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martes, 9 de diciembre de 2014

Un fallo de la naturaleza.


Es triste ver como el ser humano, inicialmente capaz y preparado para alcanzar las más elevadas metas, superar las fronteras de su propio planeta y alcanzar las estrellas, ha acabado siendo un esclavo del engendro que el mismo ha creado. La sociedad humana, al contrario que todas las sociedades animales, es una cárcel para nuestra mente y espíritu, y si no ta has dado cuenta es que estás ciego o prefieres ignorarlo. El consumismo, el dinero y todos los mecanismos de control creados para satisfacer la insaciable sed de algunos hombres enfermos, han acabado por cortar las alas de uno de los seres más evolucionados que la naturaleza a creado... aunque puede que en eso también nos estemos equivocando y la naturaleza no haya tenido nada que ver en esta creación.

De todos los seres que viven en este planeta, el ser humano es el único que ha demostrado su capacidad para romper el equilibrio natural, algo que a la naturaleza le ha costado miles de años conseguir. O la naturaleza de ha equivocado con nosotros al desarrollar un ser tan tremendamente destructivo o alguien nos trajo aquí. Como he dicho antes, puede que la naturaleza no sea más que una víctima de la aparición del hombre, pues todo lo creado por ella parece estar en perfecto equilibrio, mientras que el hombre representa el caos y la destrucción de este equilibrio.

Stephen Hawking afirmó en una de sus conferencias, que si el ser humano llegase algún día a crear una inteligencia artificial seria su perdición. De hecho, si esta inteligencia se crease, como afirma Stephen, por muy rudimentaria que fuese, se daría cuenta inmediatamente que el ser humano, a parte de ser una amenaza para sí mismo, también lo es para el entorno y por tanto para el mismo espacio que esta inteligencia ocuparía. Para este nuevo ser inteligente, cuyo principal objetivo como el de cualquier ser de este planeta sería sobrevivir, vería al ser humano como una amenaza para su propia supervivencia. Así pues, debería destruir o someter a este ser tan infame.

No obstante, no tenemos que vernos a nosotros mismos como seres imperfectos y destructivos, nuestra esencia como individuos es tan inofensiva como la de una hormiga lo es para un elefante. Es cuando actuamos socialmente que se desata el desastre y nos convertimos en una plaga sin raciocinio. Cuando somos conducidos como rebaño es cuando empezamos a destrozar cosas. No hay ninguna razón lógica para que la evolución del hombre sea incompatible con el equilibrio natural. No fuimos dotados de inteligencia para ir en contra de nuestro habitad ni destruirnos a nosotros mismos. Sin embargo, es evidente que lo hacemos y que hay una causa.

Hemos creído que individualidad es separación, pero por más que creamos que estamos separados, aun siendo seres pensantes e individualistas, estamos vinculados unos con otros y formamos parte de la misma materia y energía que lo crea todo. Esa separación solo está en nuestra mente, trastornada por los continuos bombardeos a los que nos someten. Para controlarnos y evitar nuestro crecimiento nos separan, en razas, en preferencias, en ideologías estúpidas, en nacionalismos y un sin fin de conceptos extractos de paradigmas falsos que no tiene ningún soporte lógico más que la idea que lo creó. Todos estos paradigmas forman la auténtica cadena que nos ata a la irrealidad y nos aleja del crecimiento, condiciona nuestras relaciones con los demás, nos hace desconfiar y estar inseguros.
Nuestra vulnerabilidad ante la influencia nefasta de campañas electorales, anuncios televisivos y demás entretenimientos para nuestra mente, ansiosa por aprender cosas nuevas, ha hecho de nosotros lo que somos, seres en peligro de extinción.

Puede, que en su gran sabiduría creadora, la naturaleza o Dios o llámese como se llamé, pensó en el ser humano como el vehículo por el cual expandirse por el universo. Si pensamos en este ser como otro ser cualquiera, cuyo fin último es crecer y multiplicarse, en teoría el ser humano tendría ese objetivo, sería al vehículo para que la naturaleza se expandiese. Por desgracia, nuestro creador debe estar ya decepcionado de su creación, pues lejos de alcanzar su objetivo, está haciendo todo lo contrario, destruyendo a su creador y así mismo.

Puede que solo seamos uno de tantos intentos de la naturaleza por llegar a su objetivo final, seguro que otros han fallado. Siendo así, no sería de extrañar, que la naturaleza, vendo la incompetencia del hombre para alcanzar la tarea encomendada, hiciese borrón y cuenta nueva. Puede incluso que ni siquiera tenga que mover un dedo para que el hombre desaparezca de la faz de la tierra, porque para eso ya se basta solito.

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