Hay muchas similitudes entre el nacionalismo y la religión. Ambos conceptos parten de un mismo origen; las creencias. Tanto en nacionalismo como la religión son ideas elaboradas carentes de toda razón que determinan conductas y que arrastran masas de adeptos que creen. El nacionalismo, al igual que la religión se aprovecha de las personas gregarias que precisan estar integrados en un grupo para sentirse protegidos y aceptados por la sociedad. Hacen de estas ideas una parte de su identidad como individuos.
El nacionalismo, al igual que algunas religiones, ha seducido a mucha gente hasta el punto de convertirlos en fanáticos. Los fanáticos, como todo el mundo sabe, ya no obedecen a la razón ni a la ética, llegando en muchos casos a convertirse en asesinos dispuestos a empuñar un arma contra sus semejantes. La tolerancia y la rivalidad entre religiones es la misma que pueda existir entre nacionalistas, por ello, no es de extrañar que todas las guerras se hayan producido por cualquiera de las dos causas.
Muchos confunden el nacionalismo con el amor a sus orígenes, la tierra o las tradiciones. El nacionalismo, aunque tome como origen estos sentimientos, no tiene nada que ver con ellos. Los sentimientos son sanos y no interfieren con los de otros, no generan guerras ni odio. Al contrario que estos sentimientos y al igual que la religión, el nacionalismo tiene mucho más que ver con juegos de poder y la avaricia, nada que ver con el amor. El nacionalismo se alimenta de los sentimientos para controlar y manipular a las masas con un fin, casi siempre egoísta.
En estos días estamos viendo cómo el nacionalismo se manifiesta en Cataluña en todas sus formas y colores. Un mal llamado sentimiento nacionalista se apodera de las gentes de bien, acrecentando su ira y ¡rabia hacia todo aquello que no es nacionalista o que no comulga con su fe. Como una religión se alimenta de los sentimientos primarios para crecer, creando demonios y canonizando mártires delincuentes . La mentira se convierte en verdad dicha mieles de veces, se aprovecha cualquier resquicio para colar argumentos falaces, llegando incluso a aprovechar desgracias ajenas para exacerbar la fe de los creyentes. Hasta los incendios gallegos sirven como argumento para el nacionalismo catalán. La mentira, la manipulación de imágenes en la red o todo lo que pueda ser aprovechable lo será contar de seguir a delante. No importa que en camino la gente sufra penurias o que se pierdan las pocas libertades que nos quedan, todo será bueno si conduce al fin.
Por mucho que los medios de comunicación catalanes y los políticos afirmen que no hay odio detrás de esta pretensión independentista, las declaraciones en privado de los políticos y las de los fanáticos independentistas convencidos, hablan por si solas. Decir que no hay violencia cuando lo que se está haciendo es intentar imponer una idea a mucha gente que no quiere aceptarla, a gente que no tiene la misma idea de país propuesta por los independentistas, es faltar a la verdad; exactamente lo mismo que hacen muchos religiosos fanáticos. La ética y la razón mueren ante el nacionalismo de la misma forma que lo hace ante la religión.
Si bien es cierto que el sistema económico impuesto por las élites es una vergüenza para la humanidad, lo que traen estos separatistas no es nada nuevo. El estalinismo no es nuevo como no lo es el totalitarismo. Lo que traen es una confrontación inevitable que puede llevar a mucha gente a la ruina o a una guerra para acabar en donde empezamos; es decir, un rebaño de borregos, eso si, pastoreadas por otros.
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