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jueves, 2 de agosto de 2018

Shaira y sus cebollas


Las fronteras solo existen para preservar la desigualdad de oportunidades y limitar el flujo de personas, especialmente si es de una zona pobre a otra rica. Los que intentan moverse de su zona, si son emigrantes pobres son rechazados en los países ricos porque estos temen quedarse sin sitio ni recursos, también ser invadidos por culturas ajenas. Se da la circunstancia que estos países pobres tienen grandes recursos naturales y muchas posibilidades de ser ricos, pero son los países ricos los que arruinan su economía con políticas y prácticas comerciales abusivas. Se da también el caso, que muchas personas de estos países, al carecer de esperanza, se radicalizan y caen en manos de religiones o sectas, que acaban convirtiéndolos en terroristas. Sin educación, sin recursos y sin esperanza, éstos no tienen nada que perder, por lo que no les queda otra cosa que  ganarse el paraíso inmolándose. Además, esta cultura del odio y del radicalismo, también les impide ser tolerantes o adaptarse a las costumbres de los  países que los acogen, con lo que acaban siendo repudiados por los foráneos y formando guetos de inadaptados. 

Durante muchos años, las políticas colonialistas e imperialistas,  que han perseguido esquilmar los recursos naturales de estos países pobres, especialmente en África, han sumido  al  continente en la pobreza y la violencia, permitiendo que sátrapas y dictadores corruptos, gobernasen. Los mantenían en el poder hasta que dejaban de ser útiles al poder económico de occidente. De la misma forma, cuando algún líder no partidario de ceder los recursos del país, era asesinado o derrocado por otro dictador financiado por los poderes fácticos de occidente.  
Si en vez de intentar esquilmar los sus recursos, les hubiésemos dado las herramientas y la educación para que se valiesen por sí mismos, fomentando un comercio justo, sin imponer aranceles abusivos, hoy no haría falta fronteras ni tendríamos que hablar de muertos por hambre en los, mal llamados países pobres. Quizás tampoco la intolerancia del Islam más radical  y violento camparía entre las gentes sin esperanza de África. Les contaré una historia real para que tomen concia del problema y comprendan su origen.

Shaira era  una mujer viuda que vivía en Mauritania  y que tenía unas tierras que había heredado de sus padres. Vivían sin demasiados lujos cultivando cebollas que vendían en un  mercado local. Con ello Shaira podía alimentar a su familia, una hija y un hijo. Además se podía permitir llevarlos a la escuela. No eran ricos, pero tenían una vida feliz. Un día,  en el mercado  donde Shaira  vendía sus cebollas, empezaron a llegar otras procedentes de España. Eran más baratas y más grandes que las que ella vendía, por lo que tuvo que bajar el precio de las suyas para poder vender. Esas cebollas procedentes de la EU estaban subvencionadas y el importador tenía mucho margen de beneficio, por lo que él bajó más el precio todavía. Las cebollas de  Shaira ya no se vendían, pues ella no podía competir con esos precios. En poco tiempo Shaira perdió su casa y sus tierras y tuvo que abandonar a su familia. Shaira apareció en una playa de Algeciras, perdió la vida al hundirse la patera con la que pretendía llegar España junto a otros ilegales, atravesando el estrecho de Gibraltar. Su hijo Ashanti, hoy recibe instrucción militar y coránica en Siria, y pronto estará listo para ser enviado a Europa para cometer algún atentado. Shaira, antes de partir dejo a Nala, su hija menor, con unos familiares lejanos, pero al no volver, esos la vendieron a unos traficantes de personas, que a su vez la vendieron a otros que la trasladaron a Europa para ejercer la prostitución.  
Ponemos aranceles a los productos procedentes de los países pobres para evitar que entren en nuestros países ricos, mientras que exigimos que ellos permitan la entrada de nuestros productos excedentes sin aranceles. Nuestros gobiernos títeres, lo pueden imponer gracias a la deuda y los favores. Un intercambio que acaba con la esperanza y la vida de los Africanos y otros países pobres pero con recursos naturales.

Todo esto no hubiese ocurrido de no haber dejado de ejercer nuestra responsabilidad, de no haber dejado que el poder político esté en manos del poderes fácticos que nadie a votado. Ahora tenernos que cerrar nuestras fronteras, para evitar que una cultura malsana y radical nos invada. Pero quien la ha alimentado y quiénes son los responsables es la cuestión que deberíamos plantearnos.
Los países pobres no solo han empobrecido en recursos económicos, también lo han hecho en cultura  y esperanza.  
            

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