Pedro Sánchez y su gobierno de ineptos desentierran la momia de Franco, buscando la atención de los medios de comunicación y del pueblo. Para ello será preciso gastar miles de euros del erario público, así como medios aéreos y personal de seguridad.
En realidad, trasplantar los huesos de un dictador, que lleva 40 años muerto de un cementerio a otro, tiene la misma utilidad que comprarse una tabla de surf en Bolibia. Pero resulta que para el gobierno parece algo prioritario, trascendental e imprescindible. Si todavía queda algún socialista que no se haya dado cuenta de que se trata de una maniobra electoralista y de distracción, es porque el partido, a parte de ser una mina de corrupción y de ineptos, es una secta de abducidos e iluminados.
A pocos se le escapa que se trata de una maniobra, que además de ser electoralista, busca para tapar las corruptelas del partido y falta de capacidad para resolver los problemas reales de los ciudadanos, pero lo intentará vender como la solución a la convivencia o su gran logro. Mientras tanto, el separatismo catalán convierte Barcelona en un campo de batalla, se cortan las carreteras, se cuarta la libertad de movimiento y los CDR se hacen aprendices de ETA, la dauda externa crece, se ralentiza la economía, el gran Dr. Fake, se dedica a desenterrar momias.
En realidad, trasplantar los huesos de un dictador, que lleva 40 años muerto de un cementerio a otro, tiene la misma utilidad que comprarse una tabla de surf en Bolibia. Pero resulta que para el gobierno parece algo prioritario, trascendental e imprescindible. Si todavía queda algún socialista que no se haya dado cuenta de que se trata de una maniobra electoralista y de distracción, es porque el partido, a parte de ser una mina de corrupción y de ineptos, es una secta de abducidos e iluminados.
A pocos se le escapa que se trata de una maniobra, que además de ser electoralista, busca para tapar las corruptelas del partido y falta de capacidad para resolver los problemas reales de los ciudadanos, pero lo intentará vender como la solución a la convivencia o su gran logro. Mientras tanto, el separatismo catalán convierte Barcelona en un campo de batalla, se cortan las carreteras, se cuarta la libertad de movimiento y los CDR se hacen aprendices de ETA, la dauda externa crece, se ralentiza la economía, el gran Dr. Fake, se dedica a desenterrar momias.
El empecinamiento de algunos socialistas e
independentistas por cambiar la historia, con el fin de movilizar su electorado,
demuestra su falta de ética y la poca o nula importancia que le dan al
bienestar de su gente. En este juego del “todo vale y el fin justifica los
medios” se puede perder mucho más de lo que se pretende ganar. Se puede perder
el estado de derecho, la libertad y la seguridad. En el fondo todos sabemos que
son cosas efímeras y que el costo para conseguirlas ha sido muy alto, pero a los que quieren alcanzar el poder, a cualquier precio, todo eso les importa un carajo.
Juan Manuel
de Prada escribió:
“Este macabro episodio del traslado de los
restos de Francisco Franco merece recordarse como una de las expresiones
más repulsivas del resentimiento patrio. Sobre Francisco
Franco se pueden hacer, desde luego, muchos juicios ideológicos e históricos.
Nadie podrá negar, sin embargo, que se mantuvo en el poder durante casi
cuarenta años sin tener que enfrentarse a ninguna oposición
reseñable, ni interior ni exterior. Mientras Franco gobernaba
pacíficamente en España, entre aclamaciones y muestras de
afecto colectivo, fueron muchas las dictaduras coetáneas
derrocadas: podemos recordar, por ejemplo, lo ocurrido en Cuba con Batista;
podemos recordar lo ocurrido con Somoza en Nicaragua; podemos recordar la
portuguesa Revolución de los Claveles. Y, desde luego, podemos recordar lo
ocurrido en países de la órbita comunista como Hungría, Checoslovaquia o
Polonia. En todos estos lugares, la insatisfacción popular hizo saltar en mil
añicos el poder dictatorial. Entretanto, en España, la mayoría
de los españoles estaban encantadísimos con su Caudillo; y la
oposición comunista languidecía sin apoyos entre la población, como antes le
había sucedido al maquis. Alguien podría aducir aquí que en muchos de los
países mencionados hubo revueltas populares porque las potencias extranjeras
las alimentaron desde fuera. ¡Y tendría razón, en efecto! En cambio, las
grandes democracias occidentales no tardaron en «bendecir» a Franco;
y aunque siguieron cultivando una retórica antifranquista para consumo de
exaltados e ilusos, se apresuraron a entablar relaciones diplomáticas y a
sellar tratos comerciales con el régimen franquista. La España
de Franco fue pronto aceptada en todos los organismos internacionales;
y mantuvo una relación especialmente privilegiada con Estados Unidos.
Políticamente, a medida que la guerra quedaba
atrás, el régimen de Franco fue adquiriendo contornos cada vez más democristianos.
En el ámbito laboral, sin embargo, mantuvo una legislación
protectora del obrero que luego ha sido minuciosamente
desmantelada por los sucesivos gobiernos de la etapa democrática. Fue tanta la
falta de respuesta política a su régimen, que Franco pudo dedicar especial
atención al bienestar material de sus gobernados. Así se explica, por ejemplo,
que desde 1960 a 1970, la renta per cápita de los españoles
pasase de 290 a 900 dólares, y que la economía nacional
creciese a una media del 8 por ciento anual, hasta convertir a
España en la novena potencia industrial del mundo. A la muerte
de Franco, la distribución de la población activa era la propia de una economía
sana y pujante (mucho más sana y pujante que la actual): un tercio dedicado a
la agricultura y ganadería, un tercio a la industria y un tercio a los
servicios.
Franco logró la formación de unas nuevas
clases medias con trabajos estables y bien remunerados. Y pensó que este
«franquismo sociológico» sería su mejor aval ante la Historia. Si se hubiese
preocupado de estudiar un poco de psicología de masas, habría advertido que siempre
los beneficiados acaban desarrollando resentimiento contra su benefactor.
Aquellas generaciones del franquismo sociológico quisieron seguir medrando con
la democracia; y, como no soportaban reconocer su adhesión
servil a Franco, como no soportaban reconocer que sus patrimonios habían sido
asegurados y acrecentados por Franco, se inventaron una mitología
antifranquista, que sus hijos mamaron desde la cuna, hasta desarrollar
ese resentimiento baboso y nauseabundo, tan peculiar de los hijos de papá que
no quieren que se sepa cómo sus familias salieron del agujero. Porque no es el
resentimiento de los perdedores el que desentierra los huesos de Franco; es el
resentimiento de los hijos de papá del franquismo sociológico“.
A lo que solo me queda añadir: Cuando se
elimina la hipocresía, la demagogia, los complejos y se es riguroso, lo que
queda es más próximo a la verdad.
https://www.dolcacatalunya.com/2018/09/de-prada-explica-por-que-tantos-nacionalistas-nietos-de-franquistas-odian-a-franco/
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