La reciente
desaparición de 24 estudiantes en México o el asesinato de un niño
de color cosido a balazos en estados por un policía blanco, son
motivos suficientes para desatar revueltas y revoluciones violentas.
La corrupción política en España, los recortes en Francia y la
pésima gestión de Holande, o la venta de bienes públicos en
Grecia, también podrían ser motivos para una revolución en estos
países. Pero si pensamos que una revolución supone una solución,
podríamos muy estar equivocados.
Si echamos la vista
atrás en la historia y examinamos el papel nefasto que han tenido
casi todas las revoluciones, nos lo pensaríamos dos veces e iríamos
con más cautela a la hora de plantearnos participar en alguna. La
revolución francesa, por ejemplo, supuso el ascenso al poder de
Napoleón y el asesinato de casi todos los ideólogos y promotores
de la revuelta, así como la implantación de la educación prusiana
y un sin fin de muertes. La revolución bolchevique en Rusia termino
en la dictadura estalinista, una de las más sangrientas de la
historia, detrás de la revolución cultural china, con más muertes
y un régimen dictatorial que se ha prolongado hasta nuestros días.
La emancipación de la mujer, que también puede considerarse como
una revolución, trajo cosas positivas, pero también la
incorporación de la mujer al trabajo esclavo, apartándolas de su
papel fundamental en la familia, que es el cuidado y la educación
de los hijos. Si somos un poco objetivos y nos alejamos del
pensamiento feminista impuesto por la fundación Rockefeler y otros
organizaciones interesadas en la destrucción de la familia,
principales promotores de esta revolución y pensamiento radical,
la vida de la mujer empeoró. La llegada de la llamada emancipación
de la mujer, ha supuesto más perjuicio que beneficio. Antes de la
llegada de esa revolución se necesitaba que un solo miembro de la
familia trabajase para mantenerla. A partir de entonces, rara es la
familia donde no se necesiten dos. Ayer como hoy, destruir la
familia, que es un entorno naturalmente resistente a la imposición
ideológica, siempre ha sido un objetivo de la élite. Otro ejemplo
claro fue también la revolución o movimiento hippy, que acabó en
el neo-liberalismo y la cultura de las drogas, suministradas
principalmente por la CIA.
Aunque no todos las
revolución son negativos, cuando estas son inducidas por el poder,
ya sea económico o gubernamental, siempre acaban perjudicándonos y
sumiéndonos más en la esclavitud. Estas revoluciones inducidas se
convierten en herramientas que el poder utiliza para afianzar más su
posición. Si estas revoluciones van acompañadas de violencia mejor,
porque entonces los resultados son más efectivos. Aparte de provocar
muchas muertes inútiles, acaban siempre en dictadura, al menos es lo
que dice la historia, que siempre hay que coger con pinzas, pues ya
sabemos que la historia siempre se puede tergiversar.
A mi entender, la
única revolución que puede traernos cosas positivas y mejorar
nuestra vida, solo se puede desarrollar en nuestro interior,
cambiando nuestra mentalidad. Tendríamos que empezar abandonando
definitivamente esa idea infantil de que vendrá un salvador a
resolver nuestros problemas. Ningún político o mesías va a acudir
a nuestra llamada. Es algo que ya deberíamos saber por la
experiencia acumulada. Los que acuden en nuestro auxilio acaban
siendo nuestros amos y señores. Después de muchos años jugando con
nuestras esperanzas y anhelos, engañándonos con falsas promesas, no
me explico como todavía hay una inmensa mayoría de personas que
cree todavía en esta farsa.
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