Uno los aspectos más
polémicos y poco conocidos de la nueva ley de educación española,
la conocida como LONCE o ley Wert, a supuesto un el tiro de gracia a
una asignatura, ya moribunda con la anterior ley. Las motivaciones
que han llevado al ministro a acometer esta barbaridad contra el
saber, son para la mayoría desconocidas, pero sospecho una clara
intencionalidad perversa e inconfesable dada la naturaleza de la
asignatura y las conveniencias del poder. Curiosamente, a esta ley
se le llama “Ley para la calidad de la enseñanza”.
Este ataque no es
nuevo ni el primero, sino la continuación de un acoso y derribo al
conocimiento en general, que empezó cuando le cambiaron el nombre y
su sentido al sustituir la filosofía por educación para la
ciudadanía. Ya solo, por lo que tiene de adoctrinamiento este
concepto, me dan ganas de vomitar. Aunque se nos vendió como una
idea genuina del nefasto político conocido como Zapatero, que flaco
favor le hizo a la profesión quien le puso ese apellido, hace ya
bastante tiempo, que en los países anglosajones la filosofía no se
cuida ni se imparte en la escuela pública. En estos países la
filosofía es una asignatura opcional y ni siquiera se da en el
equivalente a nuestro bachillerato. Lo que si se da y es puntuable en
los exámenes es algo parecido a la educación ciudadana. La
filosofía en estos está reservada para las universidades de
prestigio, donde estudian los hijos de la élite. Es más que
suficiente para afirmar que aquí solo siguen la corriente impuesta
por quien decide estas cosas.
Espero no ser yo
solo el que piense que estamos ante una vuelta de tuerca más en lo
que llaman la globalización de la enseñanza pública, con una
clara intencionalidad de convertirla en una mera escuela de esclavos
obedientes e ignorantes, donde solo se reciben los conocimientos
necesarios para ser útiles al sistema. Me pregunto si son los
gobiernos o las multinacionales quienes diseñan la educación. Si
nos vamos a los orígenes de lo que conocemos como educación pública
hoy y la comparamos con el sentido que se hizo cuando se inventó,
veremos que no ha cambiado.
La filosofía es por
autonomasia y a mí entender, el bien más preciado que tiene el
saber humano, no solo porque nos ayuda a entender el mundo y a
nosotros mismos, sino porque crea personas íntegras y con sentido
crítico. Una persona con formación en filosofía, ética, lógica y
retórica, es tan peligrosa para los políticos y este sistema, como
lo sería una tanqueta del ejercito chino en la plaza de Tananmén en
1989. Con una formación media o baja de estas ciencias, cualquier
persona tendría los conocimientos necesarios para no dejarse
engañar por retórica falaz y promesas vacías. Y claro, eso no es
lo que quiere el poder. Si fuese así, la manipulación ejercida por
la clase política tendría que ser muy convincente y argumentada, un
trabajo que para esta casta política, especialmente la Española,
sería imposible de acometer.
Yo pienso y creo
firmemente, que la educación publica, a la que prefiero llamar
enseñanza, debería ceñirse, en las primeras etapas, a dar
herramientas para pensar y descubrir por el mismo la veracidad de lo
que se le muestra; algo que hoy, ni siquiera se acerca a tal
objetivo. Porque hoy, en vez de enseñar a pensar se educa como y en
que pensar. Después de saber leer, escribir y conocer las
matemáticas básicas, tendría que ser la filosofía una prioridad,
junto a la lógica, la retórica y la ética. ¿
¿De que sirve un
brillante científico que solo crea engendros para destruir?
¿Como se expresa
una idea sin caer en la falacia o el ridículo por no saber
expresarla, por muy buena que esta sea?
¿De que sirve un
buen político, con muy buenas intenciones, si no sabe cuando lo
están manipulando?
Sería de gran ayuda
para que los alumnos adquiriesen la capacidad de cuestionarse todo
lo que le digan y no dar por hecho cierto aquello que le cuentan sin
argumentación ninguna, de maravillarse ante los detalles pequeños,
que a pesar de tener muy cerca, no comprenden, despreocupándose de
las implicaciones de su ignorancia.
La tendencia es
clara, apartar estas ciencias del saber al populacho, haciéndolas
aburridas y sosas, para reservarlas solo para las élites, lo que
me lleva, más que a especular, a estar seguro que hay un miedo
atroz, por parte de los que hacen estas leyes, a que las personas
aprendan a pensar por si mismas y se vuelvan contestatarias. Esta
claro, quieren personas que no se cuestionen lo que procede del
poder, como si se tratase de una dogma incontestable. Pero para
muestra un botón: solo hay que echar un vistazo, muy por encima y en
general, a la cultura estadounidense, donde hace ya muchos años que,
como he dicho antes, no se da filosofía en la escuela pública.
Solo entonces nos daremos cuenta de la gran diferencia que existe
entre la educación de la clase dirigente y las bajas. Han sido ya
muchos años de privación y los efectos son demoledores. La política
de injerencia internacional ejercida por EEUU en todo el mundo, es
vista por el pueblo llano americano como algo tolerable. Basta
repetir una mentira mil veces para que se convierta en verdad. La
existencia de programas como gran hermano o reality shows de similar
naturaleza, son un claro exponente de esa carencia.
Sé que el hecho de
no tener conocimientos en filosofía, ética, moral o lógica, ni
mucho menos hace ser menos persona, pero quien no los tiene, es
privado de los medios con las cuales puede comprender el mundo y
desarrollar su propio pensamiento crítico, su propia filosofía de
vida, algo que es necesario para obtener la independencia personal.
Si yo hubiese tenido
un buen maestro, que me hubiese enseñado caminos de la filosofía,
y no aquellos desganados y mal pagados profesores, no hubiese
cometido muchos de los errores que he cometido en mi vida. Aunque si
soy sincero con migo mismo, sé que es tan solo una disculpa barata.
En realidad el conocimiento, si uno lo busca lo encuentra, y en ello
estoy ahora, con peor o mejor fortuna, pero lo intento. Y ese pienso
yo que es el camino, alejado de imposiciones y tendencias, buscando
la verdad en todo momento y desbordando admiración por las cosas más
pequeñas.
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