Cuando todos son noticias desagradables
y el mundo a tu alrededor convulsiona, es normal que pierdas la
esperanza. Cuando abres los ojos y todo a tu alrededor es sombrío,
cuando eres consciente de ello y ves que a muy pocos importa tu
visión, desesperas. Es un sufrimiento muy particular, una fase del
despertar desagradable donde la impotencia invade tu mente dejándola
atrapada en el desanimo. Todo esto sucede hasta que te das cuenta que
la solución a todos esos problemas no está en luchar contra el
mundo, sino en la aceptación de ti mismo con ser consciente y actuar
según tus sentimientos; algo que requiere un cambio profundo en tú
mente.
Pero para esto hay que aceptar que
tienes miedo al cambio y que eso te frena, aceptar que estás apegado
a esta vida de relativo lujo, pese a saber de sus consecuencias. Se
que te cuesta reconocer que eres un adicto a la tecnología, a las
motos a los coches deportivos, a la televisión y al buen comer.
Cuesta mucho reconocerse a si mismo, mucho menos que ver los fallos
de esta sociedad y proclamarlos a los cuatro vientos.
La sociedad no es un ente abstracto, es
la suma de nuestras acciones cotidianas. Somos quienes la
construimos con nuestros actos. Los actos de nuestra vida,
deliberadamente ejecutados por apego, codicia o miedo, son en
definitiva estos los materiales de construcción de la sociedad, no
la que debiera ser, sino la que no nos gusta, la sociedad del horror,
la injusticia y las desigualdades.
Esclavos de los lujos que esta
sociedad nos ofrece, nos hemos olvidado de las cosas importantes, de
nuestra responsabilidad como seres humanos. Hemos caído en una
extraña enfermedad fruto de nuestros vicios. Que dulce es el
caramelo cuando se saborea y cuanto duelen las caries que provocan.
Así es como hemos llegado a donde estamos, embriagándonos con la
falsa esperanza de alcanzar el estatus de los que ostentan el poder,
de sus lujos y limusinas.
Pero la vida es algo más de lo que
poseemos, nuestra imagen externa o de los logros alcanzados en ella.
La vida sobre todo es sentimiento. Yo se como tú que manipulando estos
sentimientos puedo manipular tus acciones. Es muy fácil despertar
el miedo en ti. Vasta con amenazarte con quitarte tú estatus o
convencerte de que las cosas deben de ser así para no perderlo. Bajo
ese paraguas actúan los gobiernos : nos dicen que para que
no desaparezca el mal llamado estado del bienestar, debemos
sacrificarnos, dar más dinero al estado para que este pague una
deuda que ha aparecido de la nada; te manipula manipulando tus
sentimientos. Pero cuando esta vieja táctica no funciona y te
revelas ante la opresión, el estado ejerce la fuerza, ya sea en
forma de leyes y sanciones, o directamente con la porra y los gases lacrimógenos.
El estado no te representa ni te defiende, simplemente te somete con sus leyes para que
le seas útil. Y no contento con ello somete a tus hijos desde muy
pequeños. No los forma como personas, les educa y los prepara para ser nuevos
engranajes de su maquinaria, dóciles y complacientes.
Es tú responsabilidad enseñarles ha
ser libres y lo que significan esa palabra. No des al estado la
satisfacción de que le arrebate su futuro. Es necesario que tus hijos sean conscientes que cuando los
políticos y los profesores se llenan la boca con palabras como
libertad, democracia o normas, en realidad están diciendo sométete
y se útil a nuestro sistema, porque es el único que hay. Enséñales
que significa ética, valores, respeto, buenas formas. Enséñales que hay es donde reside la libertad, una
libertad que no precisa de leyes, normas, gobiernos o policía. Toma
tú responsabilidad, porque sino otros lo harán por ti.
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