Por un momento, quiero abrir una
ventana a lo trascendente, dejando de lado la matrix y la
indignación que me provoca. Quiero dar cuenta de que hay una
realidad paralela, que está lejos de su nefasta influencia y que
esa realidad no es un mundo tenebroso como reflejó cierta película,
sino un mundo donde se manifiesta nuestra naturaleza divina en
plenitud.
El simple hecho de intentar llegar a
este remanso de paz, que siempre ha estado dentro de nosotros, es una
forma de salir de la prisión que nosotros mismos hemos construido.
La verdadera naturaleza de nuestro
espíritu reside en el silencio que existe entre cada uno de nuestros
pensamientos. Por desgracia, lo que debería ser naturalmente
escuchado está velado por el murmullo incesante de nuestros
pensamientos. Un murmullo que que está en constante divagación,
siempre en el pasado o en el futuro, pero nunca en el presente, donde
debería estar para encontrar este silencio y poder escuchar a
nuestro ser interior; el verdadero y único.
Si observamos nuestra mente como si
fuéramos simples espectadores de lo que pasa y no participantes,
sin juzgar ni entretenernos en lo que sucede o cuestionarnos porque
sucede, observaríamos el incesante ruido estéril al que nuestra
mente nos somete. Esta práctica es un tipo de meditación
trascendental que puede, por si sola, permitirnos llegar al silencio.
La espontaneidad, la genialidad y originalidad, residen en él. Del
silencio de una mente aquietada parten las decisiones correctas, y
estas son las que nos harán libres y fuertes ante la opresión y la
esclavitud a la que la sociedad nos somete. La práctica continuada y
periódica de la meditación descrita aquí, puede llevarnos al
entendimiento de que nuestra cárcel no es la sociedad, ni los
políticos ni la crisis, sino nosotros mismos.
Muchas veces, seguro, habéis tenido el
impulso de hacer algo original, sea lo que sea. Puede, y sucede en la
mayoría de las veces, que la idea que dio origen a ese impulso
partiese de una necesidad de vuestro interior. Puede que fuese una
decisión o acción, aparentemente descabellada, sin lógica y que
contravenía las reglas establecidas. Cuando los percibisteis el
deseo de hacer algo así, inmediatamente vuestra mente apareció y
comienza a evaluar los pros y contras del acto, a pensar en lo que
dirán los demás, que sucederá y que consecuencias tendrá en el
futuro; y fue en ese preciso instante, cuando la mente intervino,
donde la genialidad se esfumó y las necesidades de vuestro espíritu
cayeron en saco roto, frustrando así vuestra oportunidad de crecer. La causa de esto, fue vuestro programación; si,
como lo digo, vuestra programación.
Desde muy pequeños nuestra mente ha
sido programada para no obedecer a nuestras verdaderas necesidades.
Hemos sido educados en la represión de nuestros sentimientos y
nuestras necesidades naturales. A medida que hemos ido recibido esta
educación socializadora, la espontaneidad y originalidad de los
actos que realizábamos de niños, fue siendo cizallada por la
represión; que al fin y al cabo, es una forma de violencia. La
consecuencia de esto es que nos hemos convertido en unos seres
incompletos. Y aunque está tan cerca que la podemos tocar, esa parte
de nosotros que falta, es la que nos debilita y nos hace sufrir,
además de hacernos susceptibles a la influencia de otros; que no
siempre pretenden nuestro bien, sino aprovecharse de esa debilidad.
Imaginad por un momento, tener la
inocencia, espontaneidad y originalidad de un niño con vuestra mente
completamente desarrollada, sin barreras mentales que obstaculizan
todo vuestro potencial. Eso es, precisamente, lo que nos ha sido
arrebatado al socializarnos. Evidentemente, una persona completa, en
absoluto, sería una herramienta para el sistema, nunca un esclavo,
y mucho menos sometida. Es por ello, que la sociedad se guarda muy
bien de que no haya un acceso fácil a este saber ancestral. Nunca
recibiremos una enseñanza destinada al aprendizaje de la meditación
o al auto-conocimiento porque no interesa que los miembros de una
sociedad jerarquizada sean autosuficientes.
Pero tranquilos, por muy enraizado que
esté el programa en nuestra mente, podemos desprogramarnos y
acceder a nuestro ser interior sin ayuda, tan solo hay que meditar
profundamente , y no para ello necesitamos, en un principio,
abandonar todo lo que hemos aprendido hasta el momento. Es más, nos
servirá de medio para comprender hasta que punto la matrix forma
parte de nosotros.
