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viernes, 19 de julio de 2019

Más sobre la ideología

Nacionalismo, y religión,  no son más otra cosa que un compendio de creencias,  que parten de las elucubraciones mentales, leyendas e idearios de individuos con ambiciones de notoriedad social y poder. Son,  por tanto, una mezcla de  sentimentales e ilusiones que carecen de todo razonamiento científico y que no soportan ni el más simple razonamiento científico. Su nexo común, es la creencia de que estas ideas son mejor que otras, sin más argumento que ese. Siempre detrás, oculta bajo varias capas de mentiras, se esconde el odio y xenofobia. El fin último de las organizaciones surgidas de estas abstracciones metales, es hacerse con el poder e imponer su credo; siendo el aporte argumentativo para ello nulo, incoherente,   inexistente o simples falacias. Así se deduce, que su existencia no aporta ningún beneficio  a la sociedad, por el contrario, genera solo conflictos que acaban en enfrentamientos y división; llegando a ser la causa principal de guerras o genocidios. Además de todo eso,  crean en la sociedad un atontamiento que la predispone a la obediencia, sin cuestionarse el origen de estas ideas ni los motivos que se esconden detrás de toda su simbología, buenas palabras y mentiras.

A lo largo de la historia reciente, se ha constatado, con todo tipo de sucesos terribles, que estas asquerosas ideologías  no resuelve  problemas, sino más bien lo contrario, los crea enfrentando y dividiendo a la sociedad.  La causa podríamos buscarla en el apego a las ideas que genera, algo inherente a su origen mesiánico. El fanatismo hace a las personas necias e incapaces de contemplar otras realidades, así como  de respetar las ideas de los demás. Además, como en cualquier religión, las ideologías practican  métodos de adoctrinamiento colectivo, para conseguir el lavado de cerebro necesario para que estas ideas calen en las mentes como verdad insondable; la ideología cómo nuevo dios.
Una nueva extraería desarrollada por los que veneran a este dios, es apropiarse de movimientos sociales o colectivos para hacerlo de su exclusiva propiedad. Movimientos como el feminismo, ecologismo o LGTBI, han sucumbido a  los encantos de la ideología y se han radicalizado. perdiendo la razón por la que fueron constituidos y convertirse en instrumentos políticos al servicio de una ideología concreta. En los casos que ocurre esto, ya no se puede defender el planeta si no perteneces a esa ideología concreta, tampoco puedes ser feminista ni homosexual sino  te arrodillas al dios verdadero.        

Cuando una organización política, muy condicionada por la ideología, como sería la marxista, asciende al poder, será  su principal objetivo  enquistar todos  los órganos de poder, incluyendo  los que deberían ser independientes,  como es el poder judicial, los medios de comunicación y sobre todo la educación. Tenemos muchos ejemplos de esto en España, donde socialistas, podemitas y nacionalistas, han practicado esto en todos los sitios donde han gobernado.  Lo hacen porque son los foros perfectos para difundir su propaganda y porque saben, que la mejor manera de postergar su mandato es expandiendo su mensaje, convenciendo a la sociedad de que sus ideas son las mejores y anteponiendo sus creencias a cualquier otro objetivo. Muchos tiene en común también el exhibicionismo de una supuesta superioridad moral, que no es más que el reflejo de sus miedos y apegos. Su forma de actuar, en realidad,  se asemeja mucho a la de un virus, cuyo fin último es infectar y reproducirse, sin aportar nada más que sufrimiento a su víctima. La víctima en este caso es la sociedad en general. Dichas ideologías y especialmente el nacionalismo, no son dignos de respeto y mucho menos de contemplarse como soluciones a ningún problema, simplemente por el reguero de muertos que ha dejado a su paso en la historia.



Hay fronteras muy bien definidas entre lo que es una religión y la espiritualidad, entre  la partitocracia y la política, entre el nacionalismo y amor a la la tierra y las tradiciones. Cruzar  estas tres fronteras marca la diferencia entre el fanatismo y el sentido común, o lo que es lo mismo, entre querer descubrir la verdad o creerse en posesión de la misma. La idea inicial de las asociaciones humanas, incluyendo los partidos políticos, es o tendría que ser la obtención del bien común. No cabe otro objetivo que no sea ese y todas las organizaciones que pretendan otras cosas serán, seguramente, nacidas de una ideología; lo que quiere decir que están en el camino equivocado y por tanto del fanatismo ideológico o religioso.

 Una asociación vecinal, por ejemplo, no contempla ideología alguna. Como todo el mundo sabe, se trata de un acuerdo  de todos los vecinos para ser fuertes ante los diferentes problemas que puedan afectar a la comunidad, siendo este un fin la consecución del bien común de los vecinos; o al menos así debería ser. Una asociación vecinal, no persigue un fin político  o intenta imponer ideas de esta naturaleza; no tendría ningún sentido hacerlo, pues no es su objetivo conseguir  una posición hegemónica dentro de un conjunto, sino resolver los problemas y gestionar la comunidad de la mejor forma posible. Estas asociaciones están regidas por un presidente y éste, en ocasiones, es elegido  por turnos  durante un periodo de tiempo limitado; de forma que todos los vecinos tenga la oportunidad y obligación de gestionar la comunidad. Puede darse el caso también de que la elección se produzca por sorteo. Cualquiera de estos dos métodos resulta muy efectivo, siempre y cuando las funciones y limitaciones del cargo estén bien definidas y existan métodos de control para rendir cuentas de sus actuaciones al resto de los vecinos. Las decisiones sobre la gestión pueden ser votadas por todos los vecinos, lo cual convierte a estos dos métodos en una democracia mucho mejor que cualquiera en la que el gobierno sea elegido por votación.  Es un buen ejemplo a seguir para el gobierno de cualquier comunidad, incluyendo el gobierno de países y de organizaciones supranacionales. La elección por sorteo fue  el método utilizado en la época en que la Grecia antigua vivió su mayor esplendor.  Y no es casualidad, ya que cualquiera de los dos métodos de elección , ya sea por turnos o sorteo, es uno de los mejores remedios para combatir el peor enemigo de la democracia; que es la corrupción. Fueron necesarios casi mil años de civilización griega,  para llegar  a la conclusión de que la mejor forma de gobierno era elegir a los gobernantes mediante sorteo.  Me pregunto cuantos tendrán que pasar para salir definitivamente de la edad media y volver a las enseñanzas que nos dejaron sus sabios.

El mantenimiento del método de elección por sufragio universal de los cargos políticos, no obedece más que a intereses espurios y, sí aporta muchas ventajas, pero ninguna de ellas a los gobernados, sino a los que gobiernan. En primer lugar, las elecciones están condicionadas por las campañas electorales, que a su vez son producto de ideologías, solo son promesas y ataques al contrario. Dichas campañas, tiene más o menos poder de influencia dependiendo de los medios de los que se disponga. Estos medios los proporciona, cómo no,  el dinero. Por tanto, serán campañas pagadas por gente con intereses que para nada representan los intereses de la ciudadanía en general. En definitiva, no es que este sistema sea propenso a la corrupción, sino que es la corrupción en si misma la que gobierna. Así se explican muchas cosas que podemos contemplar con estupor y vergüenza ajena. Así se explica que populistas, racistas, estalinistas  o fascistas, asciendan al poder y nos veamos sometidos a sus leyes o a merced de los poderes fácticos. 

Para saber más sobre el nacionalismo: 
https://www.elcatalan.es/entrevista-a-julio-valdeon-la-obligacion-de-los-democratas-es-combatir-el-nacionalismo

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