Cuando la tecnología
permite que se industrialice la alimentación en un sistema
capitalista y basado en el beneficio rápido, como es el que rige
este mundo, es normal que se produzcan abusos y fraudes encaminados a
obtener el máximo rendimiento económico de un producto. El problema
que no estamos hablando de un producto cualquiera, sino de la materia
con la que nos alimentamos y se construye nuestros cuerpos. Somos lo
que comemos, y aunque nuestro cuerpo tiene mecanismos para eliminar
aquello que nos perjudica o nos sobra, si sobrepasamos los límites
de tolerancia de nuestros filtros, acabamos enfermando. Hoy vemos
como mientras aumenta la abundancia de alimentos, estos son cada vez
más insalubres, vamos a ver el porqué.
Para aquellos que
quieren obtener beneficio rápido, enfermarnos lentamente es tan solo
un problema menor y de tiempo. Mientras la enfermedad no sea
inmediata todo les irá bien. La industria alimentaria a gran escala
no busca la salud de los que compran sus productos, sino el
rendimiento económico; es una causa lógica e inevitable de este
sistema capitalista. De la misma forma es lógico, porque es
permitido y fomentado por el sistema, que a medio plazo las empresas
alimentarias no globalizadas, demasiado pequeñas o tradicionales
para competir, acaben en grandes monopolios corporativos donde se
junten con otras empresas de producción, transformación y
distribución de alimentos. Así es como se van formando estas
corporaciones, cada vez mayores y con mayor dominio del mercado
alimentario. Este proceso de monopolización de la industria
alimentaria, ya se puede decir, esta casi en su fase final.
Aunque puedan
parecer empresas diferentes mediante imágenes comerciales
distintas, los oligopolios abarcan mucho más de lo que parece. Están
unidos en el capital y en los fondos de inversión; es una
consecuencia de la globalización y lo que llaman libre comercio
internacional. Las empresas tradicionales de alimentación no pueden
competir con ellos, y su número se reduce al mismo tiempo que la
variedad de alimentos que podemos encontrar. La consecuencia final de
esto es predecible, las corporaciones alimentarias acaban dominando
los mercados y al final imponen su ley, sus precios y sus productos.
No sucede así porque sus productos sean los mejores, sino porque
son los únicos que los producen.
Llegado cierto
momento, cuando el tamaño y la complejidad financiera lo permite,
escapan a los controles de los gobiernos, ya no les importa producir
enfermedades ni ser señaladas. Saben perfectamente que alguna de sus
divisiones pueden ser multadas, incluso perder alguna de sus
empresas por fraude o escándalo alimentario. Con su tamaño y poder
económico, es como quien pierde un peón en una partida de ajedrez
que sabe que tiene ganada. Llegado este punto, utilizan su poder para
convertirse en grupos de presión que influyen en las decisiones de
políticos. En realidad, lo que tan sutilmente llaman grupos de
presión, yo lo llamaría sobornos. Pero si esto les falla utilizan
lo que tan popularmente en estos tiempos se ha dado en conocer como
las puertas giratorias. Directivos o gente pagada por estos
oligopolios ocupan cargos de responsabilidad para favorecer los
intereses de estas multinacionales. A estas personas, con serios
indicios de tener conflicto de intereses, nunca se les debiera
permitir ocupar cargos políticos o puestos de responsabilidad, pero
muchas veces se hace complicado demostrar su vinculación con estas
macro empresas, precisamente por su complejidad y los entramados
financieros.
Esto no es un efecto
de la industrialización o masificación de la producción. Lo que
sucede actualmente con los alimentos y otros sectores como la
energía, es una consecuencia del propio sistema capitalista, que no
solo no es el mejor ni perfecto, sino que es de naturaleza
absolutamente perversa. No podemos olvidar que cualquier sistema de
organización humana debe estar destinado a la mejora de nuestra
calidad de vida y no al del beneficio económico. El beneficio
económico no está ligado al bienestar, solo afecta positivamente al
que lo obtiene, y dado que no es igualitario sino, que por el
contrario, tiende al aumento de la desigualdad, son solo unos pocos
quien se llevan todo el beneficio. Es por ello, que cualquier sistema
de organización humana, no solo debe servir, como he dicho antes,
para el bienestar humano, sino debe de servir para que los recursos y
riquezas sean distribuidas de forma igualitaria entre todos los que
lo aceptan. El sistema actual no ha sido aceptado, sino impuesto,
promueve la desigualdad y seca lo peor del ser humano. Nadie, que yo
sepa, lo ha votado ni ha elegido a los que gobiernan, y no me refiero
a esos títeres que llamamos políticos, sino a sus amos, que son
quienes manejan a su antojo los recursos, entre ellos los alimentos.
Con esta tendencia, claramente tendente al monopolio, llegará un día
en que solo exista una única empresa que controle los alimentos del
mundo. Imaginen que bueno sería eso, no para ustedes claro, sino
para la empresa que consiguiese desbancar a todas las demás. Esto es
lo que llaman el Nuevo Orden Mundial.
Este post es
consecuencia de otro post que ley en un blog que lucha por despertar
a la la gente y contar, Te atreves a Despertar. Enlazo un vídeo
demoledor expuesto en esta web sobre la manipulación alimentaria en el sector del pescado y las consecuencias de
la monopolización de la industria alimentaria, pero tan solo es la
punta del iceberg. El visionado de este magnifico reportaje de origen francés y emitido por la 2 de RTVE por personas
sensibles, podría quitar la intención de comer alimentos preparados
industrialmente para siempre. Pero no se equivoquen, el problema no
está en la industrialización ni en la tecnología, sino en el uso
que se hace de ella para obtener beneficio económico. Un beneficio
que del que los trabajadores o los productores de las materias primas
solo obtienen las migajas, mientras dueños estas compañías nadan
en dinero rodeados de la gente que enferman con su ambición.
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