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lunes, 27 de mayo de 2019

Confrontar ideas, nunca personas

Las ideas, como las creencias,  son algo intangible y efímero; varían con los tiempos y la evolución de la persona. Aunque forman parte de uno temporalmente, no son uno ni propio de uno. Buena prueba de ello es, que mis ideas, al igual que las de todos,  han cambiado a medida que he crecido. Hay  ideas que antes me parecían buenas y que hoy me producen repulsión, de la misma manera que hay otras con las que creía que nunca iba ha estar de acuerdo y hoy forman parte de mi credo personal.

Nunca debemos atacar a las personas, sino a sus ideas, cuando  no estemos de acuerdo con ellas. Si bien es cierto que  hay ideas que  deben ser combatidas y hasta desterradas del ideario humano, ninguna persona merece tal cosa por creer en ellas. Otra cosa es lo que algunos hagan basándose en esas ideas, pues no es lo mismo la acción que el verbo. Ideas peligrosas, excluyentes, argumentadas con mentiras o falacias, no merecen ni un minuto de reflexión para argumentar su invalidez, ni siquiera deberían  ser consideradas como tales, sino como elucubraciones de mentes trastornadas o que intentan manipular a los demás para alcanzar objetivos personales.

La filosofía es la ciencia perfecta para saber distinguir cuando una idea es válida o no, independientemente de las las creencias personales. Se trata de una ciencia muy objetiva y adecuada; yo diría que imprescindible, sobre todo en estos días; en los que distinguir la verdad de la mentira se hace tan complicado.  A la hora  de defender nuestras ideas, no debemos aferrarnos a ellas como si fuesen inamovibles y propias, hay que estar dispuestos a aceptar que pueden ser erróneas o carecer de argumentos válidos que las avalen. De la misma forma, no podemos descalificar a nadie, llamándole idiota por estar este convencido de que su ideario es mejor que el nuestro o creer en ideas que consideramos estúpidas. Si queremos atacar ideas debemos argumentar para invalidarlas,  siempre desde el respeto. Se trata de creencias personales de un semejante que tiene derecho a pensar lo que quiera y creer en lo que le de la gana, tenga o no argumentos para hacerlo; faltaría más. 

Las ideas que más suelen estar revestidas de falacias y que también presentan mayor apego, son las ideas políticas, o más bien el ideario político. Este suele tener tanto arraigo en la persona, que se hace muy difícil que se replantee sus ideas, sobre todo aquellas que forman principal de ese ideario al que le pusieron nombre de izquierdas o derechas, comunismo, marismo, liberalismo, etc. Ninguna de estas ideas podría ser probada como validada, pues no tiene forma de hacerse más que en los resultados de su aplicación. Si analizamos estos, nos daremos cuenta que todas ellas han fracasado en sus planteamientos por carecer de base científica que las abale. Lo que si ha demostrado su funcionamiento a nivel gubernamental es el funcionariado, que sea cual sea la ideología gobernante, cumple con su función a nivel práctico. Así mismo lo hace la justicia, en aquellos países donde la corrupción no es algo predominante. En ambos casos se da algo que deberíamos tener en cuenta y reflexionar sobre ello. En ambos casos, los criterios de elección del personal que cumple estas funciones, es elegida por sus capacidades y méritos, no por elección en una votaciones. Es más, cuando el poder político interviene en en el normal funcionamiento de estas instituciones, intentado imponer sus criterios y a su gente, acaban deteriorándose y dejan de funcionar como se espera de forma independiente; que  es lo que se espera de ellas.

      

    

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