En ocasiones, nuestra mente nos juega malas pasadas por
pensar demasiado, creando dogmas, que
nacen de la especulación y creencias derivadas de otras. Cuando muchos piensan
de la misma manera se realimentan entre ellos y acaban creando una ideología o corriente de pensamiento
común. Los conceptos de derechas e
izquierdas, son ejemplos de lo dicho, corrientes de pensamientos, que aun siendo
estériles e inútiles, toman la categoría de dogma empírico. Todas las ideologías
políticas, sin excepción, entran dentro de esta categoría, la que podríamos
llamar categoría de pensamientos estériles. Se englobarían en ella todos
aquellos pensamientos basados en creencias y sentimientos, como el
nacionalismo, el capitalismo o el socialismo, etc...
En realidad, es qué tener un pensamiento de derechas o de
izquierdas, no deja de ser una mera creencia adquirida mediante una serie de
circunstancias ambientales, dentro de un entorno social determinado. Ambos
conceptos son irrelevantes en lo que se refiere a la realidad de las cosas, pero acaban teniendo efectos reales, casi siempre malos, sobre
nuestras vidas. Es en sí, una forma de ver la
realidad, que la es sin necesidad de añadir calificativos o ideología.
Las corrientes de pensamiento inducidas y realimentadas, polarizan,
condicionan y clasifican a las personas
de forma artificial, lo que desvía la atención de los problemas reales y dificulta la solución a los mismos. Es decir, en
vez de aplicar el sentido común, la ciencia y la razón, se aplican las
soluciones que concuerdan con la
corriente ideológica, lo que es completamente absurdo para resolver los
problemas más elementales, ya no digamos los complejos problemas sociales y de gestión de recursos.
Con frecuencia, algunos políticos ejecutan acciones o toman decisiones solo en concordancia con su ideología, alejándose de razones o argumentos puramente científicas o de sentido
común. Elijen a sus asesores, también en función de si sus ideas concuerdan ,
así como los funcionarios y colaboradores. Esta práctica, es lo que les lleva a
realizar una mala gestión y no ser ecuánimes, primando las necesidades de los ciudadanos que
piensan como ellos sobre los que no lo hacen.
A muy pocos pensadores de la edad de oro de la filosofía se
les puede atribuir ideología alguna, pues sus escritos, pilares de la
civilización moderna y del pensamiento más elevado, solo estaban fundamentados
en la razón de los hechos empíricos. En el momento en que nos alejamos de la razón e intervine la ideología, derivamos en
el relativismo y en la no ciencia, cometiendo estupideces y provocando
enfrentamientos con otras ideologías, igualmente inútiles y sectarias.
Solo nos hace falta echar una mirada a la historia y a la
situación actual de nuestra civilización, para ver cuento mal han hecho las
ideologías en el mundo, cuántos muertos han llenado las fosas comunes por
creencias estúpidas infundadas y sin razón. Las similitudes entre ta ideología y la religión son más que evidentes, así como las consecuencia de la aplicación de sus métodos y criterios.
Una de las características que definen una ideología es su
inconsistencia y volubilidad. Las ideologías son plenamente variables bajo la
mirada de distintos observadores, mientras los hechos empíricos, donde nace el
sentido común, son irrefutables. Aquel que no
quiera ver la verdad, seguramente habrá caído, tan profundo en la
ideología, que puede deformar la realidad a su antojo, creyéndose sus propias
mentiras. Este mal afecta de forma especial a los políticos que tiene la responsabilidad de velar por todos sus ciudadanos y acaban cayendo en solo querer contentar a su partido, claro exponente de una corriente ideológica..
Otra de las características de la ideología, es que, por su
característica plasticidad, puede servir de pretexto para fines perversos. Es
decir, un político puede escudarse en ella para ocultar sus ambiciones personales.
Así sucede, que sí despojas a un político de su bandera ideológica, se puede
encontrar con todas sus miserias ocultas,
ambiciones, y miedos. En definitiva, cualquier político que anteponga sus
creencias, que es, al fin y al cabo, lo que es una ideología, al sentido común
y a la razón, es un mal político. Podría darse el caso de estar ante un
dictador o un fascista disfrazado de demócrata.
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