Los gobiernos no
quieren que seas sabio, ninguna institución política o religiosa
desea personas sabias en su seno. Todas temen a estas personas
porque no obedecen ciegamente, porque no se dejan manipular o
doblegar, no actúan como robots, se cuestionan toda la información
que reciben. Para una persona sabia no hay fuente de información
fiable, todas son cuestionables, tampoco líder político de fiar.
Las personas sabias prefieren morir antes que vivir siendo esclavos.
Estas personas son temidas por las religiones y las multinacionales,
rechazadas por los ejércitos odiadas por los gobiernos; que harán
todo lo posible para neutralizarlas.
No hay que confundir
la inteligencia con la sabiduría. Aunque es cierto que para ser
sabio se necesita inteligencia, no es cierto que alguien inteligente
tenga que ser sabio. Hay personas muy inteligentes, que pese a su
gran intelecto son unos ineptos, es más, puedes ser psicópatas
dispuestos a joderte la vida. Las personas sabias no van por ahí
haciendo el mal a los demás, aprovechándose de ellos o compitiendo
contra otros, colaboran y se ayudan entre ellos, porque como sabios
saben que de ello recibirán mucho más que lo que ofrecen. No
rehuyen de las experiencias nuevas ni hacen juicios a priori. Saben
perfectamente que las cosas pueden no ser lo que parecen.
Todo nace con un
comentario o con una intuición; algo no cuadra y te indica que las
cosas no son como parecen u otros dicen que son. Si ante esa duda no
buscas tu propia respuesta, a buen seguro no serás una persona
sabia, porque las personas que pretenden tal atributo quieren
conocer su entorno para estar prevenidos de eventualidades. Las
versiones oficiales, lo que diga la ciencia, la apariencia, nada de
esto basta para configurar una verdad. Es la propia experiencia y los
resultados de la misma lo que configuran el entorno. Solo cada uno
puede dibujar su propio mundo.
He aquí un buen ejemplo de lo que digo.
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