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martes, 19 de noviembre de 2013

Leyes y normas o violencia terrorista.

Hemos llegado a un punto donde saber si estamos cometiendo algún delito o no se ha convertido en una terrible incógnita. Se han hecho tantas leyes y tantas regulaciones, que es casi imposible saber si uno es un delincuente o no. Este control desmesurado de nuestras vidas dificulta enormemente salirse de lo establecido; se puede decir que que lo hace imposible. Las leyes o normas ya no sirven para protegernos unos de otros, se han convertido en una forma de dominación violenta y opresora que va en contra la libertad personal, no tan solo por su excesivo número, sino por su dudosa procedencia y falta de legitimidad.

Las leyes han dejado de cumplir su función y ahora sirven al poder, ante el cual estamos completamente indefensos. Porque para poder defendernos de él, necesitamos ser expertos o tener el dinero suficiente para poder pagar un abogado que sepa algo de sobre esta tela de araña. Es decir: en cualquier caso siempre perdemos.

Sabemos que muchas de estas leyes están hechas al dictado de intereses espurios que nada tiene que ver con el bien común de los ciudadanos. Una veces derivadas de los intereses de grandes compañías, otras para robarnos y otras por intereses políticos; ya bien sea para auto-protección del mismo poder o de los partidos políticos corruptos que las promocionan.


Cuando se ejerce la violencia y con ellos se crea miedo, condicionando así la libertad de las personas, se le llama terrorismo, y exactamente es de lo que estamos presenciado; terrorismo de estado en toda su extensión. No estaría escribiendo sobre esto, si supiese o no tuviese dudas que las leyes parten de la voluntad popular, pero desgraciadamente no es así. Hoy la voluntad popular es un espejismo, una falsa democracia en la que nos muestran como verdadera, pero que, en la práctica, no podemos actuar ni ejercer cambio alguno.

Las mismas leyes y normas hechas por los que perpetúan esta ilusión, son los mismos que hacen leyes para evitar que participemos activamente en ellas. La corrupción política, gran parte de nuestra infelicidad y la usurpación del poder por intereses económicos, son tan solo, algunas de las consecuencias de dejar en manos de profesionales, lo que es un deber del pueblo.

Salir de esta situación tan lamentable es realmente complicado. El ser humano social, no ha conocido nunca la libertad, así pues no sabe por lo que luchar ni tiene ese objetivo en mente. Precisamente porque es social y se integra dentro del sistema creado para su dominación y servidumbre. Un sistema en el que ha estado integrado sin tener conciencia de ello, ni de que se ha diseñado para encarcelarlo. El poder siempre ha utilizado muchos recursos para mantener oculta esta gran verdad. Pero cualquiera de los que vive dentro de este sistema, en lo más profundo de su ser, mantiene vivo su deseo de libertad. Es una sensación de que falta algo, de que no está completo. Si tú sientes eso analiza el porqué y te darás cuenta enseguida de la causa. Al margen de nuestra vida sentimental, de lo material o de todo aquello que nos produce un placer momentáneo, esta ese deseo o anhelo.
Nunca encontraremos libertad dentro de la sociedad que ha sido creada, precisamente, para reprimirla. Por otra parte, cambiar la sociedad, solo sería posible si se compusiese en su mayor parte de personal libres, algo que hoy en día es una quimera imposible. Para empezar a cambiar solo podemos buscar la libertad personalmente, desde dentro. En principio conociendo y siendo conscientes de nuestra situación real; siendo honestos con nosotros mismos y no cayendo en las mentiras que la sociedad actual nos ofreces; zanahorias para burros.


Formas hay a cientos, pero solo un ejemplo. Si un ministro de educación inepto, que sirve al sistema, recorta vuestro derecho a la educación, no le deis encima la recompensa que supondrá para él una huelga. Ocupad los centros educativos, aprender unos de otros y utilizando el material y medios de los que disponga el centro para ello. Al fin y al cabo, esos centros y sus recursos los han pagado vuestros padres, son vuestros. Organizar clases de filosofía, de política o de todo aquello que no les interesa que aprendáis, y así comenzaréis a ser más libres, más críticos y menos condescendientes con los opresores. Pesad antes de actuar en cual es el objetivo final.
  

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