En 2002 se promulgó
una reforma
constitucional con amplio consenso parlamentario por la cual paso
a ser prioridad el pago de la deuda “pública” por encima incluso
del estado del bienestar. Esta reforma, impuesta por la élite
antidemocrática de la U.E. se tramitó y aprobó en un tiempo
increíblemente corto y sin consulta popular. Hoy, en 2014, se pide
algo más simple, el derecho a votar sobre la libertad de un pueblo
de elegir su destino. Al margen de que dicho derecho sea legítimo o
no, lo que es innegable es la cantidad de impedimentos que se están
poniendo el gobierno a algo tan simple como una consulta popular solo
puede entenderse por una razón: le tienen miedo a la democracia
de verdad.
Para pagar los
desmanes de los bancos y, en general, de este nefasto sistema
capitalista, no hay constitución que sea inamovible. Ahora bien,
cuando se trata de dejar al pueblo expresar su opinión, entonces si,
la constitución está hay para impedirlo.
Se le tendría que
decir al gobierno que una constitución no es algo inamovible y que
tiene que cambiar para adaptarse a nuevas realidades. Es posible que
mucha gente que votó esta constitución ya se haya dado cuenta que
no está hecha para ellos, sino para salvaguardar los intereses de
una casta de políticos que ha apoyado un sistema opresor y
demencial, que más que nada
ha beneficiado el
propio sistema, a los que lo dirigen o a sus esbirros los políticos.
Muchos estamos
hartos de afirmar que esto no funciona, que este sistema solo es una
forma de represión y control, proclive a guerras, conflictos y en
el que no nos sentimos a gusto. Y no es que el texto de la
constitución esté del todo mal, es que en manos de este sistema no
deja de ser una declaración de intenciones incumplidas en aspectos
fundamentales de las necesidades básicas. Las referencias a la
igualdad, el reparto de recursos, educación libre, acceso a la
vivienda, entre otros muchos artículos, son ambiguos y están llenos
de trapas para dejar cabida a una interpretación interesada de la
élite.
Ya no se trata de
votar por la independencia o cualquier otra memez, que solo pretende
marear la perdiz y alejarnos de los sustancial. Hay que hacer un
proceso constituyente que tire por tierra este sistema. Esa nueva
constitución debería asegurar la justicia, la libertad y el bien
común, en este orden y por encima de cualquier otro valor.
Si realmente los
políticos creyesen en la democracia, permitirían al pueblo elegir
su destino, pero han olvidado a quienes deben sus escaños, perdido
la cabeza y pensado que ellos son el pueblo. Aunque no toda la culpa
es suya. La masa, y lo siento si alguien se se siente ofendido, es
idiota. Al aceptar la charlatanería y los engaños de los políticos
como verdades, los hemos enfermado hasta el punto de creerse que su
papel es ser el pueblo. Al dejarles la responsabilidad que es
enteramente nuestra, hemos hecho lo mismo que le hacemos a algunos
hijos, cuando no los educamos y le damos una torta en el momento
preciso. Ahora claro, se creen dueños de las leyes y creen que son
todo poderosos. Ya es hora de coger el toro por los cuernos y
enseñarles quien manda.
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