Cada vez que veo utilizar la violencia
por parte de unos y de otros en las protestas, me doy cuenta que
decrece mi esperanza en ver un mundo mejor antes de que se acaben mis
días. Porque veo como, sin saberlo, muchos prestan sus actos al
servicio de aquellos que tanto odian, los mismos que la provocan y
desean su violencia para justificar los recortes de las libertades.
Los violentos, ya sea por olvido, o por
no querer ver la realidad, no ven que detrás de cada disfraz de
funcionario, policía o soldado, se esconde un ser humano, tan
subyugado al poder como ellos mismos, y que con su violencia dan más
poder a aquellos que ya lo tienen todo, convirtiéndoles en más
esclavos de lo que ya son; acción, problema, solución.
Por su parte, la policía, soldados y
funcionarios encargados de hacer y que se cumplas las leyes hechas
por el sistema, olvidan que que los que protestas son, como ellos,
seres humanos. Todos, sin saberlo, colaboran en beneficio de un
sistema podrido y corrupto, diseñado, no para el bienestar, sino
para esclavizar y controlar. Porque la realidad es que somos
esclavos, aunque no lo suficiente como a algunos les gustaría.
Ya nos han quitado muchas libertades:
Nos obligan a trabajar aunque no lo deseemos y en cosas que no nos
gustan por un sueldo de subsistencia; lo justo para poder comprar lo
necesario para mantener el sistema en marcha, lo justo para que
seamos obedientes, como los corderos que van al matadero.
En cuanto al control, que les voy ha
decir. Millones de cámaras vigilan nuestros movimientos, nos vigilan
en internet, nos estudian y cada día que pasa tenemos más papeletas
para ser delincuentes. Pero lo peor de todo, es que nos hemos
convertido en nuestra propia policía. Ha sido tal el miedo que nos
han inculcado, el resquemor, la desconfianza entre nosotros, que ya
no nos fiamos, hemos perdido hasta la confianza en nosotros mismos.
Muy pronto, policías y soldados
deberán decidir si aquellos contra los que levantarán sus porras y
apuntarán sus fusiles, son sus enemigos o son seres humanos como
ellos, cuando se quitan las ropas que los identifican como siervos
del sistema. Deberán decidir a quien protegen realmente cuando estén
destrozando vidas en el campo de batalla, cuando ellos mismos la
pierdan, por qué la han perdido. Entonces ya será tarde para darse
cuenta, que han estado sirviendo a un monstruo sediento de se sangre,
opresor y esclavista.
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