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martes, 12 de febrero de 2019

El interés compuesto, origen del mal.

Estamos frente al televisor, siendo espectadores  de un  partido en diferido que hemos visto unas cuantas veces ya. Sabemos el resultado y casi de memoria las jugadas, pero seguimos ahí, impertérritos,  hipnotizados  y como si fuese la primera vez que lo vemos. Albergamos la estúpida esperanza de que suceda lo que sabemos no va a suceder. Esta sociedad es así, está adormilada, seducida por miles de pequeños entretenimientos y placeres, abrumada por pequeños problemas cotidianos que impiden ver la aberrante magnitud del problema que nos viene encima. Una amenaza comparable a la caída de un meteorito y con consecuencias igualmente devastadoras.
El modelo de organización económica actual, tiene como objetivo  la obtención del beneficio inmediato, sin importar las consecuencias. Este modelo, desde luego  no es sostenible y mucho menos enfocado al bien común; el que debiera ser su objetivo por encima de cualquier otro. Es un sistema que  favorece la corrupción, la desigualdad social, el crimen, el odio y la delincuencia, es decir, los peores valores del ser humano. Su modo de funcionamiento fomenta el despilfarro de recursos, sin tener en cuenta  que no son infinitos. Combustibles fósiles, minerales raros y agua potable, entre otros muchos, son utilizados en la producción de  un sinfín de productos inútiles;  consumiendo  una gran cantidad de energía y el tiempo vital de las personas. Estos productos serán desechados  al  poco tiempo de su uso, pues  se ha limitado su duración a propósito para que tengan fecha de caducidad, siempre menor de su vida útil real. Serán  sustituidos por otros, algo mejores, quizás con más prestaciones, pero también perecederos a corto plazo. Convertidos en desperdicios peligrosos y dañinos para el medio ambiente,   acabarán incrementando la altura de las montañas de basura tóxica en algún país pobre, donde políticos corruptos  envenenarán a su pueblo  a cambio de unas migajas del pastel. En el  proceso de creación y destrucción,  el sistema devora nuestro tiempo vital y el del planeta entero, poniendo en peligro nuestra existencia.  El agotamiento de estos recursos terminaría, con toda seguridad, con nuestra civilización, llevándonos de nuevo a la edad media, en el mejor de los casos. Por otro lado, no hace falta mucha intuición  para comprender que la  obtención de estos preciosos recursos será cada vez más costosa; lo que  provocará guerras fratricidas por el control de los territorios donde dónde se producen. Esto, en menor escala,  ya está sucediendo en la actualidad. No es algo que se vea a simple vista, pues los medios de comunicación controlados por el sistema, no lo pone en evidencia más que en contadas ocasiones y en reportajes marginales. Se trata de operaciones encubiertas realizadas  por los servicios secretos de los estados más  poderosos, los grandes consumidores de materias primas. Estos crean conflictos  en los territorios que los contienen, evitando así   que prospere su población  y se emancipe, que tomen  el  control de sus propios recursos. Con ello, además de empobrecerlos,  consiguen que se  vean avocados  malvender sus materias primas  para  sobrevivir siempre dentro de la pobreza, a la vez que se endeudan con la mafia financiera. Y es normal que ocurra todo esto, pues el sistema precisa de una  cantidad, cada vez  mayor de productos de consumo, pues solo así puede seguir creciendo y mantener esta gran estafa viva y que no se desplome.   
        
