Tergiversar, manipular, mentir, insultar, despreciar,
injuriar y otras cosas que se me quedan por ahí, sirven en la política actual
para obtener objetivos que no ayudan en nada a la sociedad; todo lo contrario, la crispa, crean malestar y la
empobrecen moralmente, al dar la a la misma la falsa imagen de que esto es lo que merecemos.
Estos políticos de baja estopa, son el fruto de un sistema educativo carente de
valores, donde se ha despreciado la ética, la moral y la filosofía como regentes
de toda acción. Son, sin lugar a dudas, la peor generación de políticos de la democracia
española, con diferencia kilométrica respecto a las que iniciaron su andadura.
Progres insulsos y cobardes, veletas cambiantes, independentistas egoístas y
traidores, que reniegan de la constitución que permite su existencia, populistas
de derechas, nostálgicos guerracivilistas
de izquierdas, que pretenden un estado bolivariano despertando el odio que condujo a una guerra;
todos ellos carentes de sentido común y ofuscados
en imponer y no en convencer. Esta es la
basura predominante que se levanta de su asisto para soltar sandeces desde el
púlpito del congreso.
Un gran político se distingue por dejar a un lado los
personalismos y sus propias ambiciones personales, para servir al interés general
de la sociedad. No importa de qué signo o ideología sea, sin esta condición
estamos ante una persona sin principios ni valores, alguien que ha llegado a la política para lucrarse o
enaltecer su ego, ya tan desmesurado que no cabe en sus cuerpos bien
alimentados. Entre toda esta podredumbre asoman, de vez en cuando, alguno
bueno. Un buen ejemplo es esa mujer brillante
llamada Ana Oramas. Su luz asoma
tímidamente entre la basura que la rodea,
esa chusma que llena el congreso y el
senado español de desperdicios dialécticos. Persona valiente, que con coraje defiende su tierra de la misma manera y
fuerza con la que defiende el sentido común, el respeto y la buena política.
Ana construye y no daña, no falta el
respeto. Así pone en evidencia la
miseria moral de sus colegas, más preocupados de tapar sus miserias que de dar
prestigio a su profesión. Pero su voz apenas se oye entre el griterío despectivo
de payasos como Tardá o Rufián, entre las estupideces de ese usurpador
mentiroso, cobarde y despreciable
presidente, incapaz de anteponer el interés general a su tremenda ambición y
ansias de representar su papel de presidente.
No me quedo corto al decir, que el futuro en manos de esta
basura está sentenciado al enfrentamiento civil, pues para muchos de estos
políticos, sobre todo para los independentistas y los mal llamados anti-sistema,
parece un ser sueño incumplido teñir las calles de sangre.
Por cierto, para pensar un poquito.
Por cierto, para pensar un poquito.
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