Translate

miércoles, 20 de noviembre de 2019

La caída de Ribera.


Albert Ribera, se fue con lágrimas en los ojos  después de un emotivo discurso en el qué explicó sus razones. Abandonó la que hasta entonces había sido, según sus propias palabras, su pasión. Lo hizo porque debía hacerlo, asumiendo sus responsabilidades y el reconociendo de sus múltiples errores. Se marchó con la cabeza bien alta, dejando su acta de diputado y la política, algo que lo que muy pocos políticos españoles pueden presumir.

Su actuación ha sobresalido entre toda esa chusma que está en la política española para conseguir pensiones vitalicias, mordidas y las ventajas del cargo o el escaño; chusma y casta que  son la mayoría. Gente de una calaña  vergonzante,  que ningún país serio merece. Me refiero, como no,  a esos que dicen estar allí por motivos ideológicos, para cambiar las cosas, para acabar con la corrupción, para aumentar el bienestar, dar trabajo. Me refiero a esos que al final, cuando están en el poder y tienen la oportunidad de cambiar las cosas y dar ejemplo, se olvidan de sus promesas y  se dedican a imponer a los ciudadanos leyes, impuestos y restricciones a su libertad. 

Albert era liberal, quería que el dinero estuviese en manos de los ciudadanos y no tanto en lo público, pero se rodeó de socialistas rebotados del PSC y ahí comenzaron sus problemas. el partido ya no era liberal, pasó a  social demócrata, tirando a socialista. Muchos vimos en esto una traición al origen del partido, inicialmente trasversal y liberal. Al principio lo teníamos muy claro, no era una cuestión de ideología, sino de objetivos. El primero de ellos era sobrevivir al nacionalismo, combatirlo con razones y alternativas, dar voz a toda esa gente oprimida por el yugo nacionalista; cuasi fascista, diría yo. Imponer el sentido común frete ala ideología , el sectarismo  y al sello de silencio impuesto por los los corruptos  Pujoles, ese era el ojjetivo. Ciudadanos, era entonces, casi una necesidad vital de muchos. Crecieron, ganaron las elecciones catalanas, pero no gobernaron. Aun así muchos,  estaban contentos e ilusionados, se veían fuertes para dar el gran salto a la política nacional.   Pero los infiltrados de del PSC y otros, ya habían podrido las raíces de Ciudadanos desde  dentro y Albert no se dio cuenta. Ese fue su mayor error. Las derivas y constantes contradicciones con la ley esa asquerosa ley de violencia de género, que primero querían derogar y luego no, la colocación del oportunista y camaleónico Valls en BCN, acabaron de rematar y herir, ya veremos si de muerte, al partiddo.  
Para evitar que muera, toca ahora volver al los origenes, expulsar a los infiltrados y reparar los daños de la falta de coherencia. Inés Arrimadas es liberal, ama a su tierra y a su gente  y parece  estar dispuesta a hacer esa tarea. No sabemos si podrá, pero si no empieza sacando el mal del partido y volviendo al germen del mismo, Ciudadanos será pronto un recuerdo.     







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si no estas de acuerdo o quieres aportar algo, deja tu comentario.