Aunque a priori
puedan resultar dos términos antagónicos no se puede afirmar
categóricamente que lo sean. Como todo en este mundo, hay un sinfín
de matices que son los que definen el significado de las cosas.
Cuando la ciencia se
convierte en oficial, pero mezclando medias verdades con fenómenos
no probados, no es ciencia, es religión. Cuando la religión se
apoya en hechos empíricos y planteamientos científicos, deja de ser
religión para convertirse en ciencia. Por eso, los hombres que
pretenden pasar como ciencia sus planteamientos no probados, basados
en falacias y mentiras, son comparables a los clérigos, pues
pretenden que creamos en sus planteamientos mediante la fe y la
manipulación. Ocurre lo contrario con aquellos chamanes o clérigos
que afirman que para conocer la verdad hay que experimentarla en
carne propia. Esto si es una verdad empírica digna de respeto.
En muchas más
ocasiones de las que pensamos, creemos en la ciencia como si fuese
religión, de hecho lo hacemos la mayoría de las veces. En realidad
casi todo lo que nos han mostrado como ciencia y que no hemos
experimentado por nosotros mismos, es más religión que ciencia.
Esto, en la práctica
puede provocar los mismos fenómenos indeseables que la religión.
Un científico que se apoya en formulaciones o creencias
equivocadas puede provocar un desastre, tanto o más que los que
siguen una religión de forma ciega e irreflexiva pueden acometer
atrocidades. Ambos habitarían en la oscuridad, por por que son
propensos a cometer errores fruto de algo que es intrínseco a la
religión; la ignorancia. La ignorancia no solo es la falta de
conocimientos, también es la falta de conocimientos ciertos y
probados. Quien cimienta sus creencias en la fe ciega vivirá
ignorante para siempre y no estará abierto al conocimiento.
La experiencia es la
madre de la sabiduría y solo a través de ella podemos llegar a la
verdad y el auto-conocimiento. Si quisiéramos vivir en la luz, lo
primero que tendríamos que hacer es un reinicio de nuestras
creencias para analizar una a una y saber cuales son reales y cuales
solo son cosas que nos han inculcado como ciertas. Podemos, no
obstante, apoyarnos en los conocimientos adquiridos, pero todos y
cada uno de ellos deberían ser experimentados antes de ser
utilizados. Es un trabajo muy duro, casi titánico, pero solo así
podríamos estar algo más cerca de la sabiduría.
La religión, en
todas sus formas o creencias, no son más que cuentos para niños que
pretenden seguir siéndolo por siempre jamás. La trapa de la
religión es darnos respuestas a cosas que no se pueden probar, o al
menos así lo creemos. También nos quita la responsabilidad de
nuestros actos, achacándolos a un Dios, responsable en buena medida
de las cosas buenas y malas que nos pasan. En cierta manera, es una
forma de evadirse de los problemas creados por nuestra mente y por su
hambruna de respuestas incontestables.
Cuando distintas
confesiones religiosas se enfrentan, por lo general acaban en una
disputa interminable, muchas veces enfrentada hasta un desenlace
violento. Sinceramente, no entiendo por qué sucede así, cuando
tiene tanto en común. Todas las religiones se parecen en lo básico.
Todas intentan contestar preguntas, todas tienen libros sagrados,
todas se fundamentan en leyendas de dudosa credibilidad y casi todas
buscan tener el mayor número de seguidores posible. Con la religión
sucede lo mismo que con la política; prometen pero nunca cumple y a
pesar de ello les seguimos haciendo caso.
Es un hecho, la
religión nos sumerge en la oscuridad, la ciencia ilumina nuestro espíritu.
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