Si queremos ser
políticamente correctos, es decir, cobardes y poco claros como los
políticos, diremos que la religión busca la
espiritualidad humana, pero estaríamos haciendo un flaco favor a la
verdad, ya que cualquier religión monoteista como sería el Islam o el cristianismo, entre otras,
son intrínsecamente violentas e intolerantes.
Tenemos que partir
de que el Islam, por ejemplo y más que ninguna otra religión, considera a los
infieles, es decir, a todos los que no practican esta religión ni
son creyentes en ella, como seres inferiores y despreciables. Peter
Towsend, que dedicó mucho tiempo a estudiar la violencia en el Corán
y la Biblia. En su libro Cuestionándose el Islam hizo una
investigación exhaustiva que le llevó a considerar muchas citas de
estos textos como incitaciones a la violencia. De hecho, son
interpretaciones sesgadas de estos pasajes los que han dado pie a
muchos para justificar atentados, decapitaciones y otras
atrocidades. Pero basta con echar un vistazo a la historia y
contabilizar los muertos y las guerras producidas en nombre de Alá
o de Dios, para tener perspectiva de su alcance.
Al leer estos
libros podemos sacar nuestra propia interpretación debido a su
ambigüedad. La lectura de la Biblia, el Corán o la Torá, en si no es algo ni bueno
ni malo. Si es tomado como literatura, igual que lo haríamos con
Idiada de Omero, hasta nos puede resultar divertido. El problema comienza cuando creemos ciegamente en
que lo que allí se dice sin hacer un análisis o sacando conclusiones
equivocadas, conclusiones que luego pueden servir como pretexto para hacer cosas
que no obedecen a ninguna lógica.
Ha sido su divulgación y la creencia ciega de las interpretaciones de estos libros, hechas por personas trastornadas, lo que han influido en la conducta de algunos, de la misma forma que la televisión incita al consumo.Pero si bien esto es innegable, también lo es que a esta situación no se ha llegado por casualidad, sino que se ha provocado de forma deliberada, igual que las cruzadas en la edad media; siempre por la misma causa, el dinero y el poder.
Ha sido su divulgación y la creencia ciega de las interpretaciones de estos libros, hechas por personas trastornadas, lo que han influido en la conducta de algunos, de la misma forma que la televisión incita al consumo.Pero si bien esto es innegable, también lo es que a esta situación no se ha llegado por casualidad, sino que se ha provocado de forma deliberada, igual que las cruzadas en la edad media; siempre por la misma causa, el dinero y el poder.
¿Son las
interpretaciones tergiversadas los causantes de los atentados de
Francia que tanto nos han conmocionado estos días y anteriormente en
otros lugares o las provocaciones y la financiación de poderes ocultos?
Estos atentados atroces han cambiado nuestras vidas, nos han hecho menos libres y desconfiados porque han sembrado el miedo en esta sociedad nuestra, ya de por si propensa a tenerlo. Hemos visto atentados y decapitaciones televisadas. Las decapitaciones no se hacen porque sí. La decapitación, forma de asesinato preferida por los islamistas porque es un ritual religioso, ya practicado mucho antes de Mahoma. Su objetivo no solo es asesinar, sino que el alma del decapitado jamás descanse; como si fuera poco ya asesinarlo de esta forma tan atroz e inhumana más propia de salvajes que de hombres. Pero esto no lo dice el islam, sino que es una interpretación. Conste que esto lo pongo como curiosidad. Estamos pues ante una literatura tremendamente influyente, si no se toma como lo que es, literatura. Aunque también hay que decirlo, la maldad no está en los textos y puede que ni en quien los escribe, sino quien los interpreta y lleva hasta las últimas consecuencias.
Estos atentados atroces han cambiado nuestras vidas, nos han hecho menos libres y desconfiados porque han sembrado el miedo en esta sociedad nuestra, ya de por si propensa a tenerlo. Hemos visto atentados y decapitaciones televisadas. Las decapitaciones no se hacen porque sí. La decapitación, forma de asesinato preferida por los islamistas porque es un ritual religioso, ya practicado mucho antes de Mahoma. Su objetivo no solo es asesinar, sino que el alma del decapitado jamás descanse; como si fuera poco ya asesinarlo de esta forma tan atroz e inhumana más propia de salvajes que de hombres. Pero esto no lo dice el islam, sino que es una interpretación. Conste que esto lo pongo como curiosidad. Estamos pues ante una literatura tremendamente influyente, si no se toma como lo que es, literatura. Aunque también hay que decirlo, la maldad no está en los textos y puede que ni en quien los escribe, sino quien los interpreta y lleva hasta las últimas consecuencias.
No obstante, y es
algo que no debe pasarse por alto, es que otros se están
aprovechando, de forma sutil y mal intencionada, del fenómeno
islámico, quizás creado deliberadamente por intereses que no obedecen a la religión, sino al poder y el dinero. Hay personas poderosas que persiguen implantar un estado
del miedo. No son religiosos, o al menos, no son musulmanes. Ellos
solo persiguen el poder y la sumisión de la población utilizando el
miedo. Las leyes que van contra el derecho de movimiento de las
personas, las cámaras de seguridad y la represión policial no son fruto de los terroristas musulmanes, al menos en occidente, sino de los
políticos que actúan en consecuencia de un problema, que puede que ellos mismos hayan creado. Hay pruebas de que algunos gobiernos y organizaciones de
estos estados, han estado financiando a los movimientos musulmanes
radicales. Tampoco se puede decir que estos gobiernos no hayan hecho
nada para provocar el odio de estos radicales al mundo occidental.
Son los mismos que saquean los recursos de los países islámicos,
sobre todo el petróleo. Estos políticos que actúan mandados por un
gobierno en la sombra que nadie ha votado, saben que a río revuelto
ganancia de pescadores. Y esto es precisamente lo que necesitan para
conseguir sus fines, un estado del miedo donde la libertad de las
personas sea limitada.
Resulta
tremendamente curioso que en todos los atentados los terroristas
dejen pistas sobre su identidad. En el último atentado de Francia
uno de los terroristas se dejó un carnet de identidad. En España, e
el atentado de los trenes de Atocha, se dejaron una furgoneta con le
Corán y efectos personales que no dejaban duda de quienes eran los
autores. Y los más escabroso. Entre los escombros de de las torres
gemelas, encontraron los pasaportes de los terroristas.
¿Es posible que
esto sea casualidad?
Los que nos
consideramos normales, como usted o como yo, jamás consideraríamos
la idea de asesinar a miles de personas. La simple idea de asesinar a
alguien, de quitarle la vida para siempre, nos aterra. Por más
arrebatos de ira que tuviésemos, en un estado mental normal,
sencillamente no nos cabría en nuestra conciencia, seamos religiosos
o no. Solo si se nos lava el cerebro y se nos prepara militarmente
seriamos capaces de acometer las atrocidades que acometen los
terroristas. Pero para eso hace falta mucho dinero,
mucho más dinero del que se recauda en una mezquita. Los islamistas
radicales tienen muchas armas, lanza misiles, explosivos y una
organización compleja y muy cara de mantener. Solo con la
financiación de algunos estados y organizaciones es posible entender la abundancia de recursos y armamento.
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