Es triste ver como
el ser humano, inicialmente capaz y preparado para alcanzar las más
elevadas metas, superar las fronteras de su propio planeta y alcanzar
las estrellas, ha acabado siendo un esclavo del engendro que el mismo
ha creado. La sociedad humana, al contrario que todas las sociedades
animales, es una cárcel para nuestra mente y espíritu, y si no ta
has dado cuenta es que estás ciego o prefieres ignorarlo. El
consumismo, el dinero y todos los mecanismos de control creados para
satisfacer la insaciable sed de algunos hombres enfermos, han acabado
por cortar las alas de uno de los seres más evolucionados que la
naturaleza a creado... aunque puede que en eso también nos estemos
equivocando y la naturaleza no haya tenido nada que ver en esta
creación.
De todos los seres
que viven en este planeta, el ser humano es el único que ha
demostrado su capacidad para romper el equilibrio natural, algo que
a la naturaleza le ha costado miles de años conseguir. O la
naturaleza de ha equivocado con nosotros al desarrollar un ser tan
tremendamente destructivo o alguien nos trajo aquí. Como he dicho
antes, puede que la naturaleza no sea más que una víctima de la
aparición del hombre, pues todo lo creado por ella parece estar en
perfecto equilibrio, mientras que el hombre representa el caos y la
destrucción de este equilibrio.
Stephen Hawking
afirmó en una de sus conferencias, que si el ser humano llegase
algún día a crear una inteligencia artificial seria su perdición.
De hecho, si esta inteligencia se crease, como afirma Stephen, por
muy rudimentaria que fuese, se daría cuenta inmediatamente que el
ser humano, a parte de ser una amenaza para sí mismo, también lo es
para el entorno y por tanto para el mismo espacio que esta
inteligencia ocuparía. Para este nuevo ser inteligente, cuyo
principal objetivo como el de cualquier ser de este planeta sería
sobrevivir, vería al ser humano como una amenaza para su propia
supervivencia. Así pues, debería destruir o someter a este ser tan
infame.
No obstante, no
tenemos que vernos a nosotros mismos como seres imperfectos y
destructivos, nuestra esencia como individuos es tan inofensiva como
la de una hormiga lo es para un elefante. Es cuando actuamos
socialmente que se desata el desastre y nos convertimos en una plaga
sin raciocinio. Cuando somos conducidos como rebaño es cuando
empezamos a destrozar cosas. No hay ninguna razón lógica para que
la evolución del hombre sea incompatible con el equilibrio natural.
No fuimos dotados de inteligencia para ir en contra de nuestro
habitad ni destruirnos a nosotros mismos. Sin embargo, es evidente
que lo hacemos y que hay una causa.
Hemos creído que
individualidad es separación, pero por más que creamos que estamos
separados, aun siendo seres pensantes e individualistas, estamos
vinculados unos con otros y formamos parte de la misma materia y
energía que lo crea todo. Esa separación solo está en nuestra
mente, trastornada por los continuos bombardeos a los que nos
someten. Para controlarnos y evitar nuestro crecimiento nos separan,
en razas, en preferencias, en ideologías estúpidas, en
nacionalismos y un sin fin de conceptos extractos de paradigmas
falsos que no tiene ningún soporte lógico más que la idea que lo
creó. Todos estos paradigmas forman la auténtica cadena que nos ata
a la irrealidad y nos aleja del crecimiento, condiciona nuestras
relaciones con los demás, nos hace desconfiar y estar inseguros.
Nuestra
vulnerabilidad ante la influencia nefasta de campañas electorales,
anuncios televisivos y demás entretenimientos para nuestra mente,
ansiosa por aprender cosas nuevas, ha hecho de nosotros lo que somos,
seres en peligro de extinción.
Puede, que en su
gran sabiduría creadora, la naturaleza o Dios o llámese como se
llamé, pensó en el ser humano como el vehículo por el cual
expandirse por el universo. Si pensamos en este ser como otro ser
cualquiera, cuyo fin último es crecer y multiplicarse, en teoría el
ser humano tendría ese objetivo, sería al vehículo para que la
naturaleza se expandiese. Por desgracia, nuestro creador debe estar
ya decepcionado de su creación, pues lejos de alcanzar su objetivo,
está haciendo todo lo contrario, destruyendo a su creador y así
mismo.
Puede que solo
seamos uno de tantos intentos de la naturaleza por llegar a su
objetivo final, seguro que otros han fallado. Siendo así, no sería
de extrañar, que la naturaleza, vendo la incompetencia del hombre
para alcanzar la tarea encomendada, hiciese borrón y cuenta nueva.
Puede incluso que ni siquiera tenga que mover un dedo para que el
hombre desaparezca de la faz de la tierra, porque para eso ya se
basta solito.
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