A muchos les resulta
ya familiar escuchar la palabra igualdad en boca de nuestros
políticos. Es una palabra que forma parte ineludible de su bien
estudiada jerga. Hace ya años que la escuchamos, sobre todo cuando
aluden a los derechos entre hombres y mujeres, siempre acompañada
de esa neo-lengua que nos quieren imponer, donde en vez de utilizar
el masculino como genérico, utilizan redundancias como: ellas y
ellos, las mujeres y los hombres, el padre y la madre, etc. Me
resulta un poco contradictorio, que si ambos sexos deben de tener los
mismos derechos, pongan tanto empeño e incluso esfuerzo mental en no
olvidarse de soltar su estúpida coletilla diferenciadora; toda una
contradicción.
Es obvio que
hombres y mujeres son diferentes, tanto como que deben tener los
mismos derechos. A estas alturas cuestionarse que la naturaleza, que
es mucho más sabia que los hombres, se equivocó al hacer las cosas
así, es un poco temerario. Por mucho que algunas feministas
radicales se empeñen en lo contrario, ambos sexos no podrían
existir el uno sin el otro. Pero en fin, son ese tipo de cosas que
las nuevas corrientes de control mental han impuesto para dividir lo
que es indivisible.
Lo que mas me
revienta es que tanto declarar a voces igualdad y que sean ellos los
primeros que no la cumplen. Solo hay que ver el reparto de sexos
entre cualquier órgano de decisión política o empresarial para
darse cuenta de la hipocresía de esta casta de lacayos.
Hablan mucho de los
derechos e igualdad de hombres y mujeres y en cambio, muy poco sobre
los derechos y la igualdad de “todos”. Por lo visto les debe
resultar muy incómodo reconocer que tal igualdad no existe en esta
maravillosa sociedad de mierda que han creado o mejor dicho, que les
hemos permitido crear.
De nada sirve tener
derechos si no hay igualdad y para que exista esta igualdad, también
tiene que haber igualdad de oportunidades y recursos. Para desgracia
del resto de la población, eso no es así. La riqueza y recursos del
planeta esta en manos de unos pocos bastardos. Una condición que les
permite eludir las leyes que nos afectan a los demás, tener acceso
los avances médicos, a la mejor alimentación, educación y a toda
la información que para nosotros es secreta. En definitiva, hacer lo
que les venga en gana con su vida y con la nuestra.
La influencia de
estos tipos en las instituciones políticas de todos los países no
es directa. Ellos nunca dan la cara porque se consideran una raza a
parte. Se limitan a influir en ella a través de la herramienta con
la que han conseguido su estatus; el dinero.
Por poner un ejemplo: solo las 200 personas más ricas de España poseen un patrimonio total de 135.000.000.000€, mientras que más de un 20% de la población está en el umbral de la pobreza o en la más absoluta miseria.
Las crisis, fruto de
los chanchullos financieros que han montado, lejos de arruinarlos, les ha servido para
agudizar más esta desigualdad. Están consiguiendo reducir la sociedad a
dos clases, ellos y nosotros. Véase la gráfica de reparto de la
riqueza para comprender que es lo que está pasando.
El reparto de la
riqueza y recursos del planeta dibuja un escenario dantesco, donde
los de la base tiene que trabajar, casi en exclusividad, para
procurar riqueza a unos cuantos, capaces de todo por hacer que
las cosas sigan como están o empeoren para el resto. Estos mismos gráficos demuestran que
con el reparto de la riqueza y de los recursos de forma equitativa,
tendríamos una sociedad con mucho tiempo libre, prospera e idílica.
En este momento, el
mayor obstáculo que tiene la humanidad para avanzar en ese objetivo
son estos indeseables. Por nuestro bien y el de nuestros hijos,
deberíamos desterrarlos y enviarlos a un vertedero, donde tengan que
rebuscar entre los desechos para comer, durmiendo a la intemperie;
tal y como ellos han hecho con buena parte de la población mundial.
Quedan muchos que
todavía están pensando que vivir en una sociedad así puede tener
un largo recorrido, pero no hay principio sin final y tarde o
temprano a cada cerdo le llega su san Martín; ellos lo saben bien.
Los últimos acontecimientos en Urania, las injerencias de EEUU en
todo oriente y la crisis griega, hacen pensar que están dispuestos a
permanecer allí, en su atalaya, a costa de lo que sea. No quieren
perder lo que tanto tiempo les ha costado conseguir. Saben que si
esta situación se prolonga demasiado tiempo, cada día que pase, el
descontento y las personas que despiertan serán más. Lo más
lógico es que actúen antes de que sea tarde para ellos, o bien
provocando una gran guerra o una crisis que les sirva para sus
planes, como ya han hecho antes.
Sus medios de
comunicación y el exceso de información basura, así como una
educación que enseña lo que hay que pensar y no a pensar, han
conseguido vaciar de contenido palabras tan grandiosas como amor,
fraternidad, colaboración y libertad. Las han fragmentado en
porciones pequeñas con las que no se puede lidiar. Pero estas
palabras son un todo indivisible, que llevadas hasta sus últimas
consecuencias serían la solución a nuestro problema. No es cuestión
de luchar por las libertades, sino por la libertad. El amor debe ser
incondicional, pues si no es así, no es amor. Solo colaborando entre
todos por objetivos comunes, con fraternidad y amor obtendremos la
libertad. Pero si entramos en sus juegos, dejándonos llevar por sus
elucubraciones y engaños, no conseguiremos otra cosa que lo que cada
vez vemos más cerca, el control total de nuestra persona.
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