Razón de ser del
transporte aéreo:
Hoy nos resulta muy
normal mirar al cielo y observar más de tres aeronaves surcando los
cielos. Las prisas que imponen los tiempos han hecho que este medio
de trasporte prolifere de forma desbocada. Se estima que en
cualquier momento hay volando, de media, unos 13.000 aparatos, una
cifra que no para de crecer por el aumento de demanda y el fomento de
una industria a todas luces insostenible y sin futuro. A estos hay
que sumar los aparatos dedicados al transporte de mercancías y
otros militares. Juntos podrían sumar de 14.000 o 15000.
El Boing 737-400,
uno de los aviones más populares, carga en sus depósitos 20.104L de
combustible y tiene una autonomía aproximada de 3810Km, volando a
una velocidad de crucero de 840km/h y transportando hasta 168
pasajeros. Si tomásemos este aparato como como modelo para hacer un
estadística del consumo de combustible que se consume cada hora por
todas las aeronaves del mundo, las cifras nos abrumarían. Por poner
burda aproximación y no entrar mucho en cifras: cada hora se
queman en la atmósfera una media de 8.000 toneladas de
combustible, lo que representa en un año más de 30 millones; una
cifra absolutamente insoportable para una atmósfera ya dañada por
otras industrias y actividades humanas. Por mucho que mejore la
eficiencia de los motores a reacción, está claro que esto no puede
durar mucho. El oxígeno que queman estos motores es el mismo que
respiramos, y todo por llegar más rápido y más lejos, en unos
tiempos donde esto se puede hacer de otras formas.
Existen proyectos
que superan en velocidad y economía al transporte aéreo. Uno de
esos proyectos es el tren que se mueve dentro de un túnel de vacío.
Levitado por electroimanes. Este tren de trasporte de pasajeros o
mercancías no tendría ante si lo que hace que un cuerpo necesite
grandes cantidades de energía para moverse; el aire, por lo que
podría alcanzar velocidades superiores a 10.000k/h gastando un 1% de
lo que consume una aeronave o un barco. Además, la energía podría
provenir directamente de fuentes sostenibles, pues no consumiría
combustible, sino electricidad. Cierto que la inversión necesaria
para construir las infraestructuras necesarias para hacerlo posible
supondrían una enorme inversión ¿Pero acaso no supone más coste
para nuestra supervivencia quemar cada año 30 millones de litros de
combustible en la alta atmósfera? Si dicha infraestructura se
pusiese en marcha, dejaría la industria de la aviación obsoleta y a
los intereses petroleros que la fomentan arruinados. Así pues, no es
que no haya alternativas, es qué hay intereses que impiden ponerla
en práctica. Estos túneles se podrían construir encima de las
líneas de tren ya existentes, o atravesando los océanos. Gracias a
los avances en la aeronáutica y la tecnología espacial, hoy en día
es posible construir estas infraestructuras dotándola de medidas de
seguridad similares a las que tiene las aeronaves más modernas.
Lamentablemente, es falta del incentivo económico lo que lo evita,
algo que la industria aeronáutica y petrolera todavía tienen,
aunque tenga los días contados.
Tendríamos que
plantearnos seriamente cuando es necesario o no hacer un vuelo en
una línea aérea; porque puede que sea más un capricho que no una
necesidad. Internet y las telecomunicaciones en general, hacen
posible reuniones virtuales e incluso le permiten a un cirujano hacer
una operación desde el sillón de su casa. Los viajes, que
enriquecen nuestra cultura y conocimiento sobre el mundo, siempre se
disfrutan más cuando vamos lentamente, pudiendo parar en aquellos
sitios que nos resulten interesantes y tomándonos el tiempo que sea
necesario para ello. El camino en sí es el verdadero aprendizaje y
mayor es la experiencia cuanto más lento. Siempre podemos parar y
apartarnos del camino para aprender más de los sitios donde
pasamos. Entonces ¿Porqué elegir un medio de transporte en el que
no podemos más que esperar la llegada? Es la cultura de lo
inmediato, del placer instantáneo que nos han inculcado, lo que nos
lleva a elegir viajar rápido. La falta de tiempo por tener que estar
esclavizados con el reloj y los pocos días disponibles para hacer
auténticos viajes.
Siendo sincero,
tengo que decir que me resulta casi doloroso escribir este porst,
porque desde pequeño anhelé ser piloto y dominar los cielos con
uno de estas maravillas de la tecnología aeronáutica, y aunque en
parte cumplí ese sueño volando con ULM y en parapente, por mis
circunstancias personales nunca pude conseguirlo. Solo pude
conformarme con los simuladores de vuelo, como X-plane, un simulador
capaz de recrear y poner a mi alcance la experiencia de pilotar una
aeronave como un 747 sin salir de mi habitación. Se que solo es un
sucedáneo, pero se parece mucho a la realidad. Después del tiempo
recorrido y de los muchos viajes que he realizado, puedo afirmar que
de todas las experiencias, las mejores fueron a la velocidad que mis
piernas me daban, haciendo el camino de Santiago o en mis excursiones
por los bosques del Pirineo, cuando era más joven. Cada paso fue una
experiencia. No puedo decir lo mismo de las largas esperas en los
aeropuertos, ni de esos vuelos de poca duración, una emoción propia
del comienzo que se queda en nada.
La industria del
transporte aéreo, al menos hasta que existan otras tecnologías más
limpias, son, concluyendo, algo que debería de limitarse a lo
estrictamente necesario. No es sostenible y perjudica al medio
ambiente. Los más beneficiados de su abuso son las multinacionales
del petróleo, que lo están promocionando, solo buscan el beneficio
de los inversores a costa de nuestro perjuicio. A la hora de viajar,
tendríamos que pensarlo dos veces, no solo si nos reporta algún
beneficio, sino lo que estamos haciendo a generaciones venideras.
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