Cuál es el origen de todo esto y cómo hemos llegado hasta esta situación, es algo que desde hace mucho tiempo me cuestiono. Siempre me ha resultado un enigma descubrir los mecanismos por los cuales este sistema perdura en el tiempo. En mí búsqueda de respuestas sobre el origen, leí a los que creía habían puesto los pilares de la economía moderna. Enseguida  me di cuenta que no podría ser el fruto de estos  grandes pensadores. Creo que ellos solo dieron cuerpo y entidad a algo siniestro que ya existía. Es cierto que fueron  influyentes, sobre todo entre los siglos XII y XIII. Sus obras ayudaron a muchos gobiernos a entender  cómo funcionaba parte la economía, dándole herramientas que sirviese de base para sus decisiones. Eso, efectivamente, tuvo repercusiones positivas en   la mejora de las condiciones de vida de la gente. Algunos de estos pensadores eran fervientes defensores del  liberalismo “libre mercado”, cómo  Adam Smit. Otros, por el contrario, abogaban por el control del estado sobre el mercado para evitar abusos y desequilibrios. Un ejemplo fue  Joseph Stiglitz, quien  criticaba  las políticas liberales y  llamó fundamentalistas del liberalismo a sus antecesores. Él  apostaba por una economía muy controlada por el estado, pues no creía en la auto-regulación de los mercados. Pensaba, no en vano,  que estos acababan en monopolios y generaban tremendas desigualdades de reparto de la riqueza. Por su parte Karl Marx, padre del socialismo y creador del concepto de clases sociales. Fue quien con más énfasis puso en poner de manifiesto esas desigualdades que las políticas liberales producían en la sociedad de su tiempo. Sus escritos dieron lugar a movimientos revolucionarios populares y protestas que acabaron en disturbios muy graves. Su papel fue vital para  terminar, en buena parte, con el trabajo esclavo. Peros como hemos visto después de los muchos años transcurridos, el comunismo, y los regímenes derivados de sus ideas,  sus  teorías se quedaron en  papel mojado. Hoy el trabajo, aunque en menor medida, sigue siéndolo y sus ideas, llevadas al extremo  por muchos políticos,  solo  han demostrado ser causa de pérdida de libertad, creación de miseria y  de dos únicas clases, los que pertenecían al partido y los que no.
Las desigualdades sociales, te tanto criticaba Marx,  son  necesarias para mantener un sistema, que no ha cambiado demasiado desde que se hizo el primer préstamo con interés. Sí, ahí  está  el verdadero origen de la estafa global que rige el mundo. A pesar de todos los teóricos, pensadores y matemáticos, no ha cambiado desde que se hizo ese primer préstamo. Fue eso lo que mandó al garete el libre mercado de Adam Smit, los ideales de Stiglitz o los análisis y buenas intenciones de Marx. El interés compuesto rea un concepto abstracto e irreal, que somete a la economía real a una dictadura. Hace que las cosas no tengan un valor real, basado en su cantidad y utilidad. El interés compuesto crea deuda ficticia y obliga a realizar trabajo esclavos mediante la deuda. Una deuda que no puede dejar de crecer ni der pagada, pues todo se iría al garete.  Hoy en día, hay muy pocos que presenten alternativas a esta estafa genocida. De esos  pocos, podría destacar al   economista Christian Felbe. Él, aplicando la más elemental de las premisas, establece el bien común como el único objetivo de debería tener cualquier sistema económico para ser aplicado. Si bien sus teorías están cargadas de razón y nunca mejor dicho, de sentido común, la difusión de sus ideas es pequeña. Su trascendencia en los círculos económicos y políticos, así como en los medios de comunicación,  es residual. Christian Felbe diseñó  un test, basado en una serie de características que las empresas deberían cumplir para ser calificadas de empresas que favorecen el bien común. Ninguna empresa grande, corporación  o multinacional  pasarían  esos test, cómo es normal, teniendo en cuenta, que son estas las principales fuerzas interesadas en su mantenimiento.
Se ve a simple vista que el neo-liberalismo no es  como Milton o Smit lo definieron (Libre mercado). En realidad el sistema está  férreamente controlado, o mejor dicho, corrompido por instituciones privadas. Estas  entidades operan en su interior sin ningún control por parte de los estados. Son entidades privadas, como el FMI (fondo monetario internacional), FED (Reserva Federal), BCE (Banco Central Europeo) y otras muchas, relacionas con la bolsa de valores, empresas de calificación de riesgos, especuladores  o poderosos fondos de inversión. Estas entidades, como he dicho privadas  y sin control democrático por parte de ningún estado o parlamento, hacen y deshacen en la economía. Funcionan cómo los órganos vitales de una bestia,  que ha tomado vida propia y se realimenta de sí misma. Pueden influir en decisiones políticas, arrebatando el poder del pueblo; especialmente si este pretende acabar con ellas. No hay nada más alejado del bien común que la avaricia insaciable de una entidad deshumanizada que mira solo por su propio interés.  Y esto es precisamente esto lo que  desean, nada más alejado de un espíritu humano, nada más alejado de la empatía.  
Mí conclusión final, después de reflexionar sobre todo lo dicho, es  que  el actual sistema económico es de origen perverso; con una clara intencionalidad de dominación. Detrás de todas las teorías y las matemáticas que lo intentan explicar, están sus efectos a plena luz del día. Si quisiéramos saber quiénes lo mantiene y lo protege, tendríamos que preguntarnos a quién beneficia  en mayor grado, a dónde va a parar lo recogido por el interés de la deuda creada por el interés compuesto. Quizás allí encontremos la respuesta y a los que se esconden en las sombras.  

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