Aburrido con los calores del verano, y
harto de aguantar el aire caliente de mi ordenador, me di un paseo
por la televisión, a ver si con un poco de suerte encontraba una
película que me entretuviese un rato. Bazofia tras bazofia iba pasando con mi mando a distancia los canales sin encontrar nada que me
agradase, cuando, por alguna extraña razón, quizás atraido por la
música y harto de darle al botoncito, me quedé mirando cierto
programa del Discovery Chanel llamado control de aduanas. Como lo
pillé a medias y la cosa parecía interesante, aguanté el medio
kilo de publicidad antes de poder ver de que iba el tema. Después
del suplicio autoinducido, me di cuenta que aquello iba de las
medidas de seguridad de los aeropuertos, exponiendo casos llamativos.
Tras ver un rato el programa la primera conclusión que me vino a la mente es que nunca iba a viajar a Australia. Por lo
visto, allí si vas con ánimo de aventura y sin un duro, no te dejan
entrar y te tratan como un apestado. Tampoco recomendaría a nadie,
que se atreviese a llevar bolsa de palomitas o de pipas, no vaya a
ser que al agente de aduanas le de un patatús. A
demás, si te pillan comida sin declarar, se te cae el pelo por la
multa. El programa mostraba diferentes casos de gente que pretendía
entrar a Australia. Sujeto tras sujeto, los eficientes y amables
guardias de aduanas desechaban a aquellos pobres visitantes que
buscaban oportunidades para mejorar sus vidas, cierto que algunos
llevaban sustancias ilegales por las mafias que sacan
partido de la prohibición, pero eran los que menos. La mayoría de
visitantes indeseados venían a trabajar. Estos peligrosísimos
sujetos eran acompañados amablemente a un cuarto, donde vulneraban
su intimidad atormentándoles con todo tipo de preguntas personales
sobre su pasado y motivos por el cual iban a visitar tan simpático
país. Al final, y después de la tortura psicológica, los
amables agentes de aduanas les metían en el primer avión. Este programa, al final consiguió que los australianos me callesen gordos. Seguramente la maravillosa tierra de Australia
esta llena de cosas que merecerá la pena ver, pero visto lo visto,
prefiero conocerlas por libros y documentales.
Como seguía aburrido y sin ganas de
leer o de escribir cuando acabó este programa, seguí con mi paseo
torturador con el mando a distancia en mano, acabando en otro
supuesto canal de documentales, un tal Explora. Pillé a medias un
documental de animales que al menos parecía interesante, pero ya muy
avanzado. Como no tenía otra cosa que hacer, me quedé en ese canal
a la espera de ver que hacían después, soportando otro inaguantable bloque de publicidad con la
esperanza de que volvieran a poner otro reportaje; pero no fue así.
En lugar de eso me encontré con otro programa de control de aduanas,
esta vez de Gran Bretaña. Más de lo mismo, mismo trato a la gente y
la misma mierda.
Después de esta ración de porquería,
solo me quedaba dudar entre echar una siesta o ponerme a escribir,
porque seguir frente aquella pantalla era más de lo que mi mente
podía soportar. Intenté dormir un poco, pero el calor era
insoportable y me levanté sudoroso con ganas de hacer algo que no
fuese dar un paseo bajo el abrasante calor de las cuatro de la tarde.
Y heme aquí escribiendo esta parrafada sobre las fronteras y sus
nefastas consecuencias, pobremente aliviado bajo la brisa forzada de
este ruidoso ventilador.
No me resulta difícil entender que
estos programas sean de procedencia anglosajona, y digo tres porque
luego me enteré que hay otro, de similar estilo, que se llama
fronteras USA. Este ya no lo quise ver, pero mi imagino como sería
tratándose de los yankees. Si echamos un vistazo a la historia del
pueblo anglosajón, nos daremos cuenta que a lo largo de toda ella,
ha sido un pueblo amante de tierras ajenas. No se, pero ya saben
aquello de que se cree el ladrón que todos son de su condición.
