, me sustituirá. Ya no necesitará
más de mis servicios; la máquina hará todo sola. Sabiendo esto ya puedo
escribirle para decirle a dios y cuatro cosas más que supongo no tendrá la decencia de leer, pero po si acaso aquí quedan.
Durante todo el
tiempo que he trabajado para su empresa, se me ha exigido
eficiencia, productividad, compromiso, puntualidad y no más porque
la ley se lo impedía. Durante ocho otras y cinco días por semana, cuando no más, he
estado aquí, cumpliendo con mi cometido y sus exigencias. Eso si, a
cambio he recibido las migajas de sus inmensos beneficios. Cuando ha hecho falta y la producción lo exigía, sobre todo en los
primeros tiempos, fueron muchas las horas que dediqué, horas que no
se pagaron ni tubieron recompensa, mas que promesas que no se cumplieron. Después de muchos años, cuando la empresa se hizo
grande, comencé a cobrar algo más, pero llegó la crisis, y a mí,
como a mis compañeros, nos bajaron el sueldo. Como muchos, y por
miedo a perderlo todo, lo aceptamos; que remedio, pero estubimos al pie del cañón, aguantando por usted y su maldita empresa.
No se ofenda por lo que le voy ha decir, no es con mala intención: Puede
que tenga usted muchos estudios, algunos masters y títulos, pero no
sabe evaluar correctamente lo que yo le he entregado a cambio del misero salario que me ha dado.
En el tiempo que llevo trabajando para usted, sin contar las
horas sin remunerar, le he dedicado más 122.000 horas de mi vida.
Puede que usted vea en esto un trato justo, pero lo cierto es que si
tuviera que pagar a su precio real, un solo segundo de mi vida, ni
con su fortuna y todos sus bienes podría pagarlo, ha pagado usted la vida de una persona a precio de saldo.
Imagine por un instante, que le
dijeran que su hija, Dios no lo quiera, tuviese una enfermedad
incurable y que le quedaban pocos días de vida. ¿Podría usted
pagar un solo minuto de más para su hija? ¿Acaso son mis hijos
diferentes a los suyos? Podría haber llegado a ser un buen escultor,
quizás a escribir como es debido, educar a mis hijos y estar cuando
me necesitaban, pero no, tenía que fichar. ¿y aun cree que es un
trato justo? Pues siga creyendo, al fin y al cabo, usted como yo,
somos esclavos del mismo sistema. Vivimos en una sociedad que ha
olvidado cual es el motivo por el cual se creo, perdiendo nuestra
humanidad en el camino. Aquí se queda con su empresa y mi
compasión. Pues yo, aunque tarde, he despertado, usted ya no lo
hará jamás y su karma, inexorable, como a todos, le pasará factura.
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