No cabía esperar otra cosa de los
medios de comunicación y los tertulianos, que viendo peligrar la
mano que les da de comer hicieron lo que mejor saben, apoyar a lo
establecido y poner de vuelta y media a los que protestaban.
Exactamente lo mismo que la policía, cumplir con su cometido, con
la tarea que el poder les ha asignado, repartir leña al pueblo. Para
ellos la democracia no es lo que opine el pueblo, es lo que mandan
los políticos que obedecen ciegamente al poder financiero.
Con todo lo ocurrido el 25S he visto la
verdadera naturaleza de su democracia, un sistema donde la opinión
del pueblo solo puede manifestarse en forma de voto cada cuatro años,
para votar, no a sus representantes, sino a los candidatos que le
ofrecen los partidos políticos. Estas empresas de marketing, que es
en lo que se han convertido, solo producen inútiles incapaces de
pensar por si mismos o escuchar al pueblo, auténticos autistas con
el cerebro lavado por el partido. Burócratas profesionales formados
para no pensar y obedecer.
Pero este sistema se ve ahora
amenazado por un pueblo harto de que no lo tengan en cuenta, harto
de soportar la socialización de las pérdidas de los bancos, de los
recortes en educación y sanidad. El pueblo no aguanta más esta
farsa y comienza a despertar. Quizás muchos se hayan dado cuenta de
que esta crisis no es más que una farsa para quitarnos derechos y
someternos a la esclavitud.
Dice la constitución en su artículo
2: La soberanía nacional reside en el pueblo, del que manan los
poderes del estado. Donde esta la soberanía del pueblo cuando este
no puede cambiar nada y cuando no puede decidir a sus representantes.
Es otro de esos artículos incumplidos, como el derecho al trabajo o
a una vivienda digna, papel mojado que los políticos se han
encargado de hacer trizas.
Es tiempo ya de que los ciudadanos
tomemos las riendas de este lugar que llamamos España, y decidamos
como se deben utilizar sus recursos, como queremos organizarnos y
como caminar hacia el futuro sin la tutela de los poderes
financieros. Plantear un referéndum y preguntar si queremos pagar o
no la deuda, salirnos del sistema financiero y vivir de nuestros
recursos propios, saliéndonos, si no nos respetan, de la Comunidad
Económica Europea; tal y como se hizo en Islandia. Porque por mucho
que nos digan, ya no hay forma de pagar la deuda, estamos en la banca
rota, y los tiburones solo esperan que nos hundamos del todo para
repartirse el festín.
Ya no se puede confiar en que estos
profesionales de la mentira y la manipulación. Los políticos
profesionales solo defienden su estatus, y no al pueblo que los
sostiene. Sino no me creen examinen sus actuaciones. Miren a Artur
Mas, uno de los ejemplos más claros y recientes de lo que persiguen
los políticos. Si no hubiese disuelto el parlamento catalán, en
breve, hubiese tenido que presentar los presupuestos de la comunidad.
Dada la situación en las que están sus arcas, esquilmada por la
nefasta gestión de los anteriores gobiernos y de él mismo, hubiesen
sido los presupuestos más restrictivos e injustos que un gobierno
catalán hubiese hecho. Con esa premisa, su reelección y la
hegemonía de su partido se hubiese visto seriamente comprometida.
Solución: remover el ancestral y caduco sentimiento nacional para
evadir su responsabilidad sobre el desastre, y así, con un poco de
suerte y la colaboración de los exaltados, obtener nuevamente el
poder, pero esta vez para él solo. Lo malo de este arriesgado
movimiento es que no se ha contado con las repercusiones que esto
puede tener para el pueblo catalán, y si lo sabe, que seguro que lo
sabe, le da igual. Enfrentamientos, huida de capitales y empresas,
inestabilidad social. Nada de eso le ha importado a la hora de
perseguir sus intereses, que no es otra cosa que el poder. Pero
joder, que tenga que venir un político a decirme quien soy y donde
he nacido. Que desfachatez.
El 25S es solo el principio de lo que
debería ser el proceso para crear una nueva constitución que
asegure que el poder de decisión del pueblo esté protegido contra
la oligarquía y el despotismo ejercido por un poder ilegítimo, al
que no ha votado nadie y que es quien realmente gobierna en estos
momentos. Ha llegado el momento de cambiar las cosas, de perder el
miedo y tomar las riendas de nuestro destino. Solo así se se
conseguirá una sociedad más justa, donde podamos desarrollar toda
nuestra capacidad creadora. Sin violencia, sin banderas, sin
organizaciones que se entrometan o quieran aprovecharse de este
movimiento. Porque si es así volveremos donde estábamos antes. A
las mismas mentiras y a las mismas banderas que tanta sangre han
derramado. No se trata de construir una nación, si no de hacer un
mundo y una sociedad justa, ser un ejemplo para todos y provocar una
revolución a nivel mundial contra esta oligarquía ilegítima que
decide por nosotros.
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