Más del del 24% de
paro, familias al borde del hambre, una economía rota y fragmentada,
al igual que el propio estado español y resulta que para el gobierno lo que
importa es que se siga viendo la porquería que dan en televisión.
Uno se podría preguntar como es esto posible, como los 2,4 millones
que se destinan a subvencionar semejante porquería y no van
destinados a paliar los problemas reales de los ciudadanos, que no son si tienen que resintonizar sus televisiones o no.
Siendo
condescendientes podríamos decir que el gobierno tiene sus razones,
ya que por lo que he leído, el cambio de frecuencias obedece a la
necesidad de dejar libre la frecuencia de los 800MHz para ser
utilizada por la tecnología $4G, que por falta de previsión y una
pésima planificación fue asignada al TDT. De todas formas, las
ordenes vienen de Bruselas y el gobierno debe obedecer. Sin embrago,
sigue siendo injusto y muy poco ético dada la situación actual del
país destinar dinero a estas cosas.
Pero este artículo
no va de lo que ya sabemos, que el gobierno está compuesto por
inútiles y serviles al capital, sino de como afecta la cantidad de
radiofrecuencias que presentes en la atmósfera.
La tendencia en las
telecomunicaciones es utilizar cada vez frecuencias más altas. Porque a mayor
frecuencia más ancho de banda y posibilidad de transmitir mayor
número de datos, pero también más nivel energético y mayor
posibilidad de afectar los tejidos y la delicada química de
nuestros cuerpos.
En los últimos
tiempos la evolución de las comunicaciones nos ha conducido a estar
rodeados de ondas, algunas de ellas de alta energía y frecuencia.
Los móviles, el WI-FI, la televisión, la radio, solo son las más
conocidas, pero los satélites, los sistemas de repetición y muchas
otras que desconocemos, también trabajan con microondas
posiblemente potencialmente peligrosas.
No se sebe a ciencia cierta si estas
radiaciones nos afectan o no, pero lo cierto es que hay personas que
son sensibles y que incluso enferman por ellas. Al margen de
cualquier conclusión basada en datos que no conozco, ni están al
alcance de cualquiera, tenemos que saber que no
importa si nos perjudica y cuanto, porque cuando se mueven tantos
millones y hay tantos intereses, la ética y los escrúpulos escapan
por la ventana.
Es cierto que hay
muchos estudios científicos al respecto de esta cuestión, tanto a
favor como en contra. Pero hoy en día, decir que un estudio puede
ser independiente y no estar condicionado por la injerencia de
intereses económicos es muy arriesgado, por no decir ingenuo. En
realidad no tenemos más que la prueba de que parece que toleramos
estas frecuencias porque aun estamos vivos, lo que no nos va a sacar de
las dudas de hasta cuento tiempo y que niveles de tolerancia
necesitaremos para rebasar el límite, o si ya nos está afectando y
en que forma.
Como es habitual en
este sistema, el interés económico siempre manda sobre el interés
del bienestar de las personas, y la industria de las
telecomunicaciones no es una excepción en esta norma no confesa.
No quiero extenderme
más en este tema tan trillado y a la vez tan silenciado por los
medios de comunicación, medios que utilizan precisamente estas
frecuencias para llevarnos a nuestros hogares su porquería. Tan solo
decir que deberíamos estar más atentos a estas cosas, que nos son
temas sin importancia porque nos pueden afectar o estar afectando muy
seriamente.
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