Resulta difícil ya
imaginar un mundo sin internet, telefonía móvil, tables televisores
inteligentes, portátiles, pcs y demás aparatos. En unos pocos años
los avances en microelectrónica han permitido que estos dispositivos
se conviertan en nuestros compañeros inseparables, hasta el punto de
ser raro encontrar a alguien que no tengan alguno, al menos en los
países del llamado primer mundo. Organizan nuestras vidas, nos
comunicamos y trabajamos con ellos, sin embargo, la inmensa mayoría
no se a parado nunca a pensar que es lo que pasa en su interior. Ni
siquiera les interesa saber como funcionan internamente y que hacen
con la información que les damos, hasta que se estropean, claro.
Para el usuario normal son, por así decirlo, cajas negras donde
entramos y sacamos información.
Tanto los programas
que incluyen estos dispositivos como algunos de sus interfaces de
entrada y salida, son opacos para nosotros, algunos de ellos ni
sabemos que están ahí ni si están funcionando sin saberlo. Hemos
aprendido a usar muchos de esos programas para comunicarnos con redes
sociales, manejar el correo y demás, pero la mayoría de estos
programas están escritos con código propietario y cerrado. A menos
que se sea un usted un experto en informática y capaz de
desensamblar los programas y desentrañar su funcionamiento, es
imposible saber que lo que pasa realmente en su dispositivo. Por si
fuera poco, muchos de los microchips que incorporan, sobre todo
tables y teléfonos móviles y ahora también los smart Tvs, tienen
almacenados en su memoria interna otros programas, mucho más
inaccesibles, incluso para los expertos.
Confiamos nuestra
información a nuestros dispositivos, dándole todo tipo de detalles
de nuestra vida, conectándonos con nuestros bancos o incluso
manteniendo conversaciones trascendentes a través de ellos. No
pensamos, ni por un momento, que nuestro teléfono puede estar
pasando la información a un tercero. De la misma forma utilizamos
las redes sociales, diciendo a una entidad privada y con ánimo de
lucro, lo que nos gusta o lo que no.
Si alguien juntase
en una base de datos los lugares que visitamos en internet, con quien
hablamos, a que sitios viajamos, lo que decimos en las redes
sociales, que programas de televisión vemos, cuales son nuestros
gustos al comprar etc... tendría a su disposición un completo
perfil de nuestra persona, algo así como un avatar digital que nos
conocería mejor que nosotros mismos. Esa información es un bien de
comercio que tiene un valor incalculable para quienes comercian con
ellos. Pero si su intención fuese solo eso, comerciar, podríamos
considerarnos afortunados. Para comprender la amplitud del problema
hay que ir un poco más allá: Si nuestro avatar digital se une en
una base de datos al de otra mucha gente, digamos que todo un
pueblo, la cosa se pone divertida. Imaginen como podría utilizar
esta información el alcalde de este pueblo. Sabría exactamente lo
que el pueblo necesita, pero también como como manipularlo. Con esta
información podría postergar su mandato hasta el fin de sus días.
Una evolución de
esto, evidentemente, sería una base de datos que albergara toda la
población de un país, y porque no, los avatares de todo el mundo.
Eso sería una herramienta fantástica para quien tuviera acceso a
ella, una fuente de poder inimaginable. Pero lo más de lo más,
sería tener una computadora capaz de manejar estos datos, hacer
estadísticas, simulaciones, juegos de guerra. Podrían preguntarle
¿Y se hacemos esto que tal reaccionará la gente? ¿Que porcentaje
de éxito tendremos?
Si piensan que esto
es ciencia ficción y que yo soy un paranoico por pensar tales cosas,
sigan confiando en sus maquinitas, dándoles cuanto más información
mejor. Seguro que esto mejorará sus vidas.
Pero por si acaso
este post hace que se sientan recelosos, les diré que tiene muchos
motivos para hacerlo. Por poner un ejemplo, una famosa compañía que
fabrica televisores inteligentes, a tenido que salir a declarar que
no vendían los datos recogidos por sus aparatos, lo que pone de
manifiesto que, en efecto, recogen datos, otra cosa es que les
podamos creer respecto a la venta de datos. Lógicamente, si los
vendiesen y no hay pruebas de ello, no van ha decir que lo hacen.
Otro motivo para estar receloso fueron las declaraciones del exagente
de la NSA (National Security Agency) Edward Snowden. Que ya está
cansado de decir que nuestros teléfonos móviles son trasparentes
para la agencia de inteligencia americana y las de otros países.
Afirmó en reiteradas ocasiones que tienen la tecnología para
podernos localizar y grabar en cualquier momento. Por si esto fuese
poco, la colaboración en esta serie de atentados contra nuestra
intimidad llega por nuestro gobernantes más cercanos. La nueva ley
antiterrorista, el DNI con wi-fi, etc, etc, etc..
Que corta se quedo
la novela 1984...
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