Protestas y cabreo general de la gente
es lo que hoy veo en las calles. Tal es el miedo del gobierno, que
incluso el congreso de los diputados ha quedado amurallado. La
situación es grabe, pero aunque el gobierno está rozando el aguante
del pueblo con sus medidas, todavía no se ha alcanzado, salvo en
contados casos, la línea roja que separa el descontento de la
reacción violenta. Quizás gracias a la ayuda que recibe el gobierno
de los medios de comunicación o quizás porque la gente está
domesticada. En todo caso, se nota mucho que el pueblo, es decir,
cada uno de nosotros, hemos sido adiestrados para dejar que tomen
decisiones por nosotros. Lo han hecho tan bien que preferimos
enterrar la cabeza en la arena antes de apartarnos de un camino
plagado de camiones, que a buen seguro, nos arroyarán. Preferimos
dejar que otros resuelvan nuestros problemas, y así nos va.
Lo lógico, dada la situación en la
que estamos viviendo, sería que la gente se echase a la calle
espontáneamente, sin la ayuda de ninguna organización, pero los que
mueven los hilos de las protestas son los de siempre. Protestan y
piden dimisiones, pero ¿Para qué? ¿Para que dimita el actual
presidente y entren los suyos? ¿Para mantener sus puestos
privilegiados en la sociedad, sus subvenciones? ¿Son estas las
soluciones para la actual situación? Creo que no.
Ellos, como todos los que protestan
hoy, no dirigen el foco de sus protestas donde hay que dirigirlas, ni
siquiera tiene soluciones alternativas al terrible problema. Todos
ellos cuentan como obvio que lo que se deba hacer será bajo el
paraguas del mismo sistema que ha causado el problema, sin
contemplar otras alternativas; son, por tanto, parte del problema.
Si hay una cosa que tengo clara, es que
la protesta sin acción no sirve de nada. A los políticos que siguen
las doctrinas del capitalismo consumista y opresor, las protestas le
entran por una oreja y les salen por la otra. Les da igual las
firmas, las peticiones que provengan del pueblo, porque ellos no lo
representan ni lo defienden. El poder solo sirve al poder, y en este
caso al poder financiero, base del actual sistema. A estos políticos
no les hables de la economía del bien común, del proyecto Venus o
de la economía de recursos. Para ellos no hay alternativa al
capitalismo, pues cualquiera de las alternativas les quitaría su
actual estatus privilegiado; a ellos y a sus amos.
Si lo que se quiere de verdad es
cambiar las cosas, hay que quitarse este miedo irracional de encima,
desprenderse de este apego absurdo al sistema actual y buscar una
forma nueva de repartir los recursos y el trabajo. Las máquinas y la
tecnología nos han librado, hace ya mucho tiempo del trabajo pesado,
no necesitamos trabajar tanto. Crecer como seres humanos libres es
nuestro trabajo ahora. Si nos quedamos anclados a este sistema
decrépito acabaremos convirtiéndonos en esclavos en un nuevo orden
establecido por la oligarquía del poder. Viviremos y moriremos
siendo siervos de sus caprichos, si es que no lo somos ya, que parece
que si. Pues solamente los siervos son capaces de soportar tantos
palos de su amo sin revelarse.
Si queremos empezar a cambiar el
sistema, hay que moverse y hacer acciones que realmente le hagan
daño. Resistencia, no colaboración y, sobre todo, dejar de usar el
dinero como centro de nuestras vidas. Se que es muy difícil
desprenderse de este terror que le tenemos al poder, a no pagar, a no
seguir sus reglas, pero si somos muchos quienes hacemos esto, el
poder y sus pretensiones se esfumarán como el recuerdo de un mal
sueño. Cierto que algunos morirán, también hubo muertos en la
india cuando esta consiguió su independencia gracias a la valentía
de un pequeño gran hombre. Pero al final, su valentía y su
decisión, doblego a uno de los países más poderosos de la tierra,
y solo fue un hombre, imagínense por un momento cual sería el
resultado si millones perdieran el miedo.
Pienso que esta crisis económica, a
pesar de su espectacularidad, es el menor de nuestros problemas. Lo
que más me preocupa son las soluciones que plantea el poder
oligárquico para salir del atolladero. Lo han hecho en varias
ocasiones a lo largo de la historia, y puede que esta vez, alguien,
desde algún oscuro despacho, esté maquinando la forma de llevar al
mundo a otra guerra mundial, aunque esta vez de proporciones
bíblicas. Y ya lo dijo Albert Einstein: “No se como será la
tercera guerra mundial, ni que armas se utilizarán, lo que si sé,
es que la cuarta se hará con palos y piedras.”
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