No importará mucho si la huelga ha
sido seguida por la mayoría o no, tampoco las cifras del seguimiento.
Unos y otros mentirán como siempre para justificar la derrota o la
victoria. Y entre mentiras nos perderemos en las minucias, mientras
lo fundamental escapa a nuestros ojos. Y es que mientras los
sindicatos y el gobierno se pelean por las cifras, nosotros, todos,
seguiremos siendo cada día un poco más esclavos; presos del
sistema establecido.
Algunas cosas se hacen para liberar la
presión, dejar que el populacho proteste y se desfogue con sus
gritos; es algo que saben que funciona bien. Se irán los
sindicalistas contentos a casa con las manos llenas de silicona seca
y la sensación de que han hecho algo por mejorar las condiciones de
trabajo, pero es solo una sensación. La realidad será que, tan solo
han sido las marionetas movidas por el sistema, que han utilizado su
ego maldito para dar una salida al disgusto de las masas ignorantes.
Las papeleras se llenarán de banderas de plástico pintadas, más
basura para los vertederos repletos. Lo único positivo será que los
barrenderos, o mejor dicho, los conductores de las máquinas tendrán
trabajo, eso si no las automatizan, claro.
Y mientras tanto, el gobierno
disimulará, tergiversará las cifras y seguirá las ordenes de los
mercados aplicándolas obedientemente, pues no le queda otro
remedio; como el anterior gobierno de lacayos. Puede que rebajando un poco
las exigencias para disminuir el enfado y guardar las apariencias,
pero no tiene más remedio que pagar la artificial deuda creada para
obligarnos a vivir una vida de esclavos, porque es lo que dicen que hay que hacer, y ninguna marioneta va ha contradecir al que mueve sus hilos.
No importa que el sistema esté tocado
de muerte, tampoco que los que los saben pretendan llevarnos a una
guerra para reiniciarlo. Les servimos y seguimos sus mandatos,
olvidándonos de lo inevitable. Y es normal, porque todo un circo ha
sido puesto en marcha para cegar nuestra visión de la realidad. Y
mientras este circo lleno de espectáculos, a veces grotescos, se
pone en escena, aquellos que no han sido votados por nadie mandan
sobre nuestras vidas como lo han hecho desde hace mucho tiempo.
Lo que fue un derecho legítimo hoy
nos cuesta una fortuna, quizás tres mil o cuatro mil millones;
cantidad que se sumará a lo que ya debemos. Serán apuntes
contables que deberemos pagar con tiempo, el escaso y precioso tiempo
de nuestra corta vida. Ese es el valor que le hemos dado al papel
pintado. Tan importante es, que representa nuestro tiempo; algo
mucho más valioso que el oro. Será el tiempo que cedamos para que
el estado ocupe nuestro lugar en la educación de nuestros hijos, y
así perpetuar el sistema alimentándolo con nuevos ignorantes. Será
el tiempo que podríamos utilizar para estar con nuestros seres
queridos, el tiempo para hacer aquello que nos llena. Gracias al
papel pintado, ese tiempo lo perderemos en trabajos que no nos
gustan, sirviendo al sistema, consumiendo todos los recursos,
caminando hacia el desastre y a una vida de esclavos. Transitaremos
por la vida sin vivirla plenamente, como zombis atados a unos hilos
de opresión.
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