Al despertar había un gran deseo de
libertad en mí, era como algo que quisiese salir, como un volcán a
punto de explotar tapado con una gran roca. Saber que podía abarcar
mucho más de lo que veía era algo terrible, pero tomar conciencia
de mí situación, pedía a gritos alejarme de aquel lugar en donde
había estado durante tanto tiempo. Un lugar que se había
convertido en mi cárcel de privada. Una cárcel con barrotes de
cristal donde podía ver todo lo que sucedía a mi alrededor sin
poder alterar nada. A través de sus barrotes veía almas perdidas
sumidas en la ignorancia, almas con una vida carente de sentido
volcadas en la mediocridad y la avaricia, era un lugar para fabricar
locos. Ni Dante en sus más tétricas visiones el infierno podría
haber imaginado algo así.
Soñaba que volaba por encima de todo
aquello, siempre intentando subir muy alto, donde no escuchase el
exasperante rumor de sus conversaciones huecas; pero era inútil,
porque cuando no acababa despertando en la misma pesadilla, el el
sueño, mi ascenso era interrumpido por algún obstáculo; la triste
realidad de mi vida. Podía haber sido como los demás, vivir una
vida vacía, sin aspiraciones ni grandes sueños, todo hubiese sido
mucho más fácil; sin sufrimiento, en la completa ignorancia, como
todos. Pero una vez que lo pruebas no piensas en otra cosa que
escapar de ello y alcanzar la libertad. Y el precio de ese deseo es
la frustración, la indignación y el desespero, pero merece la pena.
Por grandes que sean mis deseos de trascender, siempre acabo hundido
en este lodazal de almas perdidas, conviviendo con ellas. ¿Porqué
no se dan cuenda de su naturaleza divina? ¿que les impide despertar
de esta pesadilla de ignorancia y mediocridad?
Trabaja, compra, miente, sobre todo
miéntete a ti mismo para ocultarte la verdadera naturaleza de tu
alma, es lo fácil, o al menos es lo que parece cuando no lo has
probado. Pero después de abrazar por primera vez un árbol y sentir
su fuerza, después de haber llorado al contemplar una puesta de sol
y comprende la belleza oculta del orden natural de este mundo, no
puedes permanecer en estado de pasividad, todo toma un nuevo sentido,
los colores no son los mismos y el resto de tú vida mundana deja de
tener importancia. Es el despertar a la vida trascendente, movido por
el deseo del conocimiento supremo, la sabiduría de la experiencia.
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