Vivir aislado del resto de los mortales
provoca enfermedades. La que padecen los políticos es una enfermedad
que se manifiesta por una sintomatología clara; su carencia total de
empatía con el pueblo que gobiernan.
Resulta extremadamente raro ver a un
político importante caminar por la calle sin escolta, pero más
raro es verlos preguntando a sus conciudadanos sobre sus
preocupaciones y lo que piensan de su gestión. Salvo contadas
ocasiones, sobre todo previas a unas elecciones, se puede producir
tan raro comportamiento, y cuando sucede, por lo general, ha sido
preparado como parte de campañas de imagen por sus asesores.
Realmente puede que no les importe lo que pensamos de ellos, o puede
que crean erróneamente, que para esto están los asesores,
estadísticas y los medios de comunicación que escriben las
noticias para ellos. Es lo más probable que así sea. Pues, entre,
conferencias, congresos, coches oficiales, el parlamento, viajes y
su despacho; se encerraron en su burbuja; y claro, olvidaron para
quien trabajan. En su mundo dorado, tras las mamparas de su condición, perdieron el sentido de la realidad y se
trastornó su mente. Creen, como si fuese realidad, que sus
decisiones no tienen consecuencias graves para la gente, y que estas
decisiones, las toman basándose en una realidad que solo ellos pueden percibir desde su atalaya privilegiada. Una realidad falsa y ajena a la mayoría de las personas.
Ellos no no sufren ni son víctimas de los abusos de su propio poder, no acatan sus propias leyes
y decretos. Sus sueldos no se ven mermados por el espoleo de los impuestos que imponen a los demás. Pero si
piensan que esto puede continuar por siempre, será la peor
equivocación de sus vidas.
El pueblo no aguantará mucho más. Ha
sido paciente durante mucho más tiempo del que sería razonable, y
el agua está ya escapando del vaso por los bordes. Lo peor que les puede pasar es que el pueblo, mancillado por sus abuso, estalle como una caldera a la que se le ha metido más
presión de la que podía soportar. Si sucede, no habrá lugar donde puedan esconderse de la ira desatada. Quizás lo
sepan ya, pero lejos de intentar aliviar la presión, parece que quieran
acelerar el proceso; nos provocan más. Si lo que quieren
hacer es averiguar cual es el límite, pronto lo verán, y pude que
este descubrimiento les cueste algo más que perder su cargo y su
vida de privilegios. Pienso que no falta mucho para que eso suceda.
Por lo que sé, la mayor parte de las
personas no somos violentas, no buscamos el conflicto, escapamos de
ellos. Pero cuando la masa enloquece y se encienden las antorchas,
se pierde la conciencia, y el animal que ha estado reprimido sale fuera; llevándose por medio todo aquello que se interpone en su
camino. El sentimiento de venganza se cebará, entonces, sobre
aquellos que han hecho tanto mal y a tantos. Los que vivís en ese
palacio dorado seréis los primeros en sentir su ira y su venganza; y puede que también la sufran vuestras familias. Y todo esto
por no saber el lugar que ocupáis y para que estáis en el. No es
una amenaza, simplemente es algo que sucederá como consecuencia de
lo que estáis haciendo. Vosotros habéis plantado, y no el pueblo
que ha sufrido vuestra ceguera, esta semilla envenenada.
Si se os pasó por vuestra mente
enferma que quitarle la libertad al pueblo,
aumentar el presupuesto en material antidisturbios o blindaros con
leyes para proteger vuestro estatus servirá de algo cuando ese
momento llegue; lo lamentaré mucho por vosotros. Pues llegado ese momento, no habrá ejercito, ni policía suficiente para parar el
desenfreno que se producirá; vuestras leyes serán ignoradas y vuestros nombres olvidados.
Yo, personalmente, espero que sea solo la desobediencia civil la que os eche del poder y os haga pagar por vuestra ignorancia, y no los fusiles; pero mucho me temo que no va a ser así. Es por ello que tengáis cerca vuestras maletas preparadas y que no os alejéis mucho de los aeropuertos que tanto os gusta frecuentar. Aunque puede que no os sirva de nada, pues, ni siquiera, tengáis ya ningún sitio donde huir. Ni siquiera al lugar donde guardáis el fruto de vuestras corruptelas, porque puede que los papelitos pintados con los que habéis esclavizado al pueblo, y que con celo y tesón habéis guardado, no valgan nada cuando lleguéis.
Yo, personalmente, espero que sea solo la desobediencia civil la que os eche del poder y os haga pagar por vuestra ignorancia, y no los fusiles; pero mucho me temo que no va a ser así. Es por ello que tengáis cerca vuestras maletas preparadas y que no os alejéis mucho de los aeropuertos que tanto os gusta frecuentar. Aunque puede que no os sirva de nada, pues, ni siquiera, tengáis ya ningún sitio donde huir. Ni siquiera al lugar donde guardáis el fruto de vuestras corruptelas, porque puede que los papelitos pintados con los que habéis esclavizado al pueblo, y que con celo y tesón habéis guardado, no valgan nada cuando lleguéis.
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