Quizás por ello cuidan ahora tanto lo robado.
Habría que recordarle a los
australianos, por ejemplo, que no hace mucho tiempo practicaban el
tiro al aborigen para arrebatarle sus tierras llevándoles casi a la
extinción. Desde luego los anglosajones en América del norte,
tampoco se quedaron cortos con los nativos, ambos pueblos y su
cultura son ahora un reducto de un gloriosos pasado. Yo como español
que soy, no me siento muy orgulloso del papel que jugaron mis
antepasados en la historia, pero no me cabe la menor duda, dada la
mezcla de etnias que ha perdurado en los países latinos, que la
masacre no fue de, ni de lejos, la que se produjo en Estados Unidos
con los Indios o en Australia con los aborígenes por parte de los
anglosajones.
Las territorios del planeta han
cambiado de mano muchas veces a lo largo de la historia. Les hemos
puesto muchos nombres, y seguramente, si nadie lo remedia o se da
cuenta de la estupidez que eso supone, seguirá intentando cambiarlos
de dueño y de nombres. Es una práctica propia de una especie que no
tiene conciencia de si misma y del limitado espacio que ocupa. Muchos
alegan a la protección de la cultura, de la lengua, como si eso no
hubiese cambiado a lo largo de los tiempos o estubiese ya protegida
por las personas que la tienen y la sienten. Se aferran a un pasado
ya superado por el conocimiento y la lógica. No quiero ni pretendo
con lo dicho parecer un globalista ni un asesino de culturas, sino
poner en evidencia, que ciertas prácticas deberían ser recuerdos
del pasado por los desastres y muertes que han supuesto.
Cuando se establece una frontera que
acota una cultura sin posibilidad de crecimiento por dicha frontera,
esta siempre intenta expandirse, provocando un conflicto con las
fronteras vecinas. Antiguamente, dicho conflicto se producía por
recursos. Hoy en día, en la sociedad del dinero, la expansión se
produce, no solo por los recursos, sino también por la cota de
beneficios que aporta a los gobernantes. En España hay varios
ejemplos de este tipo de expansión, donde la cultura no es más que
un pretexto para camuflar las verdaderas intenciones de los
gobernantes, tomar para si el poder y los beneficios de las
fronteras que pretenden crear. Lamentablemente, como buenos
manipuladores que son, algo inherente a su cargo, utilizan el
sentimiento cultural para crear un buen rebaño de seguidores. Estos
fieles seguidores de su doctrina no se dan cuenta del peligro que
entraña un conflicto de esta índole ni de la verdadera pretensión
de los que los llevan de la mano, muy posiblemente al matadero.
Se que parece que me he desviado del
tema, pero no es el calor que me enturbia la mente. El nacionalismo,
evidentemente, tiene mucho que ver con las fronteras. Ambos
conceptos son fruto de ideas trasnochadas ajenas a la realidad que
hoy conocemos sobre nuestro planeta y su situación en el universo.
Pero por si este no fuese suficiente motivo para enterrarlas, las
fronteras cercenan la libertad del hombre, acotan su movimiento y
restringen su posibilidad de crecer como personas. Sino miren algunos
de estos programas que he nombrado, y verán como si no tienes
dinero, eres tratado como un indeseable. Por mi parte, y si no
cambian las cosas, le pueden dar mucho por saco a estos países y a
sus gobernantes, que seguro que después de leer esto, no me dejarán
entrar por sus fronteras. Sería ingenuo por mi parte pensar, dados
sus métodos de control y vigilancia, que no van a leer esto. Porque
se ahora, que los agentes de aduanas y sus sistemas informáticos
saben lo que escribo y como pienso. Pueden declararme persona no
grata, por el simple hecho de escribir mal de su país o de sus
sistema político. Si, existe la libertad de expresión, pero tiene
sus consecuencias expresar lo que piensas, sobre todo si no comulgas
con su credo.
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