Más cerca, otros títeres, después de haber mentido e incumplir todas sus promesas, llevando también a su pueblo a la desesperación y la pobreza, untan con su asqueroso dinero a los medios de comunicación, todos ellos condenados al cierre sin su ayuda económica. De una manifestación de miles de personas que pedían justicia, solo quedó, para la mayor parte de la opinión pública, que un grupo de violentos agitadores sembraron el caos en la ciudad; quien sabe si bien pagados también. Del motivo de su su protesta nada quedó, ni siquiera que pedían una justicia que cada día que pasa se hace más lejana.
Esta es la crónica de tiempos donde desaparecen aviones sin dejar rastro, donde el dinero de los pobres acaba en en manos de los banqueros o condenaciones a concesionarios de autopista. Ya nada nos sorprende, y con nuestra carencia de sorpresa, crece su osadía. Poco falta ya para que nos dicten nuestros pensamientos, pues la opinión casi perdió la batalla bajo la manipulación masiva de la televisión y los periódicos. Pronto nos pedirán que aceptemos al gran hermano como un dios, y obedezcamos sin dudar sus mandatos, y pobre de aquel que ose rebelarse.
Si queremos que los cambios nos favorezcan este es un ejemplo de como se tienen que decir y hacer las cosas. Parece mentira, pero es monja.
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