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viernes, 13 de diciembre de 2019

Llegando al límite

A pesar de los años  que han  pasado desde sus primeros episodios, sigo siendo un adicto de  Star Trek.  Me gusta porque esta serie  recrea una  sociedad que se ha desecho de sus miserias y   las cosas ya no se hacen por dinero, sino por el afán de superación y el ansia del conocimiento.  Desear  que un día pudiese ser posible algo así, debería ser un objetivo común.

Cuando dejo de mirar al cielo y vuelvo a  poner los pies en el suelo, me doy cuenta, que tal y como están las cosas, ese futuro idílico de Star Trek es imposible. Vivimos en una sociedad  desorientada que no tiene un objetivo común. Hemos dejado de creer en nuestras posibilidades y con ello nos hemos desviado del camino hacia algo mejor.  Siendo así, quizás sea inevitable que la naturaleza sea  quien se encargue de borrarnos  de la faz de la tierra. Porque para ésta, somos  una  molesta e indeseable criatura, que no hace más que dañarla  y dañarse con ello así mismos. Puede que seamos también, nosotros mismos,  quienes nos auto-inmolemos con una guerra o alguna otra macabra forma de extinción que ya ronde por la cabeza de algún perturbado. en cualquier caso, con este modelo de sociedad,  nuestra extinción  está asegurada. Es más que evidente que  situación se hace cada día más insostenible esta situación y aquellos que piensan que esto puede continuar así por mucho tiempo, se equivocan.  Al dejar  de creer en si misma, esta sociedad aborregada,  se ha dejado gobernar por lo peor que se ha fraguado en su interior; la avaricia, el ego y el placer inmediato... Los políticos que gobiernan, así como los poderes fácticos que los sobrevuelan,  son el reflejo de una sociedad enferma, quizás superada por su propia tecnología o acomodada en placeres mundanos; las causas son muchas. El resultado es que pocos quedan que miran a las  estrellas o  contemplan romper las fronteras del espacio.  La mayoría  solo se preocupan de preservar un sistema que dejó de funcionar hace mucho tiempo. El motor que un día nos movió, hoy solo se mueve por inercia. YA no hay energía que lo alimente.  La inmediatez de los superfluo y lo banal, se ha convertido en objetos de culto, desechando muchas de las cosas que nos hacen humanos. Hemos sustituido una cárcel para nuestra mente y nuestro espíritu humano, de la que no queremos salir por miedo a lo que hay en el exterior.  

La clase política, que debieran ser los buenos dirigentes que fomentasen la cohexión social y la motivación, se han convertido en títeres del sistema económico, parte de su maquinaria de represión. En vez de hacer las labores por las cual reciben inmensos beneficios, se dedican al postureo, que es aparentar que hacen algo. Nos echan la culpa de los problemas, cuando son ellos quienes permiten a las grandes multinacionales que sobre exploten los recursos y a la población. Nos dan lecciones de ecologismo montados en coches de lujo y aviones privados. Nos hablan de feminismo e igualdad, en países avanzados, donde esto es residual. No hablan de feminismo en los países árabes, con religiones del medievo, que consideran a las mujeres  como objetos decorativos. No hablan de ecologismo en China,  la India o aquellos países más contaminantes, lo hacen en los lugares donde pueden obtener dinero del alarmismo y el miedo. Con demagogia, postureo, alarmismo  e hipocresía, no se resuelve nada.







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