Hablar de política en España es
hablar de corrupción generalizada. No existe un solo partido
político que se salve de esta lacra o que se pueda llamarse honrado.
La política, es por definición, para los políticos españoles, el
pelotazo, los privilegios del cargo, la mordida o el cohecho. El
caso Bárcenas es uno de tantos, ejemplo de la sinvergüencería que
reina en todos los partidos políticos, sindicatos o cualquier
organización, inclusive el algunas llamadas O.N.G. El todas las
organizaciones españolas, sean de la ideología que sean, el ánimo
de lucro personal impera sobre el bien común. Pero lo más sangrante
es la permisividad de la ciudadanía. Como una y otra vez, son
votados los mismos sinvergüenzas, quizás porque es el fondo
queremos ser como ellos, admiramos su picaresca.
En el caso concreto que está de
actualidad, la oposición política se rasga las vestiduras en el
parlamento, dice que hará una moción de censura, que rompe pactos,
pero en el fondo, a lo que aspira, es llegar al poder para tapar sus
otros casos de corrupción y hacer lo mismo que hicieron antes.
Mientras, el pueblo, adormecido por una educación mediocre, o quizás
por lo que he dicho antes, sigue sentadito frente al televisor,
disfrutando de la playa o mal viviendo por causa directa de este
latrocinio generalizado. Pero no dejemos que los árboles no nos
dejen ver el bosque. La corrupción a estos niveles locales, aunque
escandaloso, no es comparable con la existente en el Parlamento
Europeo, y a su vez, esta no es comparable con la corrupción que
reina en las empresas multinacionales. la ONU, el FMI, el BCE u otras
instituciones supranacionales que controlan los designios de la
humanidad, todas ellas instituciones cuyos miembros nadie votó.
Cuando se alcanza cierto grado de corrupción, el objetivo deja de
ser el dinero y es sustituido por el ansia del poder absoluto, que es
mucho más dañino.
Puede que para el que esté sufriendo
en sus carnes la lacra de la corrupción, pagando más impuestos y
perdiendo libertades, todo esto lo vea muy lejano, pero en realidad
es la causa de su problema. El sistema económico que gobierna el
mundo es el germen. Basado en la avaricia y el los valores más bajos
del ser humano, es este sistema, controlado por unas cuantas
personas, lo que está detrás de cada uno de los casos de
corrupción, despotismo o partitocracia. Mientras no cortemos la
cabeza de la serpiente, esta seguirá envenenando todo lo que toca,
sacando lo peor de nosotros mismos sin dejarnos avanzar en una
sociedad justa donde reine el bien común y la equidad sobre el lucro
personal o el ansia de poder. Pero la experiencia nos dice que la
serpiente en realidad es una hidra, si le cortas la cabeza, salen
dos. Hay una causa mucho más profunda y que no somos capaces de ver
porque la tenemos dentro de cada uno de nosotros.
No se lleven a engaño ni se sientan
víctimas del sistema, porque si existe este sistema es gracias a
nuestra colaboración y nuestro apoyo. No debemos olvidar que somos
piezas fundamentales de él, y que cada acción que realizamos
determina nuestro grado de implicación en el mismo. Sería muy
simple y cómodo por nuestra parte pensar que hay alguien que nos
conduce a utilizar el dinero, a pagar impuestos, a utilizar nuestras
tarjetas de crédito, los bancos, a votar siempre a los mismos o a
hacer caso a los medios de desinformación, pero es nuestra decisión
y la voluntad de hacerlo. Es nuestro propio afán de lucro y
avaricia, en definitiva, la que nos lleva a tomar el camino fácil,
el de la irresponsabilidad. Es también el fruto de nuestra
ignorancia, la que provoca el miedo que nos paraliza o nos hace
seguir en la misma dinámica que la masa propone. Según un gran
maestro, estos son todos obstáculos para alcanzar la iluminación.
Si realmente fuésemos conscientes de cada una de nuestras acciones,
nos daríamos cuenta hasta que punto somos responsables de la
existencia de este sistema opresor. Es por tanto un paso
fundamental para el cambio, cambiarnos a nosotros mismos para tomar
las decisiones correctas.
No hay ninguna organización, religión,
de nada sirve protestar, enfrentarse a la policía o participar en
política, si antes no somos conscientes de nuestra implicación, de
como hasta ahora hemos actuado y en que forma estamos colaborando con
el sistema para hacer de este mundo una porquería.
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