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jueves, 31 de enero de 2019

¿Y qué?

Enero de 2019, 

Los políticos han perdido la poca dignidad que les quedaba, si es que alguna vez la tuvieron. Son muy pocos  los dignos que quedan sin corromper. La mayoría  se dedican a  despilfarrar nuestro dinero y nos piden más para poder pagar a la prostituta o el chulo de su prostíbulo favorito. En los ratos que hacen que trabajan, se dedican a crear  conflictos en vez de resolverlos, cobrando y teniendo privilegios que no merecen por este trabajo inútil. Desde sus bien acolchadas  poltronas  revientan nuestras vidas a impuestos para favorecer a sus amigos de la mafia financiera y rellenar sus cuentas en paraísos fiscales.  Su cobardía, deshonestidad y avaricia, supero ya todos los límites y la gente está harta, pero esto no se traduce en disturbios, como debiera ser. Ya hemos aprendido la lección y sabemos  bien las consecuencias de protestar o manifestarse, el pueblo siempre pierde cuando se enfrenta al poder del dinero. Ya solo somos  zombis intentando buscar una distracción que nos haga olvidar nuestra condición. Unos pocos yendo de un lado a otro dentro de nuestra cabeza, sin que saber dónde buscar para  resolver este dilema macabro. La desesperación hizo que muchos abandonaran y ya no buscan explicaciones, recurrieron también al entretenimiento para olvidar su condición de esclavos obedientes. Cogieron sus celulares y se descargaron algún juego, mientras  otros fueron al campo de futbol y se pusieron a gritar como si les fuese la vida. Malgastando una pasión, que bien utilizada les hubiese servido para derribar alguna que otra muralla o molestar a algún que otro político corrupto. Muchos se pusieron frente a la caja tonta a ver el culebrón o ese  programa de cotilleo  que les reconforta, mostrándoles  que hay gente en peor situación que ellos.

La mentira y la hipocresía se adueño del mundo y se instauró como máxima en la mente de los que gobiernan nuestro rumbo. Éstos, cegados de codicia y manchados por la corrupción viven bien y sin demasiadas preocupaciones, dejando los rastros de sus vicios en los lavabos que se tiñen de azul con los reactivos. Si, es cierto que algunos quedan con ganas de cambiar las cosas, pero su capacidad de maniobra está tan menguada, que apenas pueden hacer nada que moleste al dinero. El  verdadero poder que mueve el mundo no les teme ni se preocupa por esa disidencia controlada y muy bien domesticada. El resto que queda son marionetas que pagamos con impuestos para que nos distraigan con sus mentiras y vacuas promesas. Son estatuas de cera fabricadas para quedar bonitas en la televisión o títeres fabricados por encargo con el objeto de hacernos creer que hay esperanza. No hay recursos, no hay ayudas, pero en los estadios millones en cada bota para entretener al populacho.

Dicen que hemos llenado a la luna, que hemos creado el microchip y que estamos empezando a comprender cuál es la mecánica del universo. En cambio, nuestra sociedad es un desastre en que ha entrado en avalancha autodestructiva que no nos permitirá disfrutar de ninguno de esos avances o del futuro cercano. El número de suicidios crece  día a día, pero  los medios de desinformación no dicen nada. Las parejas se rompen y crece la desconfianza entre hombres y mujeres; una consecuencia de la malsana intención de la disgregación del ser humano por su género. Si el objeto de una sociedad es hacer felices a sus miembros, esta ha fracasado por completo y está en camino de ir a peor. Una de las razones es que nos han hecho creer que la opulencia da la felicidad, cuando no es más que un obstáculo insalvable para llegar a ella. Nuestros mayores mueren solos, abandonados en residencias o en sus casas porque las familias se han roto. Nos han dicho que el progreso justifica el despilfarro de recursos, cuando nos estamos cargando el planeta y comprometiendo la vida de las generaciones venideras. Los avances en medicina solo se aplican a los ricos, mientras el resto acaba sin dientes y con enfermedades crónicas producidas por los alimentos procesados, baratos pero mortales. Y así, con mentiras y falacias, la mayoría asiente con su cabeza y aplaude en los mítines, en esos aquelarres sectarios donde van para auto-convencerse que algo tiene solución dentro del sistema creado por nosotros mismos para esclavizarnos. Un sistema donde unos pocos lo tienen todo gracias a las penurias de la mayoría. Pero todo vale por mantener algo insostenible y claramente dañino. Hay que producir más y trabajar cada día más horas para producir cada día más cosas inútiles, porque sino el sistema se hunde. Si, este modelo de crecimiento pone en riesgo el planeta ¿Y qué? , nos da igual.             

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