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jueves, 4 de octubre de 2018

El germen de la violencia colectiva


La violencia en grupo o colectiva, es un fenómeno que sigue creciendo en pleno siglo 21con las consecuencias que todos conocemos. Al contrario de lo que muchos creen, la participación de las personas en este tipo de violencia, no depende del estatus social o la educación, tampoco de la edad ni de del sexo, si siquiera de ninguna causa concreta. La violencia colectiva es un medio de terror que se utiliza para fines de control social, y por tanto interesa que sea indiscriminado. No es algo que pertenece a la naturaleza humana de forma natral, es inducida.

El individuo que participa en esta violencia,  se ve inmerso en ella sin conocer las causas reales por la que está allí. Se vuelve violento, influenciado por una serie de factores que escapan a su comprensión, entre los que destaca la presión  del grupo, que a su vez ha podido ser creado por intereses oscuros, sin que, ni siquiera los líderes de esos grupos lo sepan. Lo podemos ver en manifestaciones políticas, huelgas, protestas estudiantiles y en eventos deportivos, donde un colectivo parece volverse loco y arremete contra el mobiliario urbano o se enfrenta a la autoridad de forma extremadamente violenta. Son acciones que el individuo no haría  jamás en solitario, sin estar  arropado por el grupo.
Hay muchas películas que puede hacer comprender el fenómeno, pero especialmente una.   “El señor de las moscas” es una película de 1990, dirigida por Harry Hook e  inspirada en la novela de Willian Goldig con el mismo título. En ella,  chicos muy bien educados en colegios ingleses, acaban convirtiéndose en salvajes sedientos de sangre y poder,  llegando a la última consecuencia, el asesinato colectivo.  Algo que llama mucho la atención, tanto en la película como en la realidad, es qué, pese a que el individuo, en todo momento, tiene la decisión de apartarse del grupo o de intentar parar la violencia, no lo hace; muy al contrario, actúa como un animal enloquecido sin sentimientos, mostrando una naturaleza gregaria e irracional, más propia de miembro de una manada de caza que de una persona cabal.
Este tipo de violencia grupal es muy peligrosa, ya que las personas que se dejan arrastrar por ella pueden llegar, como hemos visto muchas veces,  a causar la muerte de otros grupos de personas. El odio irracional que se desata en estas situaciones, se asemeja a las hienas salvajes inmersas en un festín de carne, un aquelarre de bestias que no parecen humanas. Se puede observar  que algunos, se muerden la lengua y que sus ojos están inyectados en sangre, lo que manifiesta una actitud asesina y un sentimiento de odio extremo. Lo curioso es que ese odio no obedece a nada racional ni, necesariamente, a una agresión previa o provocación. En el tema político o deportivo, basta con tener ideas discrepantes o ser de otro equipo, para que los  exaltados inicien una trifulca. Normalmente, la agresión empieza siendo verbal, pasando de las palabras a los hechos y desatando el animal que todos llevamos dentro, con las consecuencias que ya sabemos.
 
La pregunta es ¿Cuál es el germen  causante de que una persona, educada, cariñosa, que en su vida normal es amable, y comedida, acabe   ejerciendo la violencia en grupo?
Para llegar a este extremo, deben haber pasado un proceso de lavado de cerebro previo que les inhiba  la razón y la lógica. Es necesario sustituir estos valores  por la creencia firme de ser poseedores de una verdad absoluta creada para el grupo . En ese momento, es cuando se desinhibe cualquier barrera mental y se abandona el sentido común, dando paso al animal y generando el odio necesario para cometer atrocidades a sus semejantes.
El proceso de convencimiento o adoctrinamiento para la desinhibición del raciocinio, es complejo y tiene gran similitud con métodos bien conocidos, como sería el utilizado para  convertir personas en soldados obedientes y disciplinados, capaces de empuñar armas y asesinar a sus semejantes. Esto se realiza en varias fases y es el resultado de un proceso de ingeniería social muy estudiado, elaborado y complejo.
  
  1.  Lo primero que se necesita es una serie de valores y creencias, que pueden ser falsos o no; eso no importa. La cuestión es que el sujeto se identifique con ellos  y  los asimile como algo propio.
  2. El apego a esas ideas debe ser fuerte, lo suficiente para que su pérdida, en parte, suponga la pérdida de su propia identidad como persona.
  3. Estas ideas serán inculcadas o difundidas por líderes o representantes con carisma, siempre fanáticos y convencidos de estar en posesión de la verdad absoluta.   
  4. Las ideas irán siempre acompañadas de un  simbolismo atractivo que las identifique a estas y al grupo en sí. 
  5. Los seguidores de esta simbología tendrán un nexo de unión, pudiendo ser  una serie de características comunes a las personas que pertenezcan al grupo; país, idioma, forma de andar, color del pelo. Cualquier cosa vale como factor diferenciador del resto. El objetivo será crear una dualidad entre ellos y nosotros y una identidad única.
  6. Estos símbolos  serán exhibidos con orgullo por los miembros del grupo, ya que los representan a ellos, a su grupo y a sus ideas comunes.  
  7. Una ofensa a estos símbolos, supondrá una ofensa al grupo, por ende también a las personas que lo integran y a sus líderes.
  8.  La defensa de los símbolos, los valores o ideales inculcados, se convierte en un bien preciado que debe ser defendido, si es necesario con violencia.
  9. Nada de todo lo anterior sería posible si no existiesen enemigos. Así que, una vez creada la dualidad y la identidad única inconfundible, hay que buscar enemigos que pretendan la destrucción del grupo o de sus fetiches. Si no los hubiese se invitarán, ya que de otra manera el grupo no tiene razón de ser, pues  ya que no existiría esa dualidad de la que he hablado antes. 
  10. Estos enemigos deben ser lo peor y presentados como culpables de todas las desgracias que le ocurran a los miembros del grupo. En cualquier caso, debe ser contra puesto a todo lo que el grupo representa. La creación del enemigo tiene, también, la finalidad de crear miedo, algo tremendamente importante para la cohesión del grupo.
  11. Cuando el individuo ya depende del grupo para dar sentido a su vida, comienza a desatender los valores morales universales, la razón y la ética más elemental. A partir ese momento, el individuo ya no confronta ideas o escucha a personas que no pertenecen al grupo. Ya  no piensa por sí mismo y su fe es ciega e inquebrantable. No importarán los argumentos o razones que demuestran su equivocación, él y el grupo al que pertenece  está en la posesión de la verdad. Esto, en el fondo lo convierte en in ser gregario y dócil, pero ya no es consciente de ello.
  12. Llegado este punto, el individuo está en disposición de convertirse en un soldado obediente, sin embargo, todavía puede dudar de actual con violencia. Para acometer actos violentos,  debe estar sometido al miedo o a la amenaza, sea ficticia o no. Si los líderes han hecho su trabajo, ese miedo habrá sido inducido a través de la falsa idea del enemigo amenazador. El enemigo será odiado profundamente y crecerá el deseo de exterminarlo para evitar que  destruya al grupo. En ese momento, el sujeto estará casi  preparado 
  13. Por último, convine que el individuo pierda toda auto estima, cediendo su libertad a las decisiones del grupo. Esto se consigue a través de mensajes que minan su resistencia. Si estás fuera del grupo no eres nadie. Si no estás con nosotros estás contra nosotros. 
Al final de este proceso, el individuo pierde la libertad y la razón, siendo capaces de acometer actos violentos. No lo hará por ser un valiente, sino todo lo contrario, por ser incapaz de enfrentarse a si mismo.

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