Las técnicas de meditación son
diversas y dependen enteramente del sujeto que las practica. El
nivel, la profundidad y tiempo requerido, también. Pero al final,
todas las técnicas conducen a lo mismo; la completa liberación.
Podemos empezar con la técnica del observador, de la que ya he
hablado al principio. Sin embargo, hay que tener en cuenta, que
aunque parece simple, en la práctica resulta difícil, sobre todo
al principio. Como he dicho, la técnica del observador es simple:
basta con ponerse cómodo en un lugar silencioso y con temperatura
agradable, apagar el móvil o cualquier cosa que pueda interrumpir
nuestro momento. Uno puede cerrar los ojos o no, puede poner la vista
en un punto fijo, desfocalizarla o, simplemente, no prestarle
atención. No recomiendo poner música relajante o cualquier otra
distracción, al menos en un principio.
Antes de comenzar la meditación,
propiamente dicha, es necesario unos sencillos ejercicios mentales
para preparar nuestra mente. Hay muchos que nos podrían servir, de
ellos este ejemplo: Nos concentrarnos en nuestra respiración de
esta forma. Al inhalar el aire, sentiremos como este se desliza por
nuestra nariz hacia los pulmones a medida que desciende nuestro
diafragma. En ese instante, debemos imaginar que el aire que penetra
en nuestros pulmones es de un color rojo intenso. A medida que
desciende a nuestros pulmones y penetra en los alveolos, donde
deposita el oxígeno, el aire lo debemos imaginar tornando,
paulatinamente, de un color rojo a blanco. No es necesario respirar
de forma diferente a como lo hacemos habitualmente, es simplemente
prestar atención. Cuando nuestros pulmones han absorbido el oxígeno
y este comienza ha ser absorbido por nuestra sangre, sube el
diafragma y notamos como es expulsado, lo correcto es que salga por
nuestra boca. Imaginan entonces que el aire se ha tornado de blanco a
azul, y notad como va subiendo hasta salir. Si lo deseáis, podéis
imaginar que, a medida que sale, sale con el todas las preocupaciones
que habéis acumulado a lo largo del día. Haced esto diez veces,
después de lo cual, si lo habéis hecho correctamente, con un buen
nivel de concentración, notaréis un extraño estado de quietud. A
partir de entonces, y sin dejar de prestar atención a vuestra
respiración, imaginaros que salís de vuestra mente, como si fueseis
alguien que mira desde arriba. Enseguida, sin apenas ningún
esfuerzo, comenzaréis a escuchar a vuestra mente. ¿ Estaré
haciendo bien esto de meditar? ¿Que sensaciones me producirá? Estos
serán los pensamientos más habituales, a los que seguirán muchos
más. Debéis de dejar que fluyan, no los juzguéis, no buscar
respuestas, simplemente dejad que fluyan. Cuando la mente se
encuentra en esta situación, tiente a adoptar medidas defensivas, a
intentar distraeros. Comienzan a aparecer picores y cualquier ruido,
por insignificante que sea, reclama vuestra atención. Eso es normal
que suceda los primeros minutos, sobre todo, si no se ha practicado
antes. No os dejéis arrastrar a su juego, permaneced por encima
siendo escuchándola en sus divagaciones. Cuanto más tiempo
dediquéis, mejor serán sus resultados.
El objeto de esta sencilla meditación,
no es otro que tomar consciencia de que no somos nuestra mente ni
tampoco nuestros pensamientos, sino que somos el observador. No
porque yo lo digan u otros que lo han experimentado, algunos de ellos
grandes maestros, sino porque tú, como observador, lo ves por ti
mismo.
La práctica continuada de la
meditación produce cambios directos en tu forma de ver la vida y el
mundo, cambia tus prioridades y eso te acaba liberando de tu
programación. Con el tiempo y la práctica constante, pronto, entre
pensamiento y pensamiento, el observador percibe su verdadera
naturaleza. Puede que al principio de forma fugaz, pero con la
práctica, esos momentos se alargarán. En este estado de meditación
perfecta, el observador siente su verdadera naturaleza, y adquiere
un estado de paz inimaginable, que la mente, con todos sus sentidos,
no podría percibir.
En este estado, eres inmune a los
problemas mundanos, tu mente funciona como lo que es, una herramienta
y no como tu carcelero. Quedas liberado de la opresión, los miedos y
las preocupaciones, todo ello fruto de tu mente a la que antes
llamabas yo. Te amino a que lo intentes y experimentes por ti mismo,
no hay riesgo, no cuesta dinero y no se te exige resultado alguno,
merece la pena.
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