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domingo, 16 de noviembre de 2014

Antenas y subvenciones para calmar a las masas


Más del del 24% de paro, familias al borde del hambre, una economía rota y fragmentada, al igual que el propio estado español y resulta que para el gobierno lo que importa es que se siga viendo la porquería que dan en televisión. Uno se podría preguntar como es esto posible, como los 2,4 millones que se destinan a subvencionar semejante porquería y no van destinados a paliar los problemas reales de los ciudadanos, que no son si tienen que resintonizar sus televisiones o no. 

Siendo condescendientes podríamos decir que el gobierno tiene sus razones, ya que por lo que he leído, el cambio de frecuencias obedece a la necesidad de dejar libre la frecuencia de los 800MHz para ser utilizada por la tecnología $4G, que por falta de previsión y una pésima planificación fue asignada al TDT. De todas formas, las ordenes vienen de Bruselas y el gobierno debe obedecer. Sin embrago, sigue siendo injusto y muy poco ético dada la situación actual del país destinar dinero a estas cosas.

Pero este artículo no va de lo que ya sabemos, que el gobierno está compuesto por inútiles y serviles al capital, sino de como afecta la cantidad de radiofrecuencias que presentes en la atmósfera.

La tendencia en las telecomunicaciones es utilizar cada vez frecuencias más altas. Porque a  mayor frecuencia más ancho de banda y posibilidad de transmitir mayor número de datos, pero también más nivel energético y mayor posibilidad de afectar los tejidos y la delicada química de nuestros cuerpos.

En los últimos tiempos la evolución de las comunicaciones nos ha conducido a estar rodeados de ondas, algunas de ellas de alta energía y frecuencia. Los móviles, el WI-FI, la televisión, la radio, solo son las más conocidas, pero los satélites, los sistemas de repetición y muchas otras que desconocemos, también trabajan con microondas posiblemente potencialmente peligrosas. 

No se sebe a ciencia cierta si estas radiaciones nos afectan o no, pero lo cierto es que hay personas que son sensibles y que incluso enferman por ellas. Al margen de cualquier conclusión basada en datos que no conozco, ni están al alcance de cualquiera, tenemos que saber que no importa si nos perjudica y cuanto, porque cuando se mueven tantos millones y hay tantos intereses, la ética y los escrúpulos escapan por la ventana.

Es cierto que hay muchos estudios científicos al respecto de esta cuestión, tanto a favor como en contra. Pero hoy en día, decir que un estudio puede ser independiente y no estar condicionado por la injerencia de intereses económicos es muy arriesgado, por no decir ingenuo. En realidad no tenemos más que la prueba de que parece que toleramos estas frecuencias porque aun estamos vivos, lo que no nos va a sacar de  las dudas de hasta cuento tiempo y que niveles de tolerancia necesitaremos para rebasar el límite, o si ya nos está afectando y en que forma.

Como es habitual en este sistema, el interés económico siempre manda sobre el interés del bienestar de las personas, y la industria de las telecomunicaciones no es una excepción en esta norma no confesa.

No quiero extenderme más en este tema tan trillado y a la vez tan silenciado por los medios de comunicación, medios que utilizan precisamente estas frecuencias para llevarnos a nuestros hogares su porquería. Tan solo decir que deberíamos estar más atentos a estas cosas, que nos son temas sin importancia porque nos pueden afectar o estar afectando muy seriamente